“Buenas tardes”, digo yo, tan parisina. Y el chofer del bus de Sabanilla de Montes de Oca me dirige una mirada agresora en sí misma; una mirada que parece contener toda la rabia que le da su trabajo, el tedio de subir y bajar —quién sabe cuántas veces al día— del cristo al centro y del centro al cristo, entre pitazos, humo, calor, ruido y furia.
“A este señor hay que triplicarle el sueldo”, pienso y lo sostengo y lo voy a argumentar. Nosotras las (personas) ciudadanas progres, del muy progre cantón de Montes de Oca, nos rasgamos las vestiduras ante la falta de civilidad de los chóferes de autobús. Nos enervamos y decepcionamos de la falta de educación de esos señores cuasi analfabetas que conducen aquellos armatostes atronadores. Así de contradictorio.
Pues bien, la propuesta es: qué tal que ser chófer de bus dejara de ser un trabajo basura. Qué tal que un chófer de bus tuviera que pasar una prueba de aptitud física, psicológica y cívica; qué tal que el salario fuera jugoso, que una joven persona pudiera hacer jornadas de cuatro horas, que una persona universitaria pudiera considerar ser conductora desde el alba hasta el mediodía, y alumna de la U por las tardes.
Entonces ya no tendríamos que ver cómo educamos al chófer ese que finge no verte en la parada, que para solo cuando le da la gana, que se muere de asco cuando se sube una persona mayor y que maneja como endemoniado y se echa un pulso con el tren a ver quién pasa primero el cruce. Ellos mismos querrían conservar su trabajo y lo honrarían, porque sería un puesto deseable.
Esta es la solución que le veo, porque lo otro es estar siempre enojada, decepcionada ¡y hasta sorprendida!, porque el chófer de bus no tiene la educación y los modales de nosotras los trilingües graduadas de colegios de pago.
Tal vez en un futuro no muy lejano un estudiante de filosofía pueda estudiar gracias a su trabajo de medio tiempo de chofer. Casi puedo verlo, yendo tranquilo y sosegado entre las presas de carros, pensando en el concepto de felicidad en Schopenhauer.
Parece un chiste y lastimosamente por ahora lo es. Un chiste bien clasista, por cierto. Pero podría no serlo, si fuéramos todos menos clasistas. Reitero y sostengo: hagamos de chófer de bus un trabajo bien cotizado. Y veremos.
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