¿De qué va la entrevista de esta semana?

Los derechos están formalmente para todas, pero a la hora de aplicarse en la vida cotidiana están distribuidos desigualmente.

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Esta semana, el viernes 8 de marzo, se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Naciones Unidas dice que este día “se refiere a las mujeres como artífices de la historia y hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre”.

Aún así, cuando se las reconoce como “mujeres artífices de la historia”, hay muchas a quienes se les imposibilita ser artífices de sus propias vidas. Ante esa realidad es que existen mujeres cuyas vidas han dedicado a estudiar la sociedad, a formar movimientos feministas; muchas mujeres se han abocado al mundo público, y en general a conquistar cotidianamente espacios que, como diría Patricia Mora, legítimamente nos corresponden.

Esta semana me senté a conversar con Montserrat Sagot Rodríguez, antropóloga y socióloga especialista en género. Actualmente es la directora del Centro de Investigación y Estudios de la Mujer (CIEM), de la Universidad de Costa Rica (UCR). Nuestra conversación va sobre feminismo, retos, estereotipos y diferencias generacionales.

Sagot, de 60 años, es una mujer de mediana estatura y cabello corto. Usaba solo un arete, en su oreja izquierda. Me atiende en las instalaciones del CIEM, una casa ubicada en Barrio Dent. Su oficina es pequeña y el calor es mucho.

Cuando ella era niña, la problemática de una sociedad machista la alcanzó directa y personalmente. Dice que por eso nació su interés de estudiar los temas de género.

“Vengo de una familia, de una línea de mujeres que han sufrido diferentes tipos de abuso. Desde que yo era adolescente, sin entender muy bien la situación, sin tener referentes teóricos o conceptuales, a mí me parecía una gran ingratitud lo que había tenido que vivir mi abuela, mis tías abuelas y mi propia madre”.

Por su vivencia personal, y porque notó la diferencia entre las condiciones de vida de las mujeres y hombres de su familia, es que Montserrat Sagot desde la adolescencia empezó a preocuparse por los temas de justicia de género, igualdad y equidad, y en particular en la temática de la violencia contra las mujeres.

“Esto [su experiencia] me motivó a buscar mucha más información cuando estuve en la Universidad de Costa Rica. Pero no era que cuando yo ingresé a la universidad se brindaran herramientas, porque esto es una cosa mucho más contemporánea, sino que, por mi cuenta empecé a buscar más información”.

La antropóloga y socióloga dice que mantiene intacto el compromiso por la igualdad, pues la historia que vivió su abuela, en la década de los treinta en Palmares, “todavía se repite en mujeres jóvenes de esta época, o sea, que 90 años después hay cosas que todavía no han cambiado”.

Como socióloga, usted por qué diría que el mundo escogió un papel preponderante para el hombre, encima de la mujer, ¿por qué cree que esta perspectiva del mundo prevalece?

—En el terreno de los estudios feministas hay una gran discusión sobre los orígenes de la desigualdad, de la opresión de las mujeres.  Sin embargo, no hay ni teorías ni hipótesis convincentes o unificadas. Algunas autoras ubican el origen del patriarcado hace más de 10 mil años, pero el tema es que, en términos de origen, ya no importa.

Lo importante ahora es que la sociedad se construyó con base de esa desigualdad, y que a pesar de que en 10 mil años han habido cambios: condiciones materiales, en cómo la sociedad está organizada, etc., ese desarrollo original, en el que una sociedad se construye sobre la base de poner en segundo plano a un género y que el otro tenga las condiciones de poder económico y/o poder político, se sigue manteniendo hasta hoy.

Es decir, desde este análisis ¿no se ha logrado saber por qué, pese a los cambios que usted menciona, la sociedad no avanza lo suficiente en términos de género?

—No. En efecto hay autoras que dicen que el tiempo del género se mueve a un ritmo diferente del tiempo de los otros cambios sociales. El tiempo en el género es probablemente el más difícil de cambiar. Entonces, condiciones de desigualdad, por ejemplo racial, se derivan en realidad de la subordinación de género.

Se dice que la opresión de las mujeres es el modelo de todas las diferentes opresiones que luego se construyeron. A partir del modelo de opresión de las mujeres se construyó la opresión racial, de clase, por condición de edad, etcétera.  Es decir, que ahí tenemos el modelo de todas las opresiones.

