El pasado viernes 30 de noviembre, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) publicó mediante redes sociales la aprobación de la terapia hormonal para personas trans por parte de su Junta Directiva.

Como era de prever ante una noticia de este calibre, las reacciones no se hicieron esperar. Basta tener cuenta en Facebook o Twitter para ver el repertorio mixto de opiniones positivas intercaladas con fuertes desacuerdos a que la Caja utilice “el dinero de todos” para “satisfacer caprichos de unos pocos”, que “mejor utilizaran el dinero para mejorar las listas de espera” y otros tan elocuentes como “ahora sí la volaron estos…”.

Este artículo va dedicado a aquellas personas que creen, erróneamente, que la diversidad sexual es un invento o capricho, y que como tal, no merece la atención de un sistema de salud, y mucho menos uno socializado como lo es la Caja.

La identidad de género y orientación sexual no son decisiones personales, son hechos físicos producto de un sinfín de variables genéticas y ambientales durante el desarrollo gestacional.

La literatura al respecto es amplísima, pero en aras de mantener una línea sencilla y poco técnica en torno al tema, me basaré a continuación en un capítulo del Progress in Brain Resarch.

La diferenciación genital y la diferenciación cerebral son procesos independientes. La conformación de los órganos genitales en femeninos o masculinos ocurre en los primeros meses del embarazo, mientras que la diferenciación cerebral ocurre hasta la segunda mitad de la gestación. Debido a esto, puede no haber congruencia entre uno y otro.

¿Qué es eso de diferenciación y arquitectura cerebral? El cerebro masculino y femenino muestran marcadas diferencias en peso de masa cerebral, tamaño de ciertas regiones funcionales, configuración de las conexiones entre regiones y niveles de neurotransmisores.

¿Qué contribuye a la diferenciación cerebral? Distintos picos hormonales (testosterona, estrógeno, progesterona) en periodos claves del desarrollo gestacional, “fijan” las estructuras orgánicas cerebrales y sus circuitos de comunicación. Esto impacta, entre otras cosas, rol de género, identidad de género, orientación sexual, cognición, comportamiento agresivo y organización de lenguaje.

¿Qué influye en esos picos hormonales? Factores genéticos, factores hormonales propios de la madre así como extrínsecos (uso de algunos medicamentos durante el embarazo), respuesta inmunológica.

¿Qué evidencia hay de esas diferencias cerebrales? Durante el Congreso Europeo de Endocrinología 2018 se presentó el más reciente estudio que demostró patrones de activación cerebral asociados al género con el que el paciente trans en cuestión se identificaba, esto mediante la valoración por resonancia magnética de cada uno de los participantes.

El ambiente (físico y social) en el que crece un niño no impacta en su identidad de género. Las características en arquitectura cerebral antes mencionadas son permanentes una vez que finaliza el embarazo, por lo que el entorno psicosocial en el que se desarrolla un individuo no producirá cambios a nivel orgánico de su estructura cerebral.

¿Qué impacto tienen estas diferencias cerebrales y la incongruencia corporal en la salud de las personas trans?Aquí entra el concepto de disforia de género, que en palabras sencillas consiste en la angustia y desesperación que experimenta una persona al encontrarse en un cuerpo que no se ajusta a la identidad de género con el que nacieron. Es un trastorno tipificado en el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (DSM-5) de la Asociación Americana de Psiquiatría.

Esa angustia puede llevar a una persona trans a múltiples conductas que afecten su salud física, como por ejemplo el uso no supervisado de hormonas y otros medicamentos y la realización de cirugías clandestinas.

En síntesis

La diversidad sexual (se incluye a la población heterosexual) no es un capricho personal, es el resultado de una serie de interacciones complejas y variables durante el desarrollo gestacional que en muchas ocasiones no son bien comprendidas ni aceptadas a nivel social, lo que repercute a nivel físico y mental de las personas involucradas y sus familias. Estos son, dicho sea de paso, los tres pilares de la salud según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Tal es el panorama, que no tiene por qué sonar escandaloso que la Caja asuma el rol que le corresponde en velar por la salud de la población costarricense según su misión y visión, sin discriminación alguna, siempre a la vanguardia del progreso social de nuestro país.

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