¿Han caminado entre manglares? Es una sensación difícil de describir. Conforme se avanza se van encontrando distintas especies una tras otra, Costa Rica es privilegiada en cuanto a la diversidad de mangle.

La composición de los manglares es compleja, observando el perfil, se pueden ver como conforme se llega al borde del manglar las especies van cambiando, presentando distintas adaptaciones que han tenido que desarrollar para sobrevivir a condiciones complicadas.

Justo cuando llegamos al final del manglar comienzan a verse unas raíces de gran tamaño, que en conjunto con el suelo, complican el poder avanzar. Dichas raíces son de la especie Rhizophora mangle, son realmente grandes, sobresalientes, que les permite sobrevivir a un entorno complicado, producto de distintas variables que se encuentran en las costas como la salinidad, las mareas, las corrientes marinas, la sedimentación. En esas sorprendentes raíces encontramos la adaptación para filtrar el agua y los nutrientes, así como  un soporte único para sobrevivir a un ambiente que puede desestabilizarles.

Realmente son pocas las personas que se atreven a recorrer un manglar y más pocas, quienes se dedican a cuidarles a pesar de que los manglares proveen distintos servicios ecosistémicos, como el servir como lugar de reproducción de distintas especies de peces –que incluso tienen un alto valor para la pesca-, la regulación climática, y la protección a las comunidades de las zonas costeras (los manglares juegan un papel importante en la prevención de desastres causados por fenómenos naturales, si, como los que hemos tenido en los últimos años, dado que funcionan como barrera natural). Además los manglares logran absorber hasta tres o cuatro veces más carbono que los ecosistemas terrestres, tomando así un rol importante en temas de adaptación al cambio climático. ¿Suenan importantes? Bueno, su conservación lo es, pues es la única forma de que estos complejos ecosistemas sigan dando sus servicios.

Conservación en manos de mujeres

Pero retomando la complejidad de trabajar en estos ecosistemas —al hablar de mangle se me sale lo técnica—, hay un sector de la población que siempre toma las riendas y lidera el proceso en las distintas comunidades costeras, y ese sector es el de mujeres. Es que cuando hablamos de la conservación de manglares, el liderazgo femenino es el que resalta, avanzando y empoderándose en medio de esas increíbles raíces.

Son ellas las que aceptan el apoyo de profesionales para poder aprender sobre la conservación de manglares, a pesar de las opiniones contrarias que llegan a recibir de la propia comunidad y el alto desinterés del resto de la población.

El proceso que ellas desarrollan es muy diverso, en Costa Rica se ha apostado, principalmente, por la reforestación de manglares como una medida para la conservación, y en esto desempeñan un rol importante las autoridades nacionales y las organizaciones no gubernamentales, como Conservación Internacional (que se enfoca en el trabajo con comunidades costeras en conservación y gestión de los recursos marinos), que trabajan brindando capacitaciones y asesoría en los temas para que sean ellas quienes desarrollen el proceso, porque solo empoderando desde lo local es que los procesos son exitosos.

Ellas son las que se encargan de identificar las zonas degradadas, gracias al conocimiento que manejan sobre su comunidad, son las que desarrollan la recolecta de semillas o plántulas, para lo cual deben ingresar al manglar, sí, a esa zona que mencioné al inicio, y llevan la elaboración y mantenimiento de los respectivos viveros, para finalmente llevar a cabo la siembra de cada uno de los individuos. Cada parte del proceso la realizan con esperanza y con la convicción de que están haciendo un cambio, y que este cambio les incluye dentro del sistema de producción económico.

Con la conservación, se desarrolla la gestión sostenible de los recursos naturales, por esta razón, las mujeres que trabajan con manglares han ideado opciones para implementar una opción más para el turismo (es una de las experiencias más increíbles caminar en un manglar y poder observar las distintas especies de fauna, incluyendo aves que son características de los manglares), además mejoran y posicionan en el mercado el comercio de moluscos. También han desarrollado algunas opciones alternativas para reducir la presión sobre los manglares, relacionadas con comercialización de recursos agrícolas. Por lo anterior, es que las mujeres que trabajan con manglares han encontrado en ellos una opción de generar ingresos y se han vuelto participes del sistema económico, mismo que había excluido a las mujeres como generadoras.

Trabajo sin rostro femenino

A pesar de que son las mujeres quienes ejecutan y mantienen los procesos a nivel local, hay un desafío enorme, que quienes trabajamos con la gestión y conservación de los ecosistemas marinos y costeros, incluyendo los manglares, nos planteamos a diario: ¿cómo visibilizar a esas mujeres que trabajan desde lo local? Y hablamos de una visibilización en los espacios de toma de decisiones, los cuales siguen siendo liderados por figuras masculinas, con una baja participación de mujeres, lo que excluye la perspectiva de género de las decisiones que se deban tomar, por lo tanto no se da inclusión real y las condiciones siguen siendo limitantes para las mujeres.

Sin embargo, a pesar de esas limitaciones que les presenta la sociedad, cada vez que veo a estas mujeres trabajar, que escucho sus vivencias y que entiendo todo el proceso que han llevado, de cómo los manglares les han permitido ser y desarrollarse como mujeres libres y empoderadas, solo recuerdo la frase de Nelson Estupiñán, poeta ecuatoriano, que decía sobre los manglares “son una forma de vivir, de cantar y sonreír”. ¡Es que estas mujeres han encontrado en el manglar un estilo de vida!

También ellas han logrado transmitir este estilo de vida a las generaciones que vienen y ya eso se siente al escuchar las instrucciones de algunas niñas sobre cómo debe sembrarse el manglar y porque es importante hacerlo, mientras caminan entre esas raíces de manglar, sin dudas, disfrutándolo y enseñándonos a quienes debemos aprender de ellas.

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