“De quién fue la culpa no quiero saberlo, si fue culpa tuya o fue de la suerte o fue culpa mía por no comprenderlo…”. Parte de una estrofa de una viejísima canción. La cito al inicio a propósito, aunque sé que los lectores de este medio son en su gran mayoría jóvenes quienes de fijo no la han escuchado (es un paso doble español) y, quizá ni les gustaría ni les interesa.

Pienso distinto: creo que así como nosotros, a quienes nos llaman adultos mayores, debemos hacer un esfuerzo importante por tratar de ponernos al día con lo nuevo (tecnología hasta donde se pueda, música, arte en general, costumbres, etc), también los jóvenes deben explorar un poco lo viejo porque se encontrarán con sorpresas.

Primero porque todo tiene antecedentes; nada surge “por generación espontánea”, ni siquiera en lo social. Más importante, porque a la par de mucha paja, hay mucha sapiencia en lo pasado, en la experiencia. Cuanto más se haya vivido, especialmente tratando de aprender de lo bueno y de lo malo, se haya reflexionado metódicamente y aprendido a desarrollar sentido crítico; más gozosa es la vida y más se puede compartir con los demás.

Los jóvenes aprenden más al trascender frases interesantes pero insuficientes que empiezan con “como decía mi abuela”. La historia y la experiencia no tienen precio. Alguna vez escribí que “en gobierno (o en la empresa o cualquier organización, haciendo las adaptaciones correspondientes) enfrentados a una decisión importante de tipo económico o financiero, a veces vale más el criterio surgido de una anécdota oportuna que de un modelo econométrico”. Y hubo acuerdo entre quienes opinaron.

Pues bien, la crispación social de estos meses, acentuada hace unas semanas, requiere una gran dosis de sapiencia para irla superando. No creo que pueda lograrse de golpe. Por eso se requiere paciencia y, por tanto, convencer a la mayoría sensata de la población de esto y de que no es solo tarea del Gobierno, que se requiere de todos, especialmente de los medios de comunicación.

En unos meses, empezará oficialmente la campaña política hacia las elecciones del 2022. Si se sigue atizando la confrontación y polarización, los extremismos dominarán la campaña, con posibles resultados indeseables. No se trata de volver a “la Costa Rica bucólica” que nunca existió; pero sí a una tolerante, respetuosa de las divergencias, donde no se pasaban ciertos umbrales. Eso nos permitió ser mejor sociedad que otros con más recursos y riquezas. Desarrollar mucho “capital social”; mantener la pluralidad.

No copiemos estilos de política que han ido degradándose; no somos Estados Unidos, Rusia, Perú ni Nicaragua. Tampoco somos una isla y nos afecta e influye mucho el mundo exterior; para bien y para mal. Lo importante es tener criterio adecuado para adoptar lo que conviene, adaptar lo que merece y rechazar lo que no conviene. Todo bajo el criterio de ir avanzando en mejor convivencia, más solidaridad, menos despilfarro y pobreza. No es fácil, pero se ha logrado en el pasado y hoy también podemos hacerlo.

Termino copiando una frase que el director del periódico “La Vanguardia” de Cataluña, España, cita de Paul Auster: “El drama es que quien confía en imbéciles termina portándose como un imbécil”. Esto a propósito de fundamentalistas y extremistas de todos colores, tamaños y “causas”.

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