Hace no mucho tiempo, había un debate acalorado respecto a sí las mujeres deberían votar o no, había algún hombre en el poder que negaba rotundamente que fuera necesario, quizá había alguna asociación de profesionales que, con base en un artículo, fundamentaba que todas las que votaban en otros países después se iban a arrepentir, habían mujeres que no consideraban importante votar, había oposición de diferentes grupos y había quien dijera que no era una prioridad, fue dura la lucha de las sufragistas. El punto medular era al temor de que las humanas pudieran elegir.

En la actualidad, la decisión sobre el aborto impune y la Norma Técnica que regule como se acata lo que dice el artículo 121 del Código Penal la tienen el presidente Alvarado o su ministro Rodolfo Piza —no me queda claro quién manda—, Daniel Salas como ministro de Salud y Román Macaya presidente ejecutivo de la CCSS, son esos hombres los que toman decisiones por la salud de las mujeres. También podrían considerarse otros actores secundarios como el presidente del Colegio de Médicos y Cirujanos, el máximo líder de la Iglesia Católica y así por el estilo. ¿Cómo podrían ellos empatizar con un tema que no les toca la piel? Especialmente, considerando que ya vienen preconfigurados con el recelo histórico a las elecciones de las mujeres. Sigue siendo un tema de género.

Siguiendo en la línea de las decisiones, en el sistema de salud público y privado hay diferencias sustanciales en relación con el criterio de la mujer, por ejemplo en el privado se puede elegir que le administren analgesia epidural —técnica que reduce de manera muy importante el dolor que generan las contracciones— mientras que en la CCSS hay que parir con dolor. Otro ejemplo sería decidir la vía de parto ya sea vaginal o por cesárea, en el servicio privado es posible —la cirugía se da en la gran mayoría de los casos— mientras que en el sistema público, esta decisión la toma el equipo de salud, no la madre —la relación vaginal-abdominal se invierte—.

No voy a entrar en el tema de las buenas prácticas gineco-obstétricas por el momento, ni en qué espacio es mejor la atención, quiero capturar su atención al respeto por la autodeterminación de la mujer, dado que a ellas en el sistema privado se les expone la información necesaria e importante: riesgos, ventajas, desventajas, complicaciones y demás, posterior a esto y al consejo gineco-obstétrico la mujer decide, aunque quisiera aclarar que es posible que la recomendación del profesional de salud impere en muchos casos. No hay que olvidar que las personas profesionales en salud somos facilitadoras.

De lo mencionado anteriormente se podría inferir que el dinero representa poder de decisión para las mujeres, si es un factor muy importante de inequidad social en este tema y mucho otros, pero pasando de la superficie a la profundidad, en el tema de la salud reproductiva prevalece una superposición del conocimiento que tiene la persona profesional de la salud para ser quien toma la decisión por la mujer, ya que sabe mejor lo que conviene. Como profesional he tenido la experiencia de requerir la atención de mi salud para un problema específico y aunque posiblemente tenía más conocimiento que quien me curaba y cuidaba, se hizo lo que decía el equipo, la organización, distribución de acciones, manejo interno del personal, las jerarquías internas, las guías y protocolos, los tiempos programados de atención, los compromisos de gestión. También estuve a expensas de la diversidad de la formación académica, el burnout, los cambios de turno, la necesidad de materiales y recurso humano, las limitaciones estructurales, muchos papeles que llenar que, entre otros factores, competían conmigo.

La decisión de mi cuidado la tomaron más arriba, entre las políticas, normas y reglamentos ministeriales; y un paso más en alto, las leyes que en algún momento hicieron los diputados o diputadas que en ocasiones demuestran un profundo desconocimiento en el área en discusión, y subiendo al siguiente escalón, las recomendaciones de tratados internacionales y grandes referentes, en este caso, la Organización Mundial de la Salud, pero acá hay que dilucidar que en otras necesidades de salud si se aplica, por ejemplo tuberculosis y malaria, pero no en el caso de salud reproductiva, o solo parcialmente, porque es un tema específico de lo que atañe a las mujeres, su sexualidad y reproducción, es un tema de género. Esto alcanza al sistema de salud público y privado.

Considero que las mujeres somos capaces de tomar buenas elecciones, especialmente si se trata de nuestras necesidades, cuerpos, destino y vida,  hay muchos ejemplos de liderazgos femeninos virtuosos en nuestra sociedad, solo hay que abrir los ojos para verlos. Nosotras tendremos la sabiduría para consultarle a las ciencias exactas y sociales de modo que podamos obtener la información requerida para optar por lo mejor.

El tema del aborto impune no se trata de quien tiene la razón, no de dos ejércitos en guerra virtual, no de partidos políticos, no de normatización, la cual es necesaria, no tiene que ver con egos inflados en debate, de opiniones encontradas, de estrategias y cálculos políticos. Se trata de Ana y Aurora, dos mujeres que comunicaron al sistema de salud su decisión, la cual era compatible con las buenas prácticas gineco-obstétricas y no fueron tomadas en cuenta.

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