La actividad cívica y política requiere, idealmente, el involucramiento permanente de los ciudadanos. Pero en la práctica, esto no ocurre. Es una proporción baja la que se mantiene alerta y activa en los temas y problemas de la colectividad. El resultado de esto es que hay muchas quejas sobre “argollas”, “oligarquías políticas” y demás, pero pocos esfuerzos concretos por atacar esa debilidad de las democracias modernas.
Pues bien, ahora, en estos días, ya, los costarricenses tenemos la oportunidad de promover un cambio que repercuta ampliamente sobre nuestro sistema de gobierno y solo exige que nos manifestemos por cualquier medio, a favor. Me refiero al trámite del expediente 20.127 en la Asamblea Legislativa. Ese proyecto de ley busca reformar la Constitución para lograr esencialmente tres propósitos: dar más representatividad a los ciudadanos, hacer a los diputados más responsables ante los votantes y mejorar la calidad de la representación.
Lograr esto no es fácil. Métodos y sistemas de elección y representación hay muchos en las democracias modernas. Y cada quien tiene sus preferencias y prioridades.
Tampoco es fácil que una reforma de esta envergadura— cuyos detalles se pueden consultar en el expediente y han sido explicados por muchas personas especialmente el Grupo Cívico “Poder ciudadano Ya”, liderado por Abril Gordienko —sea conocido por el Plenario de la Asamblea Legislativa.
Este proyecto se encuentra a las puertas de ser votado por ese plenario, no para decidir aún sobre su contenido final, pero sí para permitir que esta importante discusión tenga lugar.
Si el Plenario lo admite, irá a una Comisión para su estudio, examen y dictamen. Aclaro esto porque en el clásico espíritu conservador costarricense algunas voces y plumas —muchas poco informadas— ya se han manifestado en contra y amenazan con impedir que el proyecto continúe su proceso democrático. Esto sería muy lamentable.
Nuestra democracia requiere aires frescos; reformas viables y que respondan a la altura de los tiempos. La discusión de estos cambios, sobre una base concreta, no elucubraciones y sueños de una noche invernal, concitaría un sano debate sobre algunas de las debilidades de nuestra democracia. El proyecto no es, como nada lo es, la panacea ni una “pomada canaria”. Pero sí es una propuesta coherente, con base empírica, con estudios comparativos y serios.
Ciudadanos y ciudadanas, manifestémonos en favor de que el Congreso dé luz verde a una discusión seria y necesaria de reforma política.
Señores diputados y señoras diputadas, voten sí a la propuesta, para refrescar el debate, iniciar reformas políticas de calado dirigidas a fortalecer esta democracia ya casi bicentenaria.
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