En este momento se discute en el plenario legislativo el proyecto de Ley de Educación y Formación Técnica Dual , que pretende crear un programa nacional capaz de vincular a las instituciones educativas (en sus distintas modalidades) y a las organizaciones empleadoras, en un solo sistema cuyo fin es el desarrollo de capacidades para el empleo.
Este proyecto representa, probablemente, el paso más crucial en la consolidación y optimización del modelo de desarrollo de nuestro país, y en cierto modo, le abre las puertas a un nuevo de esquema en el que prevalecen dinámicas de colaboración y alianzas intersectoriales. Tres décadas después de haber iniciado el proceso de apertura de la economía hacia los mercados internacionales —y existiendo evidencias suficientes de los beneficios que le ha traído al país—, tomamos conciencia de que el modelo, en efecto, no está completo. Y no está completo, precisamente, porque la reforma económica no se acompañó oportunamente de una reforma educativa igual de enérgica.
Ese desfase entre la política económica y la política educativa explica, en parte, el problema de desigualdad que experimentamos, puesto que la posibilidad de la ciudadanía para crear prosperidad económica, en nuestros tiempos, reposa en su conocimiento y capacidades para transformar ese potencial en trabajo productivo; ya sea en una empresa con un empleo de alta calidad o en una empresa propia, con un modelo de negocio que aproveche las oportunidades de la economía del conocimiento.
Cuando una parte de la población queda excluida de esas posibilidades, por deficiencias en el sistema educativo, se va incrementando cada vez más la brecha de oportunidades. Pierden las personas, sus familias y el país. Por eso es urgente retomar el buen rumbo y formar a la gente para el nuevo mundo en que vivimos.
El programa de educación dual es el mecanismo de esa nueva forma de desarrollar capacidades, que debe estar basada en la lógica de aprender haciendo. Pero, además, representa el modelo que debe instalarse para construir la siguiente etapa del desarrollo del país: un modelo basado en la colaboración y las alianzas. En los tiempos de la economía del conocimiento la clave para el progreso está en la colaboración. Dice el texto del proyecto de ley: “El presente proyecto pretende, consolidar los sistemas que se han creado en el tema de la formación dual, para facilitar la incorporación de todos los centros educativos y las empresas formadoras, que cumplan con los requisitos de la ley para ser parte del sistema y presenta un sistema novedoso en el que todas las partes, en mutua colaboración, cumplan un objetivo final que es la educación dual de las personas estudiantes, con las capacidades requeridas por el mercado laboral”.
Los programas de educación dual son alianzas público-privadas por excelencia. Se trata de esfuerzos motivados por un propósito común donde todos los actores aportan algo y ganan algo. Juntos se logra más que si cada quien se esfuerza por su cuenta. Esa debe ser la lógica del nuevo modelo, la articulación, la colaboración, el trabajo en equipo. El conocimiento crece de forma exponencial cuando se comparte y se articula, ese es el paradigma central de la era digital.
Hay que celebrar que, como colectivo, logremos superar la discusión añeja entre extremos ideológicos y posiciones antagonistas, según las cuales, si una parte gana, la otra pierde. Resulta imperativo comenzar a trabajar con el enfoque hacia ganar-ganar, ya que no solo es posible, sino necesario. Hay que celebrar que se estén moviendo los paradigmas y que el proyecto de ley vaya avanzando; en primer lugar, por el paso que significa en la reforma educativa, pero también porque representa un modelo de desarrollo que nos permitirá superar el rezago y devolver a la ciudadanía la confianza en esas instituciones, cuyo deber es asegurar que todas las personas cuenten con oportunidades para desarrollarse y prosperar.
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