Recuerdo una vez más a Isaac Felipe Azofeifa hablando del palanganeo tico. De lo difícil que nos resulta tomar decisiones, ese eterno designio de tibieza que nos ha marcado idiosincráticamente desde que nos avisaron que éramos independientes. Es como si no supiéramos diferenciar entre prudencia y negligencia.

Patear la bola, eludir, evadir, lo que sea menos resolver. Y después: la avalancha. No es barriendo aquello que nos incomoda debajo de la alfombra que ponemos la casa en orden; el progreso no se construye dando vueltas en espiral.

La no firma de la norma terapéutica no solo nos ha colocado en posición de riesgo en la Corte Interamericana de Derechos Humanos —que podría terminar condenándonos... otra vez— sino que pone de manifiesto el resultado inevitable de nuestra falta de voluntad y compromiso. Le seguimos teniendo miedo a los fantasmas y con eso no hacemos otra cosa más que alimentarlos.

El triste despliegue de nuestro triste Congreso dejó claro que el bloque conservador sup...