Nosotras hemos sido negadas históricamente; nos han tratado como a una aberración de la naturaleza, como a un error en la creación de un dios que, irónicamente, es perfecto; a algunas de nosotras nos han echado de casa por ser la “vergüenza” de la familia y a otras nos han anulado siempre. En resumen, que han querido hacer como si no existiéramos.
Y así han sido incluso con aquellas que eran poetisas y pensadoras (como Safo de Mitilene de la isla griega Lesbos), con quienes nacieron en Familias Reales (como Cristina de Suecia, a la que tacharon de pervertida por enamorarse de su dama de honor); o hasta con quien ganó el Premio Nobel de la Paz (Jane Addams en 1931, quien prefirió una experiencia pública intelectual en lugar de la vida doméstica, y se le considera como la madre del Trabajo Social aplicado).
Mientras tanto, nuestro amor, nuestras relaciones y nuestros proyectos de vida han sido prohibidos y satanizados a como dé lugar. Incluso en la actualidad, hay cinco países y dos territorios (estados de otros dos países) donde las relaciones homosexuales se castigan con la pena de muerte. Eso sí, la mayoría de esas leyes son más específicas en el caso de los hombres, puesto que quienes las redactaron ni siquiera contemplaban la posibilidad de que las mujeres también seamos homosexuales.
Y hoy, según informa la BBC, aún hay 71 países del mundo donde nuestras uniones están prohibidas. Incluyendo Costa Rica.
Aquí cuando yo vengo de visita con mi esposa e hija (quienes junto con mi madre son las mujeres más importantes de mi vida), sé que para el Estado no somos una familia. Y eso duele. Mucho.
Sin embargo, pese a todas esas prohibiciones, esas historias de terror y esos traumas, aquí seguimos: cada una y todas como comunidad.
Nos hemos convertido en empresarias y emprendedoras, en profesionales de alto nivel, en artistas reconocidas, en madres de familia, en esposas y compañeras, en activistas y en voceras. Y es para visibilizar ese aporte que nacieron organizaciones como ELLA Global Community, la asociación española que dirijo y que está organizando el Festival Internacional Lésbico ELLA Costa Rica.
Se trata de un conjunto de actividades que esperamos reflejen, al menos en parte, la integralidad y la lucha de la mujer lesbiana y bisexual en Costa Rica y el mundo; desde distintos escenarios como el comercio, el turismo, el cine, el deporte y la defensa de los Derechos Humanos.
Además, pretendemos que el Festival Internacional Lésbico ELLA Costa Rica sirva como plataforma para consolidar más al grupo de organizaciones de mujeres lesbianas y bisexuales y reforzar su sentido de pertenencia, porque independientemente del país donde vengamos, somos iguales y nos apoyamos entre nosotras. De eso se trata la sororidad después de todo. De saber que juntas somos más poderosas.
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