Muchas cosas han cambiado desde que hicimos una “revolución mediática” en torno al tema de la sexualidad en los años 70 a través del programa de televisión Sinceramente. El tema ya no es tabú; la información ahora es accesible para todas y todos; las nuevas generaciones tiene gran necesidad de experimentar cosas nuevas; las mujeres ya no necesitan definirse como lesbianas para disfrutar entre ellas; el sexo es ahora menos importante para ambos géneros y la comprensión del arco iris del género ya llegó a la legislación nacional. Sin embargo, a pesar de todo ello, algo no ha cambiado: las mujeres siguen sin disfrutar plenamente su sexualidad. ¿Le gustaría saber por qué?

Escribiendo este artículo me arriesgo a sonar grosero y machista. Sin embargo, debido a mis 30 años de trabajo como sexólogo, soy una de las pocas personas en este país con derecho a decirlo sin que se me acuse de mentiroso o exagerado. Además, al lado de esta mala noticia tengo otra muy buena: ahora si están dadas las condiciones para hacer que esto comience a cambiar, porque las mujeres ya están exigiendo sus derechos y porque ya tenemos un medio lo suficientemente posicionado y con el valor necesario para asumir esa responsabilidad. La responsabilidad de ayudarnos a dar un paso más en la evolución consciente de esta bella tierra, en la cual hoy coexisten la sexualidad animal, la sexualidad prehumana y la sexualidad humana.

La sexualidad animal se caracteriza por ser una respuesta instintiva, controlada por patrones heredados y en la cual no hay orgasmo de la hembra ni control de la respuesta sexual por parte del macho. Ambos copulan “por necesidad” cuando tienen la posibilidad de hacerlo por condiciones hormonales fuera del control voluntario y lo hacen lo más rápido posible, para evitar el ataque de un depredador o de un macho compitiendo por la hembra.

Desde hace unos cuatro millones de años, nuestros antepasados masculinos comenzaron a experimentar sensaciones placenteras al copular. Sin embargo, no fue hasta la aparición del Homo erectus que empezamos a ser consciente del placer sexual y tuvieron que pasar otros dos millones de años para que la sexualidad prehumana apareciera poco a poco.

La “sexualidad prehumana” de la que hablo se caracteriza por ser una respuesta más libre del control de los instintos, pero comparte con la sexualidad animal la falta del orgasmo y disfrute de la mujer. Así mismo, comparte la rapidez relativa del coito y la falta de control de la respuesta sexual por parte de ambos. Aunque el coito del ser humano es de los más extensos existentes en la naturaleza (tres minutos y medio en promedio), sigue siendo excesivamente corto en términos de verdadero disfrute sexual femenino.

En este estado de la sexualidad “prehumana” se encuentran cerca del 70% de las personas.

La sexualidad humana, vivida por el 30% restante, se caracteriza por ser una respuesta libre del control de los instintos e incluye tanto el control eyaculatorio del varón como el pleno disfrute del orgasmo de la mujer.

Puede parecer muy extraño y contradictorio que la mayor parte de los humanos vivan una sexualidad “prehumana”, pero para el ojo experto en realidad no lo es. Lo que esto significa es que la sexualidad “humana” en realidad está apenas llegando, y que el “ser humano” no ha terminado de separarse del animal. Pero en nuestra sexualidad prehumana hay algo todavía más interesante y al mismo tiempo más significativo para el momento en que vivimos.

¡No se enfade al leer lo que voy a explicar antes de terminar el artículo! ¡Sobre todo si es mujer! y por favor no lo cite fuera de contexto, porque parecería lo contrario de lo que quiero decir. Más bien relájase y disfrute, porque va a leer algo que todavía no se puede encontrar en internet y que puede cambiar su perspectiva y comportamiento para siempre.

El motivo por el cual la mayor parte de las mujeres no tienen orgasmo durante el coito es porque el orgasmo femenino no es algo “natural”. Con esto lo que quiero decir es que el orgasmo femenino coital no pertenece a la naturaleza de la sexualidad femenina, como si lo hace el coito. Se trata más bien de lo que en antropología llamamos un “rasgo cultural”. Por lo tanto, aunque el coito es algo “natural”, y no requiere aprendizaje para llevarse a cabo, disfrutar el orgasmo durante el mismo es algo aprendido y que debe traspasarse de generación a generación a través de la educación o “socialización”.

Desde el punto de vista biológico, la vagina evolucionó como un órgano perfecto para la penetración y el embarazo, pero no para el disfrute sexual. Cosa distinta ocurrió con el pene. Por este motivo el orgasmo masculino coital es universal mientras que solo un 30% de las mujeres lo disfruta.

Esto podría ser diferente, pero no lo es, porque nuestra cultura se ha negado a acoger el disfrute sexual de la mujer. Dicho de manera no ofensiva, estamos estancados en la evolución porque la cultura dominante no quiere que ellas disfruten la sexualidad. Pero no lo hace porque no “las quiera”, o porque quiera un mal para ellas. De hecho, la mayor parte de nosotros los hombres creemos que somos buenos amantes y que las mujeres disfrutan realmente de nuestro juego sexual. Mientras tanto, de un 60% a un 80% de las mujeres (según diferentes estudios), sobreactúan y fingen el orgasmo.

Desgraciadamente, la razón por la cual nuestra cultura no permite que el orgasmo femenino se haga universal a través de la educación es desconocida para la mayor parte de la gente. Es una lástima, porque conocerla ayuda a modificar actitudes sexuales y esclarecer valores. Para encontrar la razón de ese extraño hecho tuve que investigar dentro de la sexología, la antropología, la sociología, la psicología y hasta la filosofía. Por suerte encontré la razón. Pero ese será el tema de la próxima entrega. No se la pierda.

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