Antes que un ultrasonido con la forma de mi hija lo primero que vi fueron 6 miomas que abultaban mi útero. Yo entendía que ella estaba debajo de los miomas porque el pálpito era escandaloso y acelerado. Las alternativas eran pocas, si se complicaba: interrupción, si no se complicaba se podía seguir pero con riesgo y dolor. Seguí con riesgo y dolor por la fantasía aprendida de que eventualmente esa persona se comunicaría conmigo desde ahí adentro, y eso me iba a dar la paz de que ella estaría bien. Jamás se comunicó. Todo el embarazo fue un sucesorio de síntomas menstruales sin sangre, mezclados con síntomas de gripe sin gripe, empeorado con constante indigestión y el terrible dolor de los miomas. La panza crecía totalmente disociada a mi fantasía de conexión interior con esa criatura. Ahí entendí que Alien no era exactamente una metáfora sino quizás una íntegra verdad.
Cuando uno de los miomas había crecido tanto como una papaya mediana hubo que hacer cesárea de emergencia. Se avistaba una histerectomía en corte vertical para poder segar los miomas y sacar a la niña. Conservo mi útero, y todo salió bien si pasamos por alto el terrible dolor, los 3 meses de recuperación y el principio tan difícil de la lactancia.
Dar teta fue un episodio quizás más duro que el embarazo porque a ese punto ya éramos dos personas, y una dependía por completo de la otra. Mucha leche, sangre, llanto, dolor y privación de sueño continuo por casi 6 meses. Y finalmente a los casi 7 meses esa criatura entabló comunicación. La esperada conexión llegó pero afuera de mi cuerpo. Entendí que la gestación e incluso una parte de la lactancia NO fueron cruciales para construir el formidable vínculo que ella y yo tenemos hoy. La maternidad no es ese evento biológico que bien puede hacerlo otro humano con útero. Todo apunta a que la maternidad está afuera del vientre y está llena de preguntas. Lanzo estas porque son las que me habría gustado hacerme cuando decidí ser mamá. Todas se contestan por separado pero pueden ser complementarias. Las opciones para maternar dependen de la combinación de respuestas. Muchas no requieren de lo biológico ni de lo genético. Pero todas precisan lo material y lo filosófico.
- ¿Quiero ser mamá?
- ¿Quiero pasar por un embarazo?
- ¿Quiero traer un ser humano nuevo al planeta?
- ¿Quiero cuidar cotidiana y materialmente a una persona por al menos 20 años?
- ¿Quiero cuidar esporádica y materialmente a una persona por al menos 20 años?
- ¿Quiero aportar mis genes para que otros/otras maternen?
- ¿Quiero aportar mis genes y mi gestación para que otros/otras maternen?
- ¿Quiero cuidar cotidiana y materialmente a una persona por al menos 20 años en pareja?
- ¿Quiero cuidar cotidiana y materialmente a una persona por al menos 20 años en alianza co-parental?
- ¿Quiero cuidar material y cotidianamente a una persona por al menos 20 años en soledad?
- ¿Quiero adoptar material y cotidianamente a una familia?
Las dudas siguen manando y se debe a que no hay ejemplos, no hay relatos, no hay películas que respondan a todos estos reparos que planteo. Y es porque el poder simbólico de narrar la historia, de contar los cuentos, suele ser masculino. Y desde lo masculino la maternidad es un mero evento biológico, natural y hasta médico. Nunca algo filosófico o simbólico para quienes creamos y traemos personas al mundo.
Victoria Sau, psicóloga y escritora, dice que amar a la madre te libera para amar a todas las demás mujeres. Esta cavilación se la dedico a mi mamá, y las amigas que en sus treintas y en sus cuarentas se preguntan por la maternidad.
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