No sé cuántos de ustedes se han subido en la tagada alguna vez. No solo puede que sea una de las peores decisiones en la vida, es también una de las peores experiencias.

Es como subirse a un toro mecánico pero mucho más peligroso, en serio ¿cómo es que ese juego mecánico existe? Una vez me subí, como de 14 años, salí moreteada hasta los dedos. Es una sensación de mareo, de dolor y de desesperación. Lo único que se viene a la mente es ¡bájenme de aquí!

En todo caso, si nunca se han subido a la tagada, pero han seguido de cerca la discusión nacional en torno a la reforma tributaria, hagan de cuenta que es algo muy parecido.

En medio de esta discusión por el fondo, es decir, la necesidad de una reforma, han quedado desnudas las formas de muchos, es decir, los intereses individuales.  Y en medio de esta gran encrucijada nacional hay quienes dicen que echemos un vistazo al pasado para que no nos suceda lo que en los ochentas.

Entonces, esta semana se me ocurrió ir más allá de los ochentas, y a lo largo de este texto, llevarlos conmigo a lo que descubrí. Bueno, mejor dicho, el historiador Iván Molina lo hará.

La conversación de hoy se da en cierto contexto y el entrevistado tiene ciertas características. Tomen nota antes de empezar.

Iván Molina, es uno de los historiadores más consultados del país casi para cualquier tema, de sus respuestas queda claro que muy a favor de la reforma fiscal, tal y como está planteada, no está.

A pesar de eso, su conocimiento histórico balancea sus reflexiones a lo largo de nuestro encuentro, que tiene lugar en la recepción de la biblioteca Carlos Monge, de la Universidad de Costa Rica.

De entrada, el historiador tiene formalidades muy particulares, como que a estas alturas desconozco si utiliza celular, sin embargo el teléfono de su casa siempre lo atiende.

En la recepción de la Monge, permanecimos en la misma sala sin percatarnos uno del otro durante varios minutos, aunque de vez en cuando lo miraba de reojo como quien no está segura de si será o no será.

Un poco extrañada y por la hora, me aproximé, ¿don Iván?, se acomoda en la banca, Hola Trilce, y empezamos.

***

Más que una entrevista esto es una conversación. Tengo la inquietud de qué podemos aprender de nuestra historia, en cuanto a lo que somos como país.

¿Cuáles situaciones son las que podemos mirar en el pasado, que usted como historiador podría decir que la sociedad está repitiendo? Por ejemplo, si echamos un vistazo a la historia, en términos de comportamiento social, ¿cómo éramos?

Le pregunto porque hay actitudes mostradas durante el último año ante las que algunas personas podrían decir "esto no es común de los costarricenses", como las manifestaciones racistas, nacionalistas y el conservadurismo religioso que se han observado...

—Tal vez aquí me gustaría dejar claro que hay que tomar en cuenta el papel que juegan las redes sociales.

O sea, esto es algo completamente nuevo en Costa Rica, y en todo el mundo, y entonces lo que las redes están haciendo es visibilizando una serie de actitudes, opiniones y comportamientos que no es que no existieran antes, es que simplemente uno no se daba cuenta que existían.

Yo diría que desde el punto de vista histórico y con el tema del plan fiscal, por ejemplo, hay ciertas continuidades importantes. Primero, el apego a las vías institucionales, eso es importante. Es decir, eso sucedió antes y aún se sigue con esa tendencia.

Existe una valoración muy alta de la negociación, como medio para tratar de resolver las diferencias. El control cruzado de poderes con respecto a las reformas que se quieren implementar, esto también uno lo encuentra en el pasado.

¿Por ejemplo?

—Por ejemplo, el control de constitucionalidad que se le quiere dar a este proyecto [20.580], lo podríamos rastrear desde que existe la Sala Constitucional, a fines de los 80, o uno podría rastrear en periodos anteriores esta tendencia a buscar una revisión institucional de lo que se está haciendo.

Entonces, para mí ahí lo que hay es continuidad desde las vías institucionales; también hay cierta continuidad desde el punto de vista de la lucha social, porque si uno mira lo que pasó en estas protestas (durante la huelga actual), que a veces fueron consideradas violentas, no son nada comparadas con la manifestación de ALCOA en 1970, cuando rodearon la Asamblea Legislativa y si hubieran podido le prenden fuego al edificio.

