Ante la coyuntura nacional actual, parece adecuado reflexionar sobre la naturaleza de los roles que tienen los diferentes sectores que, mediante el diálogo social, pueden contribuir al desarrollo equilibrado del país. En las semanas recientes toda la población ha experimentado las consecuencias de la confrontación entre los grupos sindicales organizados y el Gobierno. Y más allá de estar de acuerdo o no con la huelga (esta, particularmente, no la apoyo) o de debatir sobre su legalidad o ilegalidad —que decidirán los tribunales—, vale la pena hacer una reflexión de fondo. Para ello, vamos parte por parte.

Sindicatos y democracia. Recordemos que el sindicato es una organización que reúne a los trabajadores para defender sus intereses ante los empleadores y gobiernos. Su objetivo principal es velar por las condiciones de trabajo y la calidad de vida de la población obrera. Se define por su actuación colectiva, y se organiza en ámbitos nacionales e internacionales, en organizaciones sectoriales (por empresa, oficio o industria) o generales (centrales).

La existencia del sindicalismo es sumamente importante. El primer reconocimiento del derecho colectivo se da en Inglaterra en 1824, en plena (primera) Revolución Industrial, como respuesta a las presiones populares contra las regulaciones que prohibían las organizaciones de carácter obrero.  Antes de este momento, las asociaciones de trabajadores se calificaban como delito penal y no fueron pocos los trabajadores encarcelados debido a sus actividades en pos de la ampliación de sus derechos laborales. Para que nos demos una idea de la importancia del reconocimiento del derecho colectivo, en 1875 se sustituyen de la legislación inglesa los términos «amo» y «siervo» para ser sustituidos por «patrón» y «obrero», siendo el primer país en adoptar este cambio.

Es un hecho: el sindicalismo es vital para el desarrollo de las sociedades democráticas, donde los principios de justicia, igualdad y equidad son pilares básicos de los Estados de derecho. Pero al igual que no es cualquier capitalismo el que va a contribuir al desarrollo sostenible, tampoco es cualquier sindicalismo el que va a asegurar que las sociedades maduren, y sean capaces de entablar un verdadero diálogo social entre sectores.

Lo que hemos visto en Costa Rica en las últimas semanas dista mucho de honrar la tradición sindical que busca la justicia mediante acciones afirmativas.  Por el contrario, nos recuerda la variante soreliana del sindicalismo. Georges Sorel (1847-1922) fue un filósofo francés y teórico del sindicalismo revolucionario muy influyente en los movimientos socialistas, anarquistas, marxistas y fascistas, recordado por defender el uso de la violencia en el movimiento obrero. ¿Es ese el mejor sindicalismo que se requiere en nuestros tiempos? Posiblemente, necesitamos sindicatos que, más bien, aspiren a la armonización pacífica de las tensiones entre trabajadores y patronos; es decir, sindicatos inspirados más en Robert Owen que en los teóricos de ese socialismo “científico-revolucionario” que provocó tantísimas muertes en las pasadas décadas.

El papel del Gobierno y el sector privado. El gobierno-patrono ha mostrado la cautela necesaria frente a una situación muy compleja. Con el diseño de Estado actual, su poder de dirección está bastante restringido. Ha debido de ser muy estratégico (en un sentido de estrategia en teoría de juegos), lo cual desafortunadamente desvía su atención de poder ser más constructivista (en el sentido de estrategia para el desarrollo).

¿Y el gran sector empleador, el sector privado? Ha quedado fuera del juego. Solamente ha podido ser espectador de la batalla, sufriendo sus consecuencias. ¿Está libre de responsabilidades? Probablemente no. Desde hace tiempo dejó de interesarse por aportar al desarrollo de la política pública y esa actitud, naturalmente, ha tenido repercusiones negativas. Sin embargo, el sector privado es fundamental para el desarrollo, pues es ahí donde es posible la innovación para la productividad, donde la creatividad y el potencial humano tienen mayores posibilidades de diseñar las soluciones necesarias para aprovechar los beneficios que ofrecen la era digital y del talento.

Ir más allá de las falsas dicotomías. La verdadera batalla no es unos contra otros, es todos frente a nuestros retos comunes. Tradicionalmente, la naturaleza de la relación entre sindicatos y patronos ha sido enfocada desde la perspectiva de los adversarios. Pero eso no significa que tenga que ser así para siempre. Lo que nuestras sociedades necesitan para elevarse, es poder ejercer negociación no-adversaria, basada en intereses comunes. Para ello, las partes deben tener voluntad e invertir tiempo y esfuerzo para conocer los intereses de cada quien y desarrollar una relación más constructiva. El ingrediente fundamental es el respeto mutuo, para que pueda surgir la principal materia prima: la confianza.

¿Cuáles son los intereses comunes entre sindicatos y empleadores? La gente. El factor humano es aquello que reúne y vincula a todos los sectores. Ya no estamos en el siglo XIX, los desafíos que enfrentamos son otros. Somos de una época que está marcada por la disrupción del desarrollo tecnológico, el cual va a transformar profundamente los procesos productivos, las economías y, por ende, la actividad humana.

El trabajo no va a desaparecer (al menos no del todo), pero sí se va a transformar profundamente. El crecimiento de las economías no está logrando beneficiar de forma más equitativa a todas las personas y se profundiza la desigualdad. El planeta está en riesgo de ser cada vez menos habitable. Esos son los retos que tenemos al frente, y no los vamos a poder abordar si estamos, cada quien, atrincherados en nuestras posturas.

Una relación sana entre los representantes patronales y los sindicales es fundamental para prevenir y resolver disputas laborales. ¿Cuáles son los errores más comunes de los empleadores frente a los sindicatos? La falta de entrenamiento en negociación de convenciones colectivas, poco desarrollo de habilidades de liderazgo, comunicación y relaciones interpersonales, comunicación interna (organizacional) pobre e inefectiva. ¿Cuáles son los errores comunes de los sindicatos? Promover ambientes reactivos, poco desarrollo de habilidades de liderazgo, comunicación y relaciones interpersonales, promover negociaciones “de posición” (ganar-perder). ¿Vemos el común denominador?

Lo que nos une también va a ser lo que nos sacará adelante. Son las personas, y más particularmente aquellas que lideran en sus sectores, quienes podrán trascender la confrontación-competición para construir acuerdos de colaboración. Otros países, como Irlanda, lo han logrado y nosotros también debemos hacerlo. Es necesario negociar una salida de cara al futuro, para lo cual será necesario que todos estemos dispuestos a ceder un poco. Como en las familias cuando hay una crisis, para que no haya una parte que pierda todo, todos deben aceptar perder un poco. Estamos en manos de nuestros líderes y confiamos en que emergerá su capacidad de servir, de representar a los suyos con espíritu demócrata y con el bien común en mente. Es el único liderazgo que nos ayudará a evitar el abismo, y retomar la ruta del potencial y el desarrollo.

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