La oficina de Montserrat tiene un escritorio en L y una mesa redonda, donde estamos sentadas. Su aposento de trabajo tiene toda la pinta de haber sido un cuarto más de la casa donde está el CIEM. Tiene un armario grande con puertas de madera y también hay un estante donde se apilan algunos libros y postales históricas sobre el feminismo.

A mi petición, Sagot empieza el relato de los diversos feminismos. Dice que mujeres con diferentes condiciones han planteado posibilidades de liberación y emancipación distintas. Recalca también que, lejos de buscar un lugar superior a los hombres, el feminismo únicamente busca igualdad.

“Lo que no es cierto, y que más bien es una narrativa construida desde los sectores más conservadores, es que el feminismo es la otra cara del machismo.

Por lo menos de los que conozco, ninguno de los feminismos han desarrollado ni planteado en sus concepciones teóricas y movimientos sociales que la idea es sustituir una idea de opresión por otra”.

PERFECCIÓN UTÓPICA

Entonces desde esta, su apreciación integral, ¿qué son los movimientos feministas?

—En un par de palabras, diría que, desde sus diferentes manifestaciones, son movimientos que buscan revertir las históricas condiciones de desigualdad en las que se han encontrado las mujeres.

Plantean condiciones de emancipación para todas, independientemente de sus condiciones de clase, edad, etc. y además con una perspectiva de utopía.

Esta es, si las mujeres mejoran su condición, la condición para la humanidad mejorará en general. Porque al ser, [la desigualdad de género], el origen de todas las opresiones, mejorar sustantivamente la vida del 50% de la población mundial, en realidad construiría una sociedad más solidaria, más igualitaria para todas las personas.

Incluso, las concepciones más modernas del feminismo plantean que además construiría una sociedad mejor para los animales no humanos y para la naturaleza.

Usted diría que este momento de la historia será recordado por la lucha de legitimar ¿cuáles derechos?

—Aquí tenemos que establecer una diferencia. Prácticamente todos las demandas de las distintas olas del movimiento feminista (la primera ola fue la del derecho al voto, la segunda ola derechos laborales y una tercera etapa que mira hacia otro tipo de derechos) han sido transformadas en leyes o políticas públicas.

Lo que todavía no ha ocurrido es que esos derechos, casi todos reconocidos en el terreno formal, se transformen en una realidad cotidiana para las mujeres. Existen leyes contra la violencia pero las mujeres siguen siendo maltratadas, existen políticas públicas contra el acoso callejero pero las mujeres siguen siendo acosada, existen leyes para que las mujeres puedan tener autonomía y libertad de su cuerpo, pero en muchos lugares no se cumple.

Además, existe un elemento bastante desigual por países que han sido influenciados por los fundamentalismos religiosos, y aquí es donde probablemente entramos, y respondiendo a su pregunta, a la última frontera de derechos de las mujeres, los derechos sexuales y reproductivos.

Recordarán ustedes que, hace un par de semanas estuve conversando con la abogada de Derechos Humanos Larissa Arroyo, quien lleva el caso de una de las mujeres a quienes se les negó un aborto terapéutico en Costa Rica, y también con la presidenta ejecutiva del Instituto Nacional de la Mujer, Patricia Mora, quien contó su lucha por incluir en la Ley General de Salud un capítulo sobre los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, porque hoy por hoy no son reconocidos.

Además, a nivel mundial, no es casualidad que, por ejemplo en Argentina se tenga una lucha convulsa, desde hace años, contra políticos que se oponen al aborto. En países asiáticos, como India o China, ONU alerta sobre las nefastas consecuencias de los abortos selectivos de niñas, que ha dejado al mundo con 126 millones de mujeres menos.

ESTEREOTIPOS, UNA FORMA DE ORGANIZACIÓN SOCIAL

Cuando era niña jugaba a ser dos cosas: secretaria, porque me gustaba toda la idea de usar una computadora, tener un escritorio grande, atender un teléfono, y ser la persona que sabe cómo va todo lo que pasa en la empresa; y también me gustaba pensar que podía ser una fotógrafa de NatGeo, porque ver impreso en una revista paisajes y realidades tan distintas a mi vida, para mi era casi un milagro.

Hoy, unas cuantas décadas después me desempeño en trabajos parecidos. Uso una computadora, tengo un escritorio y sé más o menos cómo andan las cosas en la empresa y también comparto sobre paisajes y realidades distintas: soy periodista.

