Confieso que yo soy el estudiante que El Semanario menciona en su nota cuando dice que el profesor Mainor Salas en la Facultad de Derecho nos dijo a mí y a mi compañera que si eramos novios, a lo que yo, sabiendo que este profesor era abusivo respondí que sí, ya que no estaba dispuesto ni lo estoy aún a que me juegue ninguna de sus bromas.

Es verdad que cuando mi compañera me mencionó el contexto de acoso sexual que había detrás de los continuos comentarios ofensivos en al menos cinco clases seguidas (no es solo que me dijo hijueputa una vez), es cierto que yo le contesté que esto no me parecía normal y que debíamos denunciarlo debido a que sus insultos hacia ella y hacía mí me parecía que encajaban en lo que el reglamento estipulaba como hostigamiento sexual, en su caso y como una falta al Reglamento Disciplinario del Personal Académico de la Universidad de Costa Rica con respecto a lo que aconteció conmigo en particular.

Salgo del anonimato hasta ahora, tal vez tarde para muchos de ustedes, debido a que soy un fiel creyente de que únicamente deben decirse aquellas cosas que valgan la pena y para esto es necesario ver los problemas desde una perspectiva que solo el tiempo puede dar.

Mi primer asombro es ver lo fácil que todo esto se convierte en un problema de índole estrictamente genital o romántico pasional, parece que de la misma forma en que la Teja y la Extra nos muestran el cuerpo semidesnudo de mujeres en sus portadas, otros medios tradicionales como El Semanario y La Nación insisten en encajar lo que sucede en la Facultad de Derecho dentro de la narrativa masculina tradicional y brindarnos una historia en la que crean un enemigo ficticio, la imagen arquetípica del profesor pervertido tan bien ilustrada por las caricaturas que veíamos en mi infancia como el maestro Roshi en Dragon Ball Z quien muchos recordarán le sangra la nariz cuando se encuentra alrededor de personajes femeninos y colecciona materiales pornográficos o bien el viejito pervertido de Ranma  ½ (Happosai) quien es un sabio maestro inventor de una técnica de combate, pero que colecciona la ropa interior usada de las mujeres atractivas que aparecen en dicha fábula.

Fuera de sentirme orgulloso de contar con esta referencia que únicamente alguien que vio la televisión pública a finales de la década de los noventa en Latinoamérica recordará, pido disculpas por su carga obscena, pero me sirven para recordar a los personajes varones que a pesar de su edad adulta y sus limitaciones sociales para interactuar con el sexo opuesto, tienen una debilidad que raya en la desesperación obsesiva por las jovencitas.

Estos personajes apelan a nuestros miedos más profundos y tienen esa característica debido a un mensaje que quien escribió esas caricaturas nos quería decir a propósito, similar a aquella leyenda del flautista de Hamelín donde un músico toca su flauta y aprovecha su poder de encantación por medio de sus canciones para que las ratas sigan su melodía y con esto deshacerse de forma más sofisticada de las ratas de todo un pueblo, un buen día este ofrece sus servicios para erradicar esta plaga, pero luego vuelve para aprovechar que los aldeanos adultos están congregados en una misa y llevarse encantado con su música a los niños aldeanos de este pueblo solo para no volver a ser visto nunca más.

Es más fácil para cualquiera ahora pensar que en la UCR vamos a aprender sobre “ideología de género” si lo que este profesor propone diariamente (de broma en broma) es que nos desprendamos de todo y hagamos una gran orgía con él como protagonista que solo puede salir de una película pornográfica.

No podemos olvidar el hecho de que los medios de comunicación nos presentan una serie de hechos seleccionados por un autor, motivados de acuerdo a la lógica corporativa de los medios de comunicación masiva para brindar información que se venda. Tengo la gran sospecha de que el hecho de que todos los medios de comunicación me hayan nombrado (sin ninguno haberme hecho la más mínima pregunta a mí u otro compañero varón) como la única víctima hombre debe darnos una pista de que sus motivos no van en la misma dirección del discurso emancipatorio en contra de la violencia abusiva gratuita por parte de los profesores a los alumnos.

El esfuerzo por involucrar al abogado Lic. Boris Molina (y las posteriores réplicas de sus detractores) es parte de un intento por manchar su nombre únicamente e involucrar a una persona para hacerla ver como un chivo expiatorio. Dicha afirmación la hago en consecuencia a que conozco de primera mano gran parte de lo relatado en la nota y entiendo que Boris Molina no ha tenido nada que ver con favorecer el contexto de abuso dentro de la universidad, además doy fé por mi experiencia que ha sido la única persona que ha servido de intermediario y ha colaborado activamente para que lo sucedido entre Mainor y un sector de sus víctimas tenga freno. Yo también exijo el despido del profesor Mainor, no solo eso, lo exigí hace cinco años cuando esto sucedió y lo he hecho continuamente hasta hoy, pero no por esto me dejo llevar por el calor de las emociones en el momento y que la vía fácil me lleve a manchar de forma indiscriminada el nombre de quien sea a toda costa. Es una lastima que lo que hizo don Boris en este sentido no haya sido nada parecido a como actuaron las autoridades universitarias, en particular el Decanato de la Facultad de Derecho quien es representado en la figura de su jerarca el Dr. Alfredo Chirino.

Fue en ese entonces, cuando presentamos la denuncia en contra del profesor que entendí una dimensión más profunda a este problema que se aleja de la narrativa tradicional masculina y nos habla de  su dimensión ideológica, de cómo a pesar de que el Decanato se nos muestra como aquel que encaja perfectamente en la lógica corporativa de la educación superior, que compite al más alto nivel en Latinoamérica, la dimensión ideológica actúa en la mente de la personas con poder y estas se enfrentan a problemas reales pero en lugar de dar respuestas a estos los mistifican.

El cuento de la “Leyenda Oscura de Mainor” no es más que uno de los esfuerzos del Dr. Alfredo Chirino por evitar asumir o asumir la menor cantidad de culpa, haciendo parecer que son las víctimas que reclaman, únicamente un grupo de estudiantes inadaptados y feminista (que bien pueden serlo pero hay que recordar que no por esto significa que no lleven la razón) y que sus consignas pasan solamente por el desprecio a las ideas libres de una mente brillante que con su prominente y varonil bigote es irresistible para las estudiantes del sexo opuesto sin importar la edad. Entonces queda enfrentarse a la situación no tratando de pensar como pensaría el Dr. Chirino, ya que dicho ejercicio es inútil e imposible, pero si es fructífero enfocarnos en interpretar desde una perspectiva analitica su actuar.

El Dr. Alfredo Chirino es una persona sumamente privilegiada, por su habilidad para escribir textos jurídicos y su liderazgo en la facultad, además de pertenecer a un sector de juristas en Derecho Penal que son muy reconocidos, dentro de los que entra Javier Llobet, Francisco Castillo, entre otros. Dicha contribución no lo exime de errores y es aquí en donde surge mi mayor interrogante y el punto neurálgico de todo este enredo, que fue la decisión a la que el Dr. Chirino se enfrentó y que será lo que lo habrá motivado continuamente a desechar lo que varios de los y las estudiantes denunciaban con la excusa de que las causas estaban prescritas, como si aquello que entendemos por imperio de la ley estuviera asociado de alguna forma con hacer lo correcto frente a un escenario de abuso continuado, lo cual es frenarlo de raíz.

El Dr. Alfredo Chirino, por quien guardo mucho respeto, se enfrentó en el  muy lejano 2014 a una decisión, lo que no está claro es cuál decisión. Ante esto tengo dos hipótesis: La primera es la que no prefiero seguir, principalmente por que la apoyan los medios tradicionales de comunicación y tiene un tinte simplista, es la versión que nos dice que Don Alfredo ha emprendido un esfuerzo consciente y organizado por encubrir a Mainor como parte de un grupo de profesores que cometen abusos en contra de las estudiantes mujeres de forma exclusiva. Esta versión que raya en la fantasía tiene su contraparte, que es para mí aún más triste y desoladora, ya que implica que Don Alfredo Chirino no nos creyó a mi compañera y a mí cuando denunciamos esto en aquel entonces y que a consecuencia de una serie de preferencias y fantasías suyas sobre Mainor y sobre su forma de dar las clases prefirió enfrentar esto como un malentendido en lugar de ver los problemas de frente.

Esta versión me parece creíble debido en parte a que el modus operandi del profesor abusador en cuestión siempre se ha caracterizado por la intimidación de ideas y la intolerancia a las formas de pensar distintas a la suya, es así como podemos ver que el Dr. Chirino en este contexto se convierte en víctima indirecta y habilitador del abuso, ya que con intenciones de propiciar un ambiente de armonía únicamente ayuda a mantener las condiciones que permiten que esta situación de opresión de la dignidad se de.

Para cambiar las condiciones que permiten que esto perdure es necesario hacer muchos cambios en la sociedad algunos que se mantienen fuera de mi imaginación, por causas que son muy extensas para exponer en su totalidad, pero que van relacionadas a que hoy en día  en la facultad de Derecho quien se ve más fuerte es el profesor Mainor Salas, es el quien logró de forma definitiva consolidarse con su nueva imagen en el modelo del mercado laboral corporativo de los bufetes de abogados y son los medios de prensa escrita quienes se ven más débiles cada vez al presentarnos un poco más de lo mismo. Creo que a pesar de esta gran contradicción hay cosas positivas y no todo puede estar invadido por el pesimismo en primer lugar recalcar el papel de la víctimas como Megan y María Fernanda y las nueve denunciantes cuyo valor inspirador nos recuerda que vivimos en un mundo que aún valora renunciar al anonimato para combatir las conductas abusivas de unos pocos.

En segundo lugar analizar con una lupa el papel de las instituciones tradicionales como los medios de comunicación escrita y la Universidad de Costa Rica como un ejemplo de algo que pasa en las aulas universitarias de muchas partes del mundo. Asombra ver cómo muchos profesores de esta facultad que son abiertos para criticar a la Universidad por sus prácticas para sancionar a miembros docentes o administrativos de otras facultades, callan cuando se trata de hablar de quien molesta a su propio vecino.

Los medios de comunicación escritos debido a su constante interés en convertir esto en una cuestión estrictamente coital nublan la realidad del abuso y se obvia que en ocasiones hay hombres víctimas de acoso y hostigamiento de índole no sexual, el cual califica como un abuso que, por tener una naturaleza distinta no por eso menos valioso. Intervenir la forma en cómo traducimos el dolor en la sociedad es ayudar a los demás a superar este tipo de escenarios y la necesidad de estudiar la violencia en la Universidad, nos dirige a un escalón oscuro y es como la relación de poder en la academia, en las relaciones intrafamiliares y también en las laborales existen estas circunstancias y hay personas que tienen que cambiar. Esto es algo que en el Decanato de la Facultad de Derecho así como la mayoría de instituciones tradicionales de este país han olvidado y permanecen así debiendo a la población ya que lo que se manda a callar es a la parte más vulnerable.

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