Más bien lo que uno nota cuando hace estas comparaciones es que hay una continuidad en la protesta social, pero dentro de canales mucho más controlados.

¿Más diplomáticos?

—Yo no diría diplomáticos, pero es cierto que ahora [las protestas] no se desbordan como ocurrió con ALCOA en el 70, o como ocurrió en otras ocasiones en el pasado costarricense.

Si por ejemplo vemos la represión de hacen las autoridades, realmente no ha habido tal represión, como sí la hubo en 1995 cuando apalearon a los maestros. Es decir, de ese incidente el único antecedente es la represión de educadores durante la dictadura de los Tinoco.

Entonces, no veo la situación de Costa Rica como algo esté rompiendo moldes, sino que, para decirlo en términos muy simples es un poco más de lo mismo.

Realmente no hay modificaciones en el proceder de los actores principales ni en las formas a las que apelan, etc., lo que rompe un poco es la cuestión de las redes sociales.

Las redes sociales muestran mucha violencia, porque simplemente la mayor parte de las personas las usan como si estuvieran en la sala de su casa, donde parece que no se dan cuenta ni de lo que dicen, ni de lo que escriben.

Hablemos un poco de percepciones, se escucha decir [con esto de la Reforma tributaria] que el costarricense es egoísta, ¿ha sido egoísta a lo largo de la historia?

—Yo no diría que egoísta.

¿Individualista?

Hay un individualismo que es muy marcado en Costa Rica, y no es tan lejano en el tiempo; es algo que se desarrolla entre fines del siglo XIX y después del XX. A pesar de esto, se presentan importantes espacios para la solidaridad.

Es decir, esta sigue siendo una sociedad extraordinariamente solidaria. Si uno mira por ejemplo lo que este país dedica a políticas sociales para los sectores económicamente más desvalidos, se da cuenta.

Ahora, lo que sí es cierto es que hay brechas culturales más amplias entre los sectores medios, medios- altos y las élites, frente al resto de la población.

Buena parte de las personas aquí, en la universidad de Costa Rica, quienes dicen defender la Costa Rica solidaria, es gente que tiene a sus hijos e hijas en colegios privados, que usan servicios médicos privados y que básicamente sólo conocen la Caja Costarricense del Seguro Social para cuando han tenido que hacerse una operación que no pueden pagar en el sector privado, o porque saben que tienen que cotizar.

Entonces, lo que ha habido es una ampliación de la brecha cultural entre sectores sociales, pero siempre, en un marco donde la sociedad en su conjunto sigue siendo, diría yo, muy comprometida con la atención de las personas de menores recursos.

Pero entonces, ¿cómo podríamos explicarnos una situación como la actual, donde nadie quiere ceder respecto a la reforma fiscal? En este contexto, ¿dónde cabe la Costa Rica solidaria?

—Es que aquí, en su pregunta, ya no estamos hablando de la nación, si no de los intereses existentes en la nación.

Realmente el tema de fondo de este conflicto por la reforma fiscal es la tendencia al descenso, a nivel mundial, de los impuestos pagados por las corporaciones.

Es decir, entre 2008 y el presente, la proporción pagadas por las corporaciones en impuestos a sus ganancias, según datos de la OCDE, han disminuido casi en un 50% aproximadamente.

Esto lo que ha hecho es obligar a los Estados a tratar de recuperar esa pérdida mediante incrementos en otro tipo de impuestos, sobretodo en impuestos de la renta a las personas físicas, o como decía uno de los mandos altos de la OCDE, las empresas jurídicas pagan cada vez menos y las personas físicas pagan cada vez más.

Por tanto, estamos frente a una situación en donde los intereses de clase se muestran de manera muy desnuda, entre sectores empresariales que no quieren aportar ni un cinco más, sectores medios y medios altos qué dicen estar siendo exprimidos y las clases trabajadoras que sienten que van a tener que pagar más.

Esto a través de la historia, ¿en qué otros momentos lo vemos en el país?

—Hay una tradición en América Central de que los ricos no pagan impuestos. El primer gobernante en la región que trató de revertir eso fue Alfredo González Flores, en 1917, y no sé si usted recuerda que lo derrocaron.