Pero pequeña, nadie nunca me enseñó sobre las posibilidades de ejercer todo lo que yo creía que me gustaba sin limitarme a ser secretaria, porque hay muchas más profesiones. Lo de la secretaria lo aprendí de la televisión.

Me dice Montserrat que los roles de género están tan naturalizados en la sociedad que es difícil luchar contra ellos.

En el mundo ya existen muchas campañas para cambiar esto, pero romper un patrón que tiene cientos de años es muy difícil

¿Cuáles estereotipos continúan persiguiendo a las mujeres?

—Bueno, hay muchísimos que tienen que ver con muchísimas visiones. Por ejemplo, diferencias entre hombres y mujeres: ¿qué es ser femenina? Es un elemento que se mantiene muy arraigado y que es muy difícil de transformar.

Que las mujeres son débiles, que no tenemos capacidad de liderazgo, que somos más temperamentales, que no tenemos igual capacidad que los hombres para cierto tipo de profesiones como las ciencias o la matemáticas, ingenierías y entonces una ve los efectos de esto en la sociedad.

Por ejemplo, vos ves la propia Universidad de Costa Rica, que es una universidad prestigiosa, totalmente segregada por sexo.

Es decir una institución como esta, de las más ilustradas, no puede por sí sola combatir contra los estereotipos de género. Entonces, andá a ver estudiantes de ingeniería mecánica, ingeniería eléctrica, hay un porcentaje ínfimo de mujeres. A la vez, en nutrición, enfermería y educación se nota un porcentaje muy abultado de mujeres.

Si una mira una escala, que la puede ver en el último estado de equidad de género de la institución, se ve completamente segregada por carreras. Y, lo que vemos en la universidad es el resultado de un proceso social. Por ejemplo, la manera en la que se socializa a los niños y niñas desde que están en el kínder. Se van construyendo estos estereotipos y al final las mujeres no optan por carreras de ciencias, matemáticas o ingeniería.

TRABAJO NO REMUNERADO

Como cuando éramos niños y niñas, y nos preguntaban “¿y sus papás qué hacen?”. Había respuestas de toda índole, y la típica: “mi papá trabaja en X, y mi mamá es ama de casa”.

Ama de casa. Además, me incluyo, se decía como si ser ama de casa no fuera mucho trabajo. Criar hijos e hijas, limpiar, planchar, lavar, cocinar. Ahora, a las amas de casa se les reconoce como trabajo no remunerado.

Al 2011, las horas de trabajo no remunerado de mujeres en Costa Rica era de 51 por semana, según datos de CEPAL, mientras que los hombres solo hacían 21.

Si en algunos círculos se sabe que la sociedad socializa y estimula de manera distinta  a los hombres para que se desarrollen por ciertas carreras y a las mujeres para que se inclinen por ciertas otras, ¿por qué esta información no llega a ser de conocimiento más masivo? ¿Por qué se queda ahí?

—El problema es que la sociedad capitalista, y el mundo en que vivimos, es que está absolutamente montada sobre la división sexual del trabajo.

Si se cae la división sexual del trabajo, que es la que pone las mujeres en tareas de cuido y de apoyo a la familia, y a los hombres más en el mundo público, se caería el mismo sistema capitalista.  

Porque el sistema está creado para que las mujeres hagamos más trabajo doméstico, tareas de atención y de reproducción de la vida y los hombres se ocupen del mundo público, de la toma de decisiones, etc.

No es únicamente un asunto de la organización del género, es que la organización de la sociedad completa se caería. Entonces, existen intereses ideológicos, políticos y económicos, que trabajan en esa línea. Y tenemos intereses en la reproducción de ese modelo: medios de comunicación, iglesias, el Estado, el sistema político...

Para cerrar, Monserrat Sagot, quien viste una blusa cerrada con sus botones hasta el cuello, y de su cuello cuelga una pashmina, responde a mi pregunta sobre las diferencias generacionales entre los grupos feministas en Costa Rica.

A estas alturas, siento que hemos conversado mucho, en poco tiempo. Una diferencia bastante notoria pues usualmente converso con personas dedicadas al ámbito institucionalmente político.

Como académica, Montserrat es directa, sigue un hilo coherente cuando habla e intenta no desconcentrarse al intercambiar sus ideas. El marco de sus lentes es recto y de color naranja.  

