La noche del 19 de marzo me dormí con la noticia del asesinato de Sergio Rojas. No sentí dolor exactamente, tuve más bien un desasosiego que reconozco bien: busco patrones, sucesiones, listas de datos o lo que sea que pueda darle un orden a mi universo. Y ahí es donde encontré la ecuación exacta de los asesinatos a defensores de derechos humanos.
Mi más reciente investigación para una película está detonada por un acontecimiento sucedido hace 25 años. Una noche 3 ambientalistas mueren quemados (asfixiados) en un incendio de sospechosa causa, pero que oficialmente es declarado como accidental. Por su naturaleza, el proyecto ha llevado una investigación prolongada por 3 años, en la que he realizado entrevistas a personas directa o indirectamente afectadas por el “accidente”. También he visitado comunidades testigos de los efectos de la transnacional maderera contra la que ellos luchaban, además de pesquisas de material impreso tipo textos académicos, fotos y notas de prensa. Como es evidente a esta altura, el asunto me obsesiona. O como se suele decir, pongo el cuerpo donde pongo la palabra.
Esto que yo elijo como ficción, es en realidad un escenario de la vida real para los activistas de derechos humanos. El patrón es siempre el mismo: se oponen a intereses económicos y políticos, arriesgan su seguridad y sus vidas por defender un territorio, una etnia, un paisaje. Los matan, se dan escuetas investigaciones que concluyen en la impunidad de los culpables, las organizaciones sociales se disuelven y el estado permanece ausente.
Si contamos esta historia, estaremos apenas haciendo un gesto muy pequeño frente a la impunidad y el olvido. Nuestra película relata una ética mediante una estética, y eso puede que restaure ese pequeño universo interno. Y todo esto es importante, humano y poderoso, pero una película NO ES una reparación simbólica.
Si no contamos esta historia corremos el riesgo de que se repita lo sucedido. Pero reformulemos: si contamos esta historia y abordamos este reciente capítulo con la presencia del estado y su responsabilidad, evitamos que se repitan los hechos.
Volvamos a los números. Una ecuación plantea una incógnita: X
Defensores en pugna con Intereses Privados. Intereses Privados que tienen como aliado ejecutor al Crimen Organizado; al ''amparo'' de un Estado Ausente y una prensa que, hasta el momento en que X se precipita ha sido una Prensa Silente. X parece ser entonces un asesinato: Sergio fue baleado en su casa, Berta fue baleada en su cama, Marielle fue baleada en su ciudad y Jairo fue asfixiado en la playa que cuidaba. Sólo por citar lo más sonado.
Pues no, no es un asesinato aislado la X en la ecuación. Ellos no son el objetivo final de esa sucesión de cálculos que acaba en crimen concertado. Entonces X podría definirse como la tipificación de un crimen político: a Marielle la alcanzaron 4 de los 13 tiros disparados, a Berta le dieron 3 tiros en el abdomen, a Sergio al menos 15 disparos y a Jairo un golpe en la cabeza. A pesar de que lo inmediato son las muertes a las defensoras, el objetivo no son ellas. El objetivo es difundir un mensaje poderoso. Un mensaje que debe pulverizar al movimiento que se opone a los intereses, extinguir sus bases y organizaciones aliadas. Pero ojo, tampoco ese es el objetivo final. Volvamos a las fuerzas en pugna (D >< IP), el poder versus la fragilidad. El número IP suele tener a la clase política como su aliada; y la fragilidad tiene al número D como sus guardianes.
Costa Rica se vende ‘sin ingredientes artificiales’, pero sin los mártires ecologistas no habría el imaginario verde del que hoy nos nutrimos. Este pequeño país mítico en lo ecológico, lamentablemente está listo para su mea culpa de hechos que reflejan la voracidad que como especie nos está llevando a la extinción.
Entonces entiendo la lógica: el objetivo final somos nosotros. Nosotros que no somos cientos sino miles o quizás millones. El objetivo es atomizarnos, volvernos temerosos y esquivos de las causas valientes. Hacernos temer más por la usurpación de la propiedad privada que por la muerte de seres humanos y la desaparición de los ecosistemas.
En mi ficción, aliados, familiares y ecologistas sobrevivientes emprenden una investigación secreta para descifrar ese ‘accidente‘ con graves omisiones de la policía y el silencio de la prensa. Imposible medir hasta dónde los llevarán los hallazgos de estas muertes, por defender lo que locales y extranjeros nombran como el paraíso en la tierra.
Somos corazón de Latinoamérica, somos el corazón.
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