Erase una vez una australiana que soñó con mujeres en un barco. Fabian no sabía quiénes eran, ni adonde navegaban; en el sueño no había mapas. Una colega oyó la historia y le dijo que ese barco repleto de mujeres navegaba hacia Antártida. Y Fabián dijo ¿y por qué no lo hacemos hacemos realidad? Hoy casi tres años después ese sueño es una iniciativa llamada Homeward Bound, que significa “volver a casa”. La historia tiene un vínculo con Costa Rica, pero no me quiero adelantar.
La naturaleza es esa casa común a la que hay que volver ¿qué mejor lugar natural que Antártica? Conocido como el sexto continente, es un lugar de paz y ciencia que no le pertenece a nadie y nos pertenece a todos. Un lugar fantástico que nunca ha visto una guerra.
Como Fabian tiene una trayectoria de trabajo con líderes empresariales australianos, decidió integrar sus conocimientos en el diseño de Homeward Bound e incluir herramientas de liderazgo en los módulos del programa. Participan mujeres con formación académica –ciencias naturales y ciencias sociales– la mayoría con doctorados y que tengan trayectoria en algún campo relacionado con la protección ambiental desde químicas y ecólogas hasta ingenieras, antropólogas y planificadoras urbanas. La meta es apoyar el liderazgo de mujeres comprometidas con la protección climática. Las participantes trabajan por un año virtualmente y culminan el proceso con un viaje a la Antártida.
Homeward Bound quiere llevar a mil mujeres a Antártica a lo largo de una década. Desde el primer viaje de Homeward Bound hubo una conexión con Costa Rica. La primera es que tuve el honor de ir en el viaje inaugural que zarpó en diciembre 2016. Así conocí a Fabian Dattner. Casi 80 mujeres navegamos desde el “fin del mundo” –también conocido como Ushuaia en Argentina– y llegamos a Antártida y allí estuvimos por tres semanas.
La tercera expedición está en Antártida desde la semana pasada. En el barco está la segunda participante costarricense en Homeward Bound: la oceanógrafa, Melania Guerra (En “Tica Polar” pueden seguir su viaje). Otro vínculo es que Christiana Figueres, la célebre diplomática costarricense, es parte del grupo que guía a las participantes en este viaje en que está Melania. Christiana es una figura global que lidera la iniciativa Mission 2020. Es magnífico que dos ticas estén en este tercer viaje. En el cuarto viaje de 2020 contará con otra costarricense, Mónika Naranjo.
El programa pasó de tener 8 nacionalidades en la expedición en que participé en 2016 (y solo yo era de un país en desarrollo), a tener 18 en la segunda y 26 en la tercera. Hoy se han sumado participantes de Argentina, Brasil, Colombia, México y Venezuela. La firma que más visiblemente ha apoyado el concepto es la empresa energética española, Acciona. La agencia EFE, la cuarta más grande del mundo, se ha asociado también a Homeward Bound y esto llevará a que haya muchas más historias en español
La experiencia de este programa deja huella: es inusual convivir con casi 80 mujeres cada día en un mismo barco por tres semanas, es inusual estar desconectadas de todo (y en mi caso, hasta de internet), es un programa de trabajo intenso pero que tiene como premio el acceso a la belleza que rodea el barco cada día, con majestuosos icebergs y animales polares.
Pero ni la magia, ni el detox, ni esa paz blanca tapan una dura realidad: la Antártica se derrite. A eso hemos llegado; a derretir el continente con el frío más extremo del planeta. Homeward Bound nació en el momento justo para muchas de nosotras. Debemos ser fuertes porque hay que empujar ideas grandes pero también habrá grandes resistencias. Victorias y retrocesos. No se trata de competir con hombres. Ese no es el punto. Necesitamos hacer equipos más fuertes y más diversos. Ojalá muchos hombres apoyen Homeward Bound.
El mundo cambia porque se vuelve inevitable, pero los cambios deben ocurrir mucho más rápido. ¿Sabía que por mucho tiempo la Antártida se la llamaba el “continente de los hombres”? Por décadas estaba incluso prohibido que las mujeres fueran en las expediciones a la Antártida. Por eso cuando estaba allá me sentí tan agradecida y pensé en las innumerables mujeres que murieron sin ver su sueño realizado. Todo por las limitaciones que la sociedad puso a las mujeres. Por eso, como mujer, y a pesar de todas sus paradojas, prefiero trabajar en el siglo XXI que en siglo XX.
Al escribir me inspira que alguna lectora lea este artículo y cierre los ojos. Que se imagine frente a icebergs y pingüinos y como futura participante de Homeward Bound. Que piense en Fabian cuando tuvo aquel sueño de mujeres en el barco y ella también se diga “¿por qué no?”. Que esta década muchas costarricenses seamos parte de las mil y una mujeres de la Antártida.
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