Es decir, en sistemas tributarios profundamente regresivos mayoritariamente los impuestos son indirectos.

Lo que pasó en Costa Rica [con el gobierno de Carlos Alvarado] es que hubo una posibilidad de aprovechar el capital político del nuevo gobierno para tratar de hacer el sistema tributario un poco más progresivo, pero más bien a algunos les parece que se hace lo contrario, al menos yo pienso que se hizo en lo contrario porque el partido que está gobernando este país es la Unidad.

Ahora, para entender en un contexto más amplio, el reflejo de la creciente desigualdad social en el país, ¿en qué otra etapa se ha visto tan marcada en Costa Rica? Porque hubo una época en la que se logró reducir la desigualdad y Costa Rica era de los países más igualitarios de la región y actualmente es uno de los más desiguales, ¿en la historia dónde lo vemos y cuáles han sido las consecuencias para la sociedad cuando esto sucede?

—Con esto hay que tener cuidado, porque entre 1960 y más o menos 1978 Costa Rica logró reducir la pobreza del 50% el 25% de los hogares, aproximadamente. El problema es que es más fácil reducir la pobreza del 50 al 25, o al 20, que de ahí para abajo, porque de ahí para abajo ya uno no puede disminuir la pobreza con políticas generales sino que tienen que ser otro tipo de políticas que permitan observar casos individuales y sus factores de vulnerabilidad.

¿Aunque se diga que los factores de pobreza siempre giran alrededor del mismo círculo como no terminar los estudios?

—Sí, porque de los estudiantes que no terminan el colegio en Costa Rica habrá una parte que no lo hace por razones meramente económicas, pero también existen otras razones, como cuando le pierden el sentido al estudio, porque nunca les gustó, o porque tienen una situación familiar extremadamente compleja. Ahí es cuando se debería entrar a hacer otro tipo de intervenciones.

Ahora, la cuestión de la desigualdad más bien tiene que ver con el desarrollo experimentado por Costa Rica, o sea no es un problema de subdesarrollo, sino de desarrollo.

El problema es que el mercado laboral se ha movido hacia mayores niveles de exigencia, y eso se manifiesta en mayor grado académico o de calificación profesional [para acceder a un buen empleo] y cuando un proceso así ocurre las personas que no están preparadas para ese cambio quedan rezagados en los rangos más bajos del mercado laboral.

Por tanto, creo que esto explica bastante de porqué la desigualdad ha crecido. Quienes han logrado estudiar, quienes han logrado una preparación calificada tienen posibilidad de insertarse en los nichos de mercado laboral mejor pagados, y los que no pues no.

Entonces para poder cambiar eso, es necesario evolucionar hacia una economía de mayor productividad. La fórmula correcta para hacer esto es a través de la inversión educativa, nuestro problema es que buena parte de la inversión educativa paga maestros y profesores que no están muy bien preparados.

Entonces vemos que hay círculos viciosos que no han sido posibles de superar.

Ya veo. Pero, cuando se creó la universidad y de alguna manera se fomentó la educación y, me dirá usted si estoy equivocada, usted es el historiador, pero los maestros no estaban demasiado calificados, sin embargo hubo una generación, por ejemplo su generación, que tuvo oportunidades muy buenas para estudiar, y no era que había demasiada profesionalización en la docencia, ¿cómo entendemos, a través de la historia, que antes sí se pudo y ahora parece que no se está pudiendo?

—Nuevamente tiene que ver con la cuestión del mercado laboral. Por ejemplo, a inicios de 1950 la proporción de jóvenes de 13 A 17 años que iba al colegio era del 10%, hoy esta proporción es superior al 80%. Entonces, básicamente eso que usted ve como algo que funcionó, es algo que funcionó porque finalmente eran unas élites las que estaban llegando a la secundaria y a la universidad.

Actualmente, la situación que tiene Costa Rica es que, más o menos solo la mitad de todos los jóvenes que están en el colegio logran terminarlo, la otra mitad que no termina se reparte más o menos entre un 25-30% que termina en bachillerato por madurez, etc., y hay otra parte que nunca termina.

