Hace 20 años el mundo se alistaba para la llegada de un nuevo siglo y de un nuevo milenio, en medio de una gran expectativa ante la inminente revolución tecnológica que se avecinaba.

Durante los últimos años del siglo XX, Costa Rica experimentaba un clima favorable para la atracción de inversión extranjera directa en áreas de ciencia y tecnología, como parte de una estrategia de desarrollo impulsada desde el gobierno de José María Figueres Olsen (1994-1998).

Ese esquema se inspiró en un modelo implementado en países como Corea, Japón, Malasia, Singapur e Israel, el cual ligaba explícitamente al gobierno, las universidades y las empresas de alta tecnología para formar una alianza tripartita enfocada en la investigación científico-tecnológica y en la innovación como ejes dinamizadores de la economía.

Para entonces ya había en Costa Rica empresas de base tecnológica; sin embargo, en 1997 la llegada de la multinacional Intel al país —con una planta de ensamblaje y prueba de productos de alta tecnología— marcó un hito científico, tecnológico y económico, pues impulsó las exportaciones.

En octubre de 1997 ocurrió además que el Gobierno de Costa Rica le propuso al Consejo Nacional de Rectores (CONARE) destinar el edificio que había ocupado la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (AID por sus siglas en inglés), para constituir un centro de carácter nacional en alta tecnología mediante el cual las universidades se vincularan con el sector productivo y así impulsar la atracción de inversiones privadas en áreas estratégicas para el desarrollo nacional.

En medio de este panorama y por iniciativa de varias figuras de la esfera política, académica y empresarial fue que se empezó a gestar un sueño que hoy, 20 años después, es una realidad: el Centro Nacional de Alta Tecnología (CeNAT), programa creado por el Consejo Nacional de Rectores (CONARE) en la sesión N° 5-99 del 2 de marzo de 1999 como un “órgano interuniversitario especializado en el desarrollo de investigaciones y posgrados en  áreas  de  alta  tecnología   y   el   desarrollo  de  proyectos  de  vinculación  e innovación tecnológica con el sector gubernamental y empresarial”.

La bases legales del CeNAT ya habían quedado sentadas en la Ley 7806 promulgada por la Asamblea Legislativa el 25 de mayo de 1998.

En un documento conciso, de solo cuatro artículos, se autoriza el traspaso del inmueble de la antigua AID, ubicado en Pavas, al CONARE para instalar sus oficinas así como las del CeNAT y las de la FunCeNAT, fundación constituida exclusivamente para la administración de fondos públicos y privados girados al CeNAT. Dicha Ley definió además el nombre para el edificio, “Dr. Franklin Chang Díaz”, en honor a un renombrado científico costarricense que además impulsó enormemente al centro desde sus inicios.

Evolución

A través de dos décadas, el CeNAT del CONARE ha desarrollado una amplia experiencia en investigación, gracias al trabajo de sus cuatro laboratorios: Laboratorio PRIAS, Laboratorio Nacional de Nanotecnología (LANOTEC), Laboratorio CENIBiot  y  Colaboratorio   Nacional   de   Computación  Avanzada (CNCA) aunado  a  la  labor de sus cinco programas:  Observatorio Climático y Agromática del Área de Gestión Ambiental, Becas CeNAT-CONARE, CREATEC y Cátedra CeNAT.

Los laboratorios surgieron en diferentes momentos y en circunstancias muy particulares, pero dos décadas después, todos ellos enfocan su trabajo en la investigación y en la innovación, para transformar conocimiento científico y tecnológico en desarrollo.

Además de contar con infraestructura y equipamiento comparable con países del primer mundo, cada laboratorio y programa mantiene activos los principios del CeNAT: trabajo colaborativo e interdisciplinario, rigor científico, comunicación efectiva, responsabilidad y compromiso con la generación de impacto en la sociedad.

Las cifras hablan por sí solas pues solo en el 2018 el CeNAT registró 202 proyectos desarrollados en el marco de la triple hélice (academia, gobierno y sector privado); 319 transferencias de conocimiento; 54 publicaciones científicas; 2 investigadores en el registro de inventores de Estados Unidos; 210 usuarios del clúster (supercomputadora); 126.260 estudiantes y profesores de universidades públicas con acceso a la red Edu-Roam; 5 olimpiadas y ferias científicas en las que se brindó apoyo; 4.000 productores favorecidos con asistencia técnica en temas de variabilidad y cambio climático y 276 publicaciones en medios de comunicación.

Nuestro trabajo no sería posible sin las alianzas con socios estratégicos como la Universidad de Costa Rica (UCR), el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC), la Universidad Nacional (UNA), la Universidad Estatal a Distancia (UNED), la Universidad Técnica Nacional (UTN), el Ministerio de Ciencia Tecnología y Telecomunicaciones (MICITT), el Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT); entre muchas otras instituciones, empresas y centros de investigación de gran renombre tanto nacionales como internacionales.

No todos los episodios han sido fáciles y la búsqueda de recursos para financiar proyectos sigue siendo un desafío. Dos décadas después, el CeNAT del CONARE ya alcanzó la edad adulta y ha logrado consolidarse como un centro único tanto en Costa Rica como en Centroamérica. Creemos que nuestros indicadores reflejan la excelencia, pero para poder seguir creciendo es necesario encontrar un esquema de financiamiento idóneo.

El reto para las generaciones venideras, de cara a la revolución 4.0, es potenciar nuestras fortalezas y explorar oportunidades en nuevos espacios más dinámicos e innovadores.

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