Cuando se habla de geopolítica, siempre es importante plantear en primer lugar, los grandes escenarios globales, el rol de las potencias en disputa, conocer sus movidas, así como aliados, y a partir de ahí, bajar esas variables un escalón para realizar una interpretación regional, que facilite la comprensión de los fenómenos locales junto a su “receta tropicalizada” para cada parte del planeta. No se debe olvidar que existe solamente un tablero geoestratégico y no “muchas partidas” como erróneamente se tiende a creer.

Los escenarios globales de la geopolítica en nuestros días están marcados por la guerra híbrida; dentro de la cual se encuentran las disputas comerciales-tecnológicas entre EE. UU. y China, con todo y sanciones económicas, el establecimiento de acuerdos entre China y Rusia para el desarrollo de la tecnología de quinta generación o 5G, que como ya sabemos, quien la controle, puede fácilmente ser el líder de la inteligencia artificial, y bajo la actual revolución digital implica ser el amo del mundo.

Pero, además, se debe sumar la agudización de la situación bioclimática, la creciente dependencia hacia los cada vez más, escasos recursos naturales considerados como estratégicos, y el crecimiento de las tensiones militares en todo el mundo, con énfasis en lugares cuyo valor geopolítico es muy alto. Si hacemos un recuento de los hechos más relevantes de los últimos meses y días, podemos mencionar que el presidente Trump ha intimidado a toda la Unión Europea, tras advertir que, si comercian con Irán, se exponen a sanciones. Con México, las presiones sobre los aranceles, hizo que el presidente López Obrador accediera a un acuerdo y militarice la frontera sur para evitar el flujo de migrantes hacia territorio estadounidense, que, de paso, algunos académicos ya han mencionado que el objetivo geopolítico de Trump es hacerse con el control del istmo de Tehuantepec, mismo que es estratégico como posible ruta comercial terrestre y a la que los chinos le tienen los ojos puestos.

Tampoco se pueden olvidar las recientes sanciones contra Cuba y Venezuela, la presión en Medio Oriente contra Irán, con el envío de 1.500 militares, así como aviones de combate y reconocimiento, sumado a misiles Patriot. El otorgamiento de ocho mil millones de dólares en armas inteligentes a los saudíes es algo que suma tensión regional, mientras que le dio una especie de “ultimátum” a Turquía por comprar sistemas antiaéreos rusos S-400s, de no “hacer caso”, los turcos perderían el acceso al programa de aviones de combate F-35. La India tampoco se queda atrás, se dice que se encuentra frente a la disyuntiva de abandonar la compra de estos sistemas antiaéreos rusos o verse de cara a una sanción de una ley llamada Ley de sanciones contra adversarios de EE. UU., firmada por Trump en el mes de agosto del año 2017.

Ante dicha realidad, es importante recordar las palabras del presidente Vladimir Putin la semana anterior, al mencionar con vehemencia su preocupación respecto a la creciente carrera armamentista que se está desarrollando y que después del 2021, sino se pone un freno, no va a existir nada que la detenga, y por ello, los riesgos de conflictos globales se vuelven cada vez más reales. Ante el abandono estadounidense del tratado contra misiles antibalísticos, no existirá instrumento que limite, por ejemplo, el emplazamiento de armas en el espacio.

En ese gran encuadre global es que nos encontramos con la noticia de que el congreso de Nicaragua aprobó la llegada al país en el mes de julio, de militares cubanos, estadounidenses, rusos y venezolanos, con el fin según medios de comunicación, de tratar temas humanitarios, entrenamiento e intercambio de experiencias con el ejército nacional. No descartan que puedan entrar también fuerzas de México y Taiwán en dichas actividades. Pero ¿por qué este tipo de movimientos en Centroamérica? Sencillo, somos una región estratégica que forma parte de lo que se denomina “el gran Caribe” y que, desde luego, es la región que históricamente ha sido frontera imperial (o sea, de disputa constante), como lo denominó Juan Bosch en su momento.

Esto quiere decir que el Caribe americano es el equivalente al Mediterráneo para Europa, el valor geopolítico es tan alto que, los mismos EE. UU. lo han entendido y visto como zona vital de control para su seguridad nacional. Lo que implica en términos concretos, que quién tenga el control de este espacio tan importante, va a tener el control del continente, y eso es algo así como tener las llaves de la casa. El hecho de que Cuba, Nicaragua y Venezuela tengan de aliados a China y Rusia, no deja de ser una “molestia” cada vez más insoportable para los estadounidenses, quienes pensando en el canal de Panamá y demás, no aceptan que otros tengan un protagonismo relevante en la política local.

Ortega está moviéndose con estrategia y astucia a partir de un posible análisis global de la realidad geopolítica y lo que pasa en el mundo en los diversos escenarios; libera presos políticos, retoma el control de la seguridad en el país, estabiliza la crisis, abrió mesas de diálogo con la oposición y le bajó la presión a la primavera que le montaron el año pasado. Sumado a ello y como experiencia de la última crisis venezolana, por razones lógicas entiende que debe fortalecer el ejército, así como las alianzas militares con sus aliados, con mucha más razón, frente a la escalada armamentista que se está llevando a cabo en el mundo, ante ello, no está demás realizar ejercicios en conjunto y de paso invitar a los EE. UU., quienes no pueden negarse a participar por razones obvias, especialmente en lo que consideran como “espacio vital”, más si los rusos van a estar presentes, poniéndoles en compromiso y obligándolos aunque sea un poquito, a bajar el tono de su discurso frente al régimen Ortega-Murillo.

Todo lo anterior, para evidenciar que la región centroamericana se encuentra hoy jugando en las grandes ligas de la geopolítica mundial y sigue siendo un espacio estratégico, donde todos los actores globales mueven sus fichas a conveniencia; somos una zona con fácil acceso al pacífico y atlántico, poseemos riqueza natural (agua, petróleo, gas, minerales), recordemos que solo Costa Rica alberga el 6% de la biodiversidad existente, y así a como fuimos de gran relevancia en la Guerra Fría, hoy lo volvemos a ser, en escenarios un poco más complejos pero no menos peligrosos.

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