Esa parte que nunca termina es la que realmente resulta estar condenada a llenar los nichos de mercado que peor pagan. Pero por el lado de los que sí logran terminar, y logran entrar a universidades públicas o privadas están enfrentando mercados laborales más precarizados. Esto tampoco ayuda.

Hay una realidad que no se puede ignorar y es que, antes en los 60 o 70 una pareja se casaba a los 20, digamos, pero ellos no se preocupaban por enviar a sus hijos al sistema de educación pública. Ahora para muchos el sistema educativo público ni siquiera es una opción para sus hijos, entonces es que estos padres que podrían enviar una presión positiva al sistema de educación para que mejore, no lo hacen.

Al final la educación pública está quedando para aquellos sectores que menos pueden presionar por una mejoría, y ahí el círculo vicioso se vuelve a repetir.

Entonces, sí hay situaciones que han cambiado, pero han cambiado en el marco general de un desarrollo que no es muy distinto al resto del mundo. Se podría decir que es parte de una nueva lógica del capitalismo a nivel mundial.

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En ocasiones como sociedad solemos pensar que somos únicos, pero ¿cómo podemos entendernos como país en el entorno regional?

—Pienso que Costa Rica está bien. Primero hay que reconocer que está muy bien porque evitó caer en las manos del fanatismo religioso. Yo diría que solamente con eso es un alivio; aunque claro mantenemos la preocupación de que este sector pueda ganar más cuotas de poder, por ejemplo en las próximas elecciones municipales.

Sin embargo, por lo pronto, es un punto a favor, porque estamos en un continente donde actualmente esto es un peligro enorme, recordemos lo que está pasando en Brasil.

Por otro lado, actualmente la economía costarricense está viviendo su momento menos dependiente de toda la historia. Porque si, por ejemplo, nos vamos a 1950, Costa Rica dependía básicamente del café y el banano, si los precios de esos dos productos se caían el país entrado en crisis, cosa que no sucede ahora, porque Costa Rica tiene una economía muy diversa.

Otro aspecto que sí hay que reconocer es el deterioro de la seguridad ciudadana, pero si nos vemos en el espejo de Centroamérica, el país ha tenido el impacto más atenuado de todos los procesos relacionados con el tráfico internacional de drogas.

En ese sentido, yo diría que deberíamos vernos críticamente pero también considerándonos en el contexto regional. Dentro de Centroamérica, nuestro país es el que más invierte en educación, en seguridad social y sería bueno que continúe de esa manera.

Somos un país atenazado entre una maraña burocrática, lo cual significa que llevar a cabo obra pública sea como uno de los 12 trabajos de Hércules. Y, somos un país con niveles de pobreza relativamente bajos, frente a países de la región que proporcionalmente hablando tienen el doble

Y, vamos a ver Don Iván, ¿está mal que nos comparemos con países de la región? Porque hay gente que dice que si nos comparamos con Centroamérica es compararnos con lo peor, “desgracia de muchos, consuelo de tontos”.

Dicen que ¿por qué no nos comparamos con países desarrollados? por ejemplo en temas educativos, que veamos hacia los países escandinavos, mi pregunta es, ¿eso es realista?

—En realidad, sería más realista compararnos con Uruguay, que además en términos deportivos ya le hemos ganado (ríe). Pero por ejemplo, Uruguay es un país que tiene una productividad más alta y ha logrado reducir la pobreza más que Costa Rica, creo que anda por ahí del 10% [7.5% en 2017].

Uruguay ha logrado controlar la cuestión del crecimiento burocrático, tiene una educación de mucho mejor nivel, más que el de Costa Rica. Entonces aquí la pregunta es ¿por qué ellos sí y nosotros no?

Es decir, obviamente el tema de contexto es algo que siempre debemos considerar, porque nosotros estamos en medio de una de las zonas más violentas del mundo, más pobres y menos proclive a la democracia del planeta.

¿Menos que África? (pregunto extrañada)

—Bueno diría que de las menos proclives, porque dígame usted ¿qué país de América Central es democrático además de Costa Rica? Yo le diría que Belice y pudiera ser que El Salvador y Panamá, pero Nicaragua Honduras y Guatemala... ¿ya? Entonces, históricamente ha sido una región poco favorable para la democracia.

El hecho de que Costa Rica haya podido ser lo que es, en una región como esta es algo extraordinario, porque para ponerlo en términos de lo que señalaba el historiador Steven Palmer, a nivel regional Costa Rica tenía todas las posibilidades en contra.

