Celebramos en este acto solemne uno de los acontecimientos más relevante de la segunda mitad del siglo XX en nuestro Estado de Derecho, quizás sólo superado por la promulgación de la propia Constitución Política de 1949.  La decisión de crear una jurisdicción constitucional accesible, celera, sumaria, dinámica, con fuerza vinculante de sus resoluciones ─erga omnes─, constituye una de esas decisiones que marcan un antes y un después en la historia de nuestro país”. Dr. Luis Paulino Mora Mora (e.p.d.), expresidente de la Corte Suprema de Justicia.

El próximo 27 de septiembre se cumplen 30 años desde que la Sala Constitucional inició labores formalmente. En 1989, mi madre estaba embarazada de su primer hijo, quien escribe estas letras, cuando se promulgó la Ley N° 7128 del 18 de agosto de ese año, en la cual se reformó nuestra Constitución Política para la creación la Sala Constitucional; más allá de conocer de la jurisdicción constitucional, se formó una piedra angular de la sociedad costarricense.

Toda mi generación y las posteriores, hemos crecido al cobijo de este ente como parte de nuestra vida cotidiana, desde la escuela nos enseñaron que existe una vía en donde todos podemos acudir cuando sentimos el atropello de nuestros derechos fundamentales, los más básicos, esos contenidos en la Carta Magna. Crecimos escuchando los noticieros y nuestros mayores hablar de “salacuartazos”, siempre en un tono inminente, de gran importancia, última instancia para los conflictos cotidianos y como solución a prácticamente cualquier problema.

Es difícil entender cómo sería nuestra vida política y social sin ella. En una entidad soberbia y protectora, con función panóptica hacia todos los ciudadanos, instituciones y los poderes del Estado, desde la contundencia del artículo 13 de la Ley de Jurisdicción Constitucional: “La jurisprudencia y los precedentes de la jurisdicción constitucional son vinculantes erga omnes, salvo para sí misma”.

Más allá de una jurisdicción, la Sala Constitucional se ha creado una identidad, una personalidad protectora a la que acudimos las personas buscando amparo cuando nuestros derechos más básicos y sagrados se ven amenazados, y sin importar quién o qué, la Sala garante de sus hijos, nos protege.

A sus 30 años, a pesar de sus altibajos, sigue siendo respetada por una gran mayoría de la población. Como todo treintañero, la Sala ha tenido sus crisis existenciales y de identidad, con fallos inexplicables en temas transcendentales para el rumbo del país, a veces tímida de usar su poder en toda su expresión y se muestra tibia en decisiones, (como en aquel 8 de agosto del 2018, cuando pudo resolver el tema del matrimonio igualitario esa noche, y decidió tirar la pelota a otros por 18 meses). Sin embargo, que existan estos pasajes y que nos extrañen, no es más que una consecuencia directa de la credibilidad que aún le tenemos en sus decisiones.

Al inicio de este texto, quise rescatar las palabras de don Luis Paulino Mora Mora, de su discurso en celebración de los 20 años de dicha Sala, quien además acertó con su usual precisión cuando manifestó:

Recordemos que a los tribunales constitucionales les corresponde una tarea de por sí difícil, que es controlar el ejercicio del poder, si a esto le añadimos décadas de un poder afincado en malas prácticas, amañado, que podía violar con facilidad los derechos de los ciudadanos y extralimitar sus funciones con mucha impunidad, es lógico que a muchos la labor de control que ejerce la jurisdicción constitucional actual les incomode. Para algunos un ojo excesivamente vigilante propicia la ingobernabilidad, para otros por el contrario, se trata de una gobernabilidad democrática. No es de extrañar entonces que desde su primer día, la Sala Constitucional esté en el ojo de la tormenta, y creo que ello no hay que verlo con asombro, ni temor, sino aceptarlo como algo intrínseco a su naturaleza.

Como ciudadanía, debemos celebrar estas tres décadas de justicia constitucional, pues inevitablemente ya es parte de la idiosincrasia costarricense y fundamental para nuestro Estado de Derecho, utilizando las herramientas que la jurisdicción nos brinda, y estando vigilantes para defenderla de “malignos” que quisieran intervenir en sus decisiones y en su funcionamiento, siempre en favor de sus intereses particulares.

Conmemoremos los 30 años de la Sala Constitucional, faro inevitable para nuestra sociedad costarricense.

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