Al parecer la consigna del Gobierno del bicentenario con relación a nuestro valioso inmueble, el Teatro Nacional, es esa: ¡que se queme!... máxime con los hechos acecidos en Brasil y luego en Francia, de los cuales se apropian en forma apocalíptica para que su argumento se fortalezca.

Hablar del Nacional y su historia, sus mitos y toda su belleza arquitectónica, es ser redundante y para eso tenemos a especialistas del tema que deben ser consultados. Eso lo menciono, pues la reflexión de estas palabras es otra: alertar (o seguir haciéndolo, pero sin exageraciones teatrales) sobre las irresponsabilidades en materia de patrimonio que se cometerían de intervenirse el Teatro. Un grupo de funcionarios públicos (jueces y parte en el asunto), han venido aduciendo una serie de aspectos como el deterioro del edificio; la antigüedad de este; la saturación del inmueble a causa de los espacios administrativos; el sistema eléctrico; la falta de un sistema antincendios; entre tantas cosas… y lo peor es que esos argumentos se caen solos, su peso les desacredita.

Y es que es demasiado sospechoso, aún para un “ciudadano de a pie” la insistencia en la que han caído estos funcionarios del Teatro Nacional, su Dirección anterior y actual, la Junta Directiva, viceministros y ministra del ramo, con algunos medios de comunicación (¡ah si! especialmente con los pocos en los que pautan su publicidad) así como con algunos diputados y diputadas a los cuales les dieron el famoso “paseo millonario” (si, ese que les han dado, con refrigerio e invitaciones a espectáculos incluidos), para influir en sus opiniones y criterios.

Aún más sospechoso que el anterior director del Centro de Patrimonio, le haya notificado al anterior director del Teatro, las inconsistencias en el trámite del permiso para el “Proyecto integral de intervención del Teatro Nacional”, con un oficio del 16 de abril de 2018 (esto meses después de que se presentara ante la Secretaría del Congreso, el proyecto de préstamo, posteriormente numerado como 20810).

Entre estas inconsistencias –y cito textualmente– tenemos que:

  1. No se incluyen los planos del sistema contra incendios; ni del sistema de protección pasiva; ni de los planos de la instalación eléctrica; ni la climatización de la sala principal,
  2. No se incluyen los planos de restauración, reparación o sustitución de los sectores donde se debe intervenir las estructuras de madera para dar paso al sistema electromecánico,
  3. No se incluye el proyecto de restauración de las pinturas decorativas que serán “afectadas” con la instalación de los detectores y rociadores.

Lo peor de lo anterior, es que se presentó documentación en inglés, sin secuencia y sin mayor análisis, sin firmas, ni sellos oficiales y “sin profesional responsable alguno del proyecto”, según lo señaló el ex director de Patrimonio. O sea, se pidió un préstamo al Banco Centroamericano de Integración Económica y luego se le presentó a una Comisión Legislativa y posteriormente al Plenario, de nuevo, sin poseer respaldo técnico, ni profesional, ni documentación que explique el proyecto. Ahora, ante este oficio el ex director del Nacional se compromete en otro oficio a darle al Centro, “en próximas semanas”, lo que se solicitó. Fue por lo anterior que –como buen ciudadano– me di a la tarea de consultar al actual director del Centro de Patrimonio, sobre si la documentación solicitada se había entregado, pero a agosto 2018, me respondió en un oficio que NO se les había dado dicha información.

Ahora, desde el punto de vista de los que nos oponemos al proyecto 20810, tomemos en consideración lo siguiente:

  1. El Teatro posee bodegas en la zona de Pavas, donde se almacenan gran cantidad de objetos —esperemos que bien inventariados— del mismo y un sinnúmero de elementos que en su momento se encontraban en el foso donde se encuentra el llamado “tornillo sin fin”, para levantar el piso de la luneta; ya eso es un avance pues no ha objetos que alimenten un posible incendio.
  2. Antiguos espacios como la tienda de regalos, la boletería y hasta la oficina de la Dirección, han sido retirados del inmueble y quizá la idea de “tugurizar” el edificio anexo al Teatro donde muchos han sido traslados (y hacinados), sirva a los intereses de quiénes dentro del proyecto (que pagaremos todos), están presupuestando más de $8 millones (sí, solo ocho millones de dólares en tiempos de déficit fiscal), para un nuevo edificio en esa esquina. Pero, bien que mal, ¡eso nos libera y protege al Nacional de quemarse!
  3. El sistema eléctrico ha venido recibiendo mejoras y cambios que han ayudado a mantener protegido el inmueble, y no lo digo yo, lo dice una experta como la Arq. Ofelia Sanou, ex presidenta de la Asociación ICOMOS Costa Rica y especialista —apasionada— del patrimonio.
  4. La mecánica teatral y la tramoya del Teatro, son parte de su esencia y la fuente de su valor intangible como inmueble patrimonial, ya que es de los pocos teatros en el mundo que poseen una activa y original, con 120 años de antigüedad. Entonces ¿por qué estas personas se ensañan en ponerle una moderna encima? ¿acaso somos tan limitados como para poder crear nuevos espacios escénicos donde se pueda invertir en nuevas y modernas tecnologías y así respetar al Nacional y su mecanismo centenario?

El sistema antincendios es necesario en cualquier edificio patrimonial (de hecho en cualquier edificio), al igual que es necesario estar en constante mejora y control del sistema eléctrico… de eso no cabe duda, ni me opongo a que se dé. Solo quiero que se respete al inmueble, se proteja al mismo y se invierta lo necesario ¿Por qué? bueno, es simple: el préstamo con el Banco Centroamericano de Integración Económica es muy sensible a la falta de ejecución y hablamos de $31,2 millones (si, millones de dólares) y no de cifras cinco dígitos o en moneda nacional. Me preocupa lo que considero falta de capacidad de ejecución y de planificación que demostró el anterior Director y la de supervisión y censura por parte de la Junta Directiva (que ha cambiado de miembros varias veces con excepción de alguno que otro, entre los cuales se encuentra uno que participó con su empresa en contrataciones anteriores, relacionadas con una etapa previa a este proyecto, según documentos oficiales del Nacional).

Y hablando de incapacidad de gestión, para muestra un botón: la fachada sur del Nacional sigue sin terminar de restaurarse y está en manos de un “egresado” de la profesión de picapedrero (documentos respaldan mi afirmación), o hablemos de los millones que posee el Teatro sin ejecutar a raíz de los presupuestos de los últimos años o del impuesto a los espectáculos públicos, que bien se podrían usar para proteger al inmueble y restaurar las pinturas que “están cayéndose a pedazos” desde hace ya casi tres años. ¿Cómo le vamos a dar tantos millones de dólares a un grupo de personas que no han podido con el Nacional hasta ahora? A una institución que pasó de ser de las mejores ante la Contraloría a ser de las peores en la actualidad. Eso sin contar con el hecho de que a la fecha no hay documentación que respalde lo que se pretende hacer con esos $31,2 millones. Sí, como lo leyó: pidieron primero el dinero y luego van a ver qué hacer con él, ¿absurdo, no? piénselo así: ¿Cuándo usted va al banco por un préstamo para construir su casa, el banco le da el dinero y luego le pide los planos o es al revés?

Que no se rasguen entonces las vestiduras, cuando han salido por todo lado asegurando que el Teatro no escapará a las llamas –algo que no ha sucedido en 120 años y no debería suceder si se aplican los protocolos y el cuidado correcto– y cosa que tampoco pareciera estar sucediendo ante los embates que ha sufrido la gestión de las autoridades de la institución por parte incluso de funcionarios.

Lo que ha sucedido con el Teatro Nacional es digno ejemplo de que quienes nos gobiernan, no poseen la capacidad ni la aptitud para hacerlo. No a cualquiera se le puede dar la responsabilidad de manejar un inmueble centenario, de los pocos en el mundo y con tanta historia como usted pueda imaginar. Por eso me opongo al préstamo y pido a los diputados que lo rechacen, que se formule un proyecto decente y que primero cree un plan de acción para luego pedir el dinero y ejecutarlo. Y por supuesto, que hagan su labor cuidando y protegiendo el inmueble con los protocolos y recursos con los que sí cuenta, así como los aliados institucionales que han estado ahí, están siendo utilizados en la actualidad y se deben de por sí, a esta causa (pero en la forma correcta). Seguiré en mi labor ciudadana de hablar con todos los diputados que sea necesario y así proteger una de las tantas edificaciones de ese San José que amo con toda mi alma y que camino a diario; de ese San José que muchos viajeros de siglos pasados llamaron, por su belleza, “el Pequeño París”.

El no a ese proyecto 20810, es definitivo; un proyecto que considero incorrecto y abusivo, que pagaremos todos y no resolverá lo prioritario para con el Teatro Nacional.

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