Doña Montserrat mi último tema es más generacional. Cuando una habla con chicas más jóvenes y que pertenecen a alguna manifestación del feminismo, ellas dicen que las mujeres feministas mayores, o que pertenecen a la Academia, no comprenden muchas de sus demandas.

—Vamos a ver, yo creo que existe una diferencia generacional grande. Muchas son mis estudiantes, convivo con ellas todos los días en mis cursos. Son muy activas, son muy demandantes. Me alegro porque tienen mucha energía.

Ellas lo que nos reclaman es un poco que 'ya nos acomodamos'.  Es decir, que nosotras por tener una condición económica mejor, por tener salarios asegurados, etc., sufrimos menos los embates del machismo y la misoginia, y tienen absoluta razón.

Yo por mi parte, entiendo perfectamente las demandas de ellas. No considero que ninguna demanda sea ilegítima,  y también entiendo que hay una gran diferencia entre ellas y yo. Ellas van a ser mucho más víctimas del acoso callejero, y estarán en mayor riesgo de violencia sexual, etc. que yo

Las diferencias generacionales y de clase seguirán allí, que de por sí son transversales a la sociedad, y si tenemos una sociedad tan desigual existirán mujeres que estarán en mayor desigualdad que otras. Y, las mujeres jóvenes, precisamente por su condición de juventud,  son más vulnerables en una serie de elementos: económicos, etc. Y en efecto hay feministas mayores que son más intransigentes con las mujeres jóvenes, otras que no tanto.

Pero estamos en diferentes lugares de la vida y de la sociedad, y eso también hay que entenderlo. Entonces, por lo menos desde acá, el CIEM, personalmente digo que las apoyamos en lo que podemos. Pero yo no tengo 20 años otra vez, ni puedo hacer la misma lucha de ella, ni puedo vivir lo mismo.

Pero, creo que habiendo esa gran diversidad de mujeres y de necesidades, diría que todas las manifestaciones del feminismo son necesarias e importantes

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Al terminar nuestro encuentro, ambas nos levantamos de la mesa. De fondo, sigo escuchando los flashes de Eduardo, quien no pierde detalle de nosotras ni de la oficina de la académica.

Como anécdota, Sagot lee las leyendas impresas en las postales feministas que adornan su estante. Y como reflexión dice que uno de los retos principales en la lucha por la igualdad de género es trabajar para que esos avances logrados sean una realidad para todas.

“La ola histórica tuvo resultados positivos. Fue uno de los movimientos más exitosos del Siglo XX. Cambió radicalmente nuestra condición. Lo que pasa es que también creó nuevas élites de mujeres.

De estas nuevas condiciones, hubo mujeres que se beneficiaron más que otras. Mujeres que sí tuvieron acceso a puestos políticos, que sí han tenido acceso a recursos económicos,  a educación del más alto nivel, que sí ocupan posiciones importantes en gobiernos, universidades y grandes empresas.

Pero si uno mira a la gran mayoría, las mujeres no se beneficiaron de la misma forma. Hubo una división muy tajante por clase social y por regiones donde se habita, incluso por nacionalidad.

Los derechos están formalmente para todas, pero a la hora de aplicarse en la vida cotidiana están distribuidos desigualmente.

Entonces éste es el principal reto, o uno de los principales. Hacer que las leyes, políticas públicas, y la normativa, de verdad beneficie a todas las mujeres en su conjunto”.

El feminismo toma fuerza en el mundo. Desde la recién salida del horno Marcha de las Mujeres en Estados Unidos, hasta el multitudinario Ni Una Menos de Argentina. Mientras en España, las mujeres se unieron contra los degenerados del caso La Manada, en África se unen para eliminar la mutilación genital femenina, que según Naciones Unidas se practicó a 133 millones de niñas y mujeres en 2014.

Desde el #BringBackOurGirls de Nigeria, hasta el #WomenShould que plantea una conversación mundial sobre el sexismo.

Nuevamente, en este lado del mundo lo personal vuelve a ser político. Podemos manifestarnos libremente, incluso de maneras irreverentes. Podemos alzar la voz y cuestionar por qué mi compañero de trabajo gana más que yo por la misma labor, o por qué mi pareja trabaja menos en casa o en la crianza de los hijos.

Persigamos cada día la utopía de alcanzar el mundo perfecto. Donde hombres y mujeres cotidianamente alcanzan sus derechos formales. Después de todo, “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.