Por tanto, lo que nosotros deberíamos es tratar de valorar esto, pero en un sentido constructivo. Sin que esto signifique ignorar que Costa Rica necesita una serie de cambios y que esta serie de cambios idealmente deberían convertirnos en un país más solidario, más democrático y más productivo; un país con una educación de mayor calidad, y con un nivel de pobreza mucho menor.

Pienso que no tiene mucho sentido compararnos con los países escandinavos excepto como para encontrar algunas tendencias interesantes, pero dentro de lo que está a nuestro alcance diría que el estándar es Uruguay.

Entiendo, para ir terminando y para volver un poco donde empecé, ¿qué es lo que estamos repitiendo que ya se ha dado en la historia?

—En realidad la historia nunca se repite. A partir de ciertas condiciones se presentan una serie de procesos que parecen similares, pero que en el caso de Costa Rica siempre deberían mirarse con cuidado.

Por ejemplo, todas las protestas que hubo en Costa Rica durante los 80 fueron protestas que no impidieron que la economía se moviera hacia una economía de libre mercado, pero no al estilo de Chile, sino a una economía de libre mercado que seguía manteniendo importantes dimensiones de economía mixta, de participación del Estado y con políticas sociales que se mantienen.

Es decir, no se privatizó la Caja, la educación sigue siendo predominantemente pública y entonces lo que sí se puede decir es que hay una tendencia que se ha seguido manifestando en distintos escenarios.

Lo vemos otra vez cuando sucedió la discusión del TLC, el INS no se privatizó tampoco el ICE, ni otras instituciones públicas. Lo que sí pasó es que se abrieron los mercados. Entonces encontramos que la sociedad, en su conjunto, no se ha ido 100% a un modelo de libre mercado, sino que tendencialmente es una sociedad que se mantiene una línea de centro.

Dice usted que somos una sociedad balanceada...

—Sí, somos una sociedad a la cual no le gustan los extremos.

Históricamente, ¿eso siempre ha sido así?

—Sí, esta es una sociedad más o menos conservadora en distintos sentidos. Es un conservadurismo que de alguna forma la ha salvado de excesos o extremos, como lo que ya mencioné de las pasiones religiosas en la política y también de grupos ultraizquierdistas en el pasado.

Entonces se podría decir que somos una sociedad históricamente ha buscado un punto medio y que de esa manera ha ido construyendo su desarrollo.

Pero no se observan repeticiones, sino como tendencias de la sociedad a un desarrollo de este tipo [conservador de centro].

Podría ser que en algún momento demos saltos importantes como el que dimos en los años 40 con el pacto social, en algunos otros [casos] eran saltitos, pero diay, la sociedad ha decidido seguir ese rumbo.

Algunos otros quisiéramos que, a veces, los cambios fueran más rápidos. Pero tampoco se puede decir que la sociedad no ha cambiado porque hemos cambiado un montón, por ejemplo, las manifestaciones amorosas de parejas homosexuales es un gran cambio, esto hace 20 años simplemente no era posible.

Que en política ahora las mujeres tengan paridad, hace 20 años eso tampoco era imaginable, con esto lo que quiero ilustrar es que, uno de los principales problemas de la historia es que a veces nos acostumbramos mucho al presente, y no vemos cuánto cambia una sociedad.

Pero cuando uno mira la sociedad a través de los lentes de la historia se da cuenta que ha cambiado muchísimo.

Podría mencionar otro ejemplo, como la conciencia que existe respecto a la xenofobia. Que existan costarricenses que se pronuncien en contra de este comportamiento es algo históricamente extraordinario, en un país donde tradicionalmente el nacionalismo conservador es una característica.

¿Aunque haya esfuerzos de algunas personas de decir que aquí todos somos solidarios en todo?

—Sí, pero el punto aquí es que hay cambios dentro de ese comportamiento [xenofóbico]. Nunca se había visto una manifestación pública de los costarricenses a favor de los inmigrantes nicaragüenses, o algo todavía mayor que es la cuestión del matrimonio igualitario, que eso tuvo que lograrse a través de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sí pero se logró, y probablemente así también se logre la cuestión del aborