Estos días se respira en el ambiente nacional decepción, desconocimiento, fundamentalismo, incertidumbre y polarización. Sorprende escuchar comentarios fanáticos y opiniones vehementes sobre casi cualquier tema en casi cualquier espacio, y todo empeora cuando carecen de casi cualquier fundamento.

Se escuchan y se leen frases como “- antes, jamás habría valorado irme del país, pero ahora sí”, “Que mal estamos. Aquí todo el mundo hace lo que quiere”, “aquí nadie respeta la autoridad”, o “Este gobierno no sirve para nada. Qué vergüenza mi país”. Se habla de gobierno, de gobernabilidad y de otros conceptos asociados con mucha ligereza.

Lo primero que hay que decir es que, en un estado simple —simplísimo— los conceptos de gobierno, gobernabilidad y gobernanza no implican necesariamente desarrollo humano (ni tampoco derechos humanos) que son los temas que nos tienen enfrentados entre “conservadores” y “liberales” en la Costa Rica del 2019.

Gobierno está relacionado con liderazgo, gobernabilidad con la capacidad de un sistema sociopolítico para gobernarse a sí mismo en el contexto de otros sistemas de los que forma parte, o en otras palabras, hacer que “la cosa” funcione o tener capacidad de dar las respuestas a las demandas; mientras que gobernanza, es más bien un proceso de interacción entre actores estratégicos para generar una dirección social.

La autoridad necesita legitimidad, sin ella, es simplemente imposible. La capacidad relacional con los actores clave y la capacidad de respuesta son indudablemente esenciales. Y bueno, ante la opinión pública, la administración no parece estar luciendo estos atributos.

Las noticias recientes son impactantes. A algunos nos da pena ajena pensar que se bloqueen calles y se realicen revueltas basadas en fundamentalismos guiados por “principios” de una sociedad de doble moral, que comienza en los hogares, jóvenes protestando contra baños neutros y contra una figura pública, por sus asuntos privados. Así no.

Recuerdo aquella popular frase de Salvador Allende, “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” así que, aunque no deja de ser esperanzador que en su posición de estudiantes asuman liderazgos, participen de las luchas sociales, y se comprometan con sus ideas, entristece pensar que no existan tales ideales o que no tengan conciencia de la significancia de sus actos, sino que solamente repiten patrones y posiciones sesgadas o intolerantes.

No puede ser que la inclinación sexual de una persona, grupo o funcionario público siga definiendo la agenda pública. Recordemos que el tema marcó la pauta en las elecciones anteriores —es un tema importantísimo, pero hay otros tantos asuntos que resolver que se están quedando pendiente—. Esto no puede seguir.

Y es que ni el respetable grupo organizado de traileros sabía cuál era realmente su lucha, porque teniendo infinidad de situaciones de retrasos y costos de carga y descarga en la terminal de Moín, solicitaban la destitución del ministro de Educación.

Es eso, o ya los señores traileros (muy visionarios) lo comprendieron todo y saben que la educación es la única herramienta que va a cambiar el panorama. Sólo que en vez de solicitar la separación del funcionario a cargo debieron pedirle al gobierno redoblar esfuerzos, reestructurar el sistema y velar por la correcta ejecución del presupuesto destinado a la educación, ese del que tan orgullosos nos sentimos porque financia aprendizajes y no ejércitos, pero tampoco entendemos cómo se ejecuta.

La ciudadanía responsable implica mucho más que manifestarse, y mucho más que manifestarse tarde cuando las leyes ya están aprobadas o los proyectos implementados. Implica informarse, formarse y contribuir a esa gobernanza y gobernabilidad tan deseada. Implica tomar decisiones para que exista un ambiente de paz, tolerancia y respeto.

Si seguimos por esta ruta, el asunto no tiene ni pies, ni cabeza.

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