Tengo la dicha de vivir con mis abuelitos, quienes lógicamente vivieron en una época muy distinta a la nuestra y quienes piensan muy diferente a nosotros. Mi trabajo como comunicadora para el Colegio de Geólogos de Costa Rica (CGCR) me hace muchas veces compartir en sobremesa temas particulares con ellos, como el “tenebroso” tema de la minería. Hace unos días, haciendo referencia a la situación de nuestro expresidente Oscar Arias —a quien le profeso gran admiración—, mi abuelito de 80 años, médico de profesión y aficionado a la lectura y a las noticias, me dijo la siguiente frase “la minería no es buena, destruye el medio ambiente”. Me tocó refutar la frase y me hizo reafirmar lo que todos los que conocemos del tema tenemos claro: desgraciadamente el pensar de mi abuelo es el de la mayoría de los costarricenses.
A lo largo de los últimos 4 años, en mi labor como encargada de comunicación del CGCR, me ha tocado aprender —entre muchas otras cosas— que la minería no es sinónimo de extracción de oro o daño ambiental, que más que árboles cortados y tierras explotadas la minería, por el contrario, es todo lo que nos rodea, desde el celular del que muchos dependemos, hasta la pasta dental con la que nos cepillamos todos los días ¡Todo es minería!
En estos momentos en que el país enfrenta una gravísima crisis económica que nos tiene bajando a todos los santos la solución no está en nuestras manos, está debajo de nuestros pies: en los suelos ricos en minerales de nuestro hermoso país. Sí ¡con minería! Lógicamente una actividad minera responsable, en palabras simples: con empresas especializadas dedicadas a la extracción minera, debidamente reguladas, que además de llevar a cabo estudios de impacto ambiental correspondientes se encarguen de “devolverle al país” los terrenos debidamente tratados cuando dicha actividad concluye.
Las cifra de la cantidad de dólares que dejó de percibir Costa Rica por no desarrollar el proyecto Crucitas es impresionante. Todo debido a que la actividad minera ha sido satanizada por ambientalistas extremos, que lejos de buscar soluciones para situaciones como las que se presenta actualmente en Abangares o Crucitas, entorpecen una de las soluciones que no solo podrían sacar a Costa Rica de este hueco económico, sino también, e inclusive, llevarla a convertirse en un país desarrollado.
No soy política, ni soy geóloga, soy comunicadora y por eso me veo en la obligación de comunicar lo que he aprendido en los últimos años: es posible hacer un uso racional de nuestros recursos minerales de una manera responsable y esto traería enormes beneficios a nuestro país.
¡Actuemos de una vez! Empecemos a generar ingresos valiosos para esta economía que tanto lo necesita, impidamos que nuestra riqueza siga siendo sustraída y llevada fuera de nuestras fronteras. Apostémosle al progreso, Costa Rica necesita la minería. Lo digo como una ciudadana más de este país que está preocupada por la crisis fiscal, por las generaciones futuras y por nuestros gobernantes, que no quieren ver que ya no podemos estar sentados —literalmente— sobre una valiosa oportunidad de poder sacar adelante a este país que tanto lo necesita.
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