Según varios medios, la música de Queen ha desplazado en plataformas digitales de descarga al reguetton de Shakira, Maluma y otros artistas de este género. Esto sucede en el marco del estreno de la película Bohemian Rhapsody, biografía del líder de la banda, Freddie Mercury.

La película nos acerca a fragmentos de la vida del virtuoso músico, y aunque tiene errores cronológicos y cambia en varias ocasiones hechos importantes (como el ingreso de Mercury a la banda), es por mucho un gran trabajo cinematográfico, para el cual se tuvo que cambiar en más de una ocasión de director y actores.

Leí de varios críticos e “influencers” que se escogió la narrativa más comercial, al mismo tiempo que lamentaban que no se recreara con más hincapié en los excesos de drogas, la vida sexual y el padecimiento de su enfermedad. ¡Atónito! ¡Cuánto daño ha hecho la prensa rosa, los culebrones y las páginas de sucesos en diferentes generaciones!

Ese morbo estuvo presente en la sala de cine donde vi la película, una parte del público, en varias de las escenas homoeróticas resonaban las risas maliciosas, e inclusive la desaprobación, pero éstas quedaban en silencio sepulcral cuando Mercury (Rammy Malek) ponía un pie sobre el escenario y hacía lo suyo. Y así, con ese enorme talento, fue que él logró silenciar a tantos tantas veces; ni en la sala de cine ni en ningún otro lugar se podría disparar cuando entraba en escena.

Lo mismo tenía que sentir Juan Gabriel cuando, en 1990, con muchísimos sectores en contra pudo dar un grandioso espectáculo en el Palacio de Bellas Artes, cúspide del arte mexicano; o la misma Chavela Vargas que en 1994 daba un primer concierto en Costa Rica, en el Teatro Nacional, ahí, el morbo y la moral tuvieron que guardar otra vez silencio.

La muerte de Freddie Mercury fue una más de la pandemia del sida, que incrementó el “gay bashing” (agresión y acoso a las personas no heterosexuales) en el mundo entero y en todos los ámbitos. Fue motivo para que remontaran la ola conservadora. Para ese entonces, Girolamo Prigione, nuncio papal, describió a la enfermedad como un “castigo de Dios”.

Durante muchos años privó la desinformación y el amarillismo en la prensa, la discriminación en centros de salud y la frustración entre las víctimas. “En el fondo se abomina la existencia misma del sexo y se glorifica la abstinencia forzada. 'La única respuesta al sida es la castidad'. Insisten”. Escribía el cronista mexicano Carlos Monsivais sobre la ofensiva contra el uso del condón de aquellos años.

Siempre he creído que cuando el cantautor español Joaquín Sabina usó el término “apóstoles del sida” en una de sus canciones, estaba haciendo un homenaje a Freddie Mercury y a otros tantos.

Hoy vivimos un aumento en el discurso del racismo, la homofobia, el machismo, la xenofobia, el anti-feminismo y la propia aporofobia. Quienes crean que el desarrollo civilizatorio es lineal y progresivo, y que su grupo o sector está exento se equivocan.

En fin, sirva la película para volver a escuchar buena música y para hablar de los peligros del pasado, hoy tan presentes.

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