Expresidente Arias acusado de violación y abuso sexual” decía el reporte visto con prisa esa noche. “…Nono Antillón”, escuché  al día siguiente y me distraje en mis recuerdos de un programa de televisión al mejor estilo de una lista de reproducción de youtube de comerciales noventeros. El breve viaje de época me deja una sonrisa inoportuna para regresar al tema que puebla la mesa del almuerzo y desde una ingenua convicción acato a decir: -¿Nono? Entonces debe ser verdad. Mi contraparte, observa el desatino de mi comentario y recuerda que no hay razón para que, la noticia del día anterior no sea verdad. Su mirada me hace comprender, asiento, me disculpo.

Llega a mi celular el meme de un nuevo “tocador para la Liga”, el selfie del acusado con el “negro de whatsapp” y un montaje en video con el Nobel como bailarín de estriptís, bailando frente a un recién nombrado director técnico de un equipo del fútbol nacional. El tema, se reproduce al día siguiente en las noticias que escucho por radio en la mañana, lo mismo ocurre durante la presa de autos de me acompañan de regreso. Y mis días y noches, igual.

Fin de semana. Cena. Un amigo me habla de la estridencia de su jefe, justificada porque su nueva novia “no se lo presta”. Interrumpe la llegada de la cuenta a la mesa, inercia, toca ir a pagar.

Visita familiar. Se recicla el “tocador para la liga”, los memes y las denunciantes. Y llega el momento incómodo, después de la risa, de la opinión cara a cara, en la mesa sobre la que se pondrá el café.  —Sí, siempre se ha sabido… —El otro es peor, todos saben que a varias les puso casa… Una mujer pregunta: ¿Por qué hasta ahora? El hombre más longevo de la mesa dice: “esas cosas son delicadas, difíciles de sacar. Será la palabra de uno contra la del otro, aquél hará amago de conciliación y al final todo quedará en nada”. —¡Salvo la imagen pública! esa sí que le quedó dañada.

La… ¿Imagen pública? Interrumpe la alarma del horno indicando que está listo el pan.

Cual corolario semanal, regresando de la visita dominical noticias, intervenciones y recuerdos se mezclan y aparecen atemporales:

Antiguo jefe —de inmejorables atestados académicos—:

— ¿A quién contrataron mae?

— Una muchacha pero acaba de salir de la “u”.

— Es la que me enseñaste en Facebook? No importa…esa “güila” es una “rrrrrrrhhhiiiiiiiica”

Risas.

Reunión, sobre el proceder de una directiva de una empresa:

— Esa mae está loca.

— ¡Toda la vida! el doctor decía que siempre que venía de malas era por que el marido no “le daba”.

— Vale que es el marido, porque yo “no le doy ni por plata”.

Risas.

El recuerdo de una propuesta de personeros de una universidad estatal de crear un código de vestimenta para las mujeres y evitar así incidentes por acoso. Una propuesta similar publicada quince años después por el Organismo de Investigación Judicial, recomendando evitar el uso de prendas cortas en ámbitos como: el barrio, el vehículo y… ¿la casa?

Yo, regresando de clases caminando por San José, dándole la razón a mi papá por no tomar un taxi, después que un hombre tuviera la amabilidad de desistir de asaltarme, dejando eso sí, su mano marcada en mi muslo.

Yo, esperando una mañana el bus para ir a casa. Un hombre, viendo un periódico con pornografía que se vendía a pregón, de día, en buena parte de los puestos de prensa de las esquinas, comentándome el terrible espectáculo de aquella publicación. Dos minutos después, yo, corriendo con la suerte de encontrarme a veinte metros una patrulla de policía para acusar al hombre que debajo del periódico exponía sus partes íntimas. Yo, riendo de la anécdota al recordar a los guardias reportando el incidente por radio diciendo: “veinticuatro, veinticuatro, sujeto enseñando la túnica, sujeto enseñando la túnica”. Pero luego también yo con vergüenza y miedo, al ver la cara de mi papá esperándome afuera de la casa visiblemente preocupado, tras recibir la alerta de la policía reportando la captura del sujeto. Yo, ahora en su abrazo, desistiendo de la denuncia por miedo a represalias.

Y para mi sorpresa, una vez más yo…con seis o siete años, viajando de pie en un bus lleno de gentes y de compras, desconcertada ante el roce de la entrepierna de un desconocido en mi hombro, aprovechándose del movimiento de la gente con el intercambio del freno y el acelerador, suscitando en mi algo que hoy llamaría desconcierto y…vergüenza.

Mi memoria me hizo titular de mi propia nota, me dio a probar una medicina de mi propia duda. Ningún personaje público, misma verdad opacada, mismos sentimientos, parecido número de años, misma… ¿resignación?

Años después del incidente del autobús, comprendí lo que sucedió cuando me presentaron la palabra masturbación. ¿Cómo podría entonces, hoy demostrarlo? ¿El excelentísimo tribunal de las redes sociales, acataría un alegato de tal ingenuidad? ¿Cómo justificar esta avalancha súbita de recuerdos? ¿Será el ruido de las risas el que engavetó mi primicia, o el que retrasa hoy nuestra conciencia? ¿Será la cadena alimenticia de los “likes” la que nos hace aliarnos al más fuerte, aunque la fuerza hoy sea el consumo de personas que reivindican un “algo” a lo que se “le da”, o un algo que se “coge”? Será que nos detenemos un día a pensar que cuando en una “mejenga” alguien grita “perras” se insinúa que un jugador es malo porque se lo califica con un atributo femenino, al que debemos sumar la connotación sexual que se ha impuesto a esa palabra? Me pregunto, ¿cuáles serán las raíces, la semiótica detrás de los montajes y memes que nos ayudan a digerir, hasta la laxitud? Suceso tras suceso.

¿Risas para esta historia anecdótica? Muy fácil, mi chota interna, tras re-leer mis palabras me sugiere: “diay ¡que dicha que ya no andás en bus!”. Mas la evocación de momentos, chistes, noticias, otrora inofensivas, hoy desbordan mi propio asombro y desnudan mi complicidad silenciosa.

Las palabras crean mundos, escuché un día. ¿Será que empezamos a ser ciudadanos activos moldeando de una forma nueva la sociedad que expresamos, con estas, las palabras? ¿Será que aprovechamos esta oportunidad única de tener en los labios, antes que en la ley, la posibilidad de acelerar un cambio? ¿Uno? De toda la lista de segregaciones y brechas que tenemos el reto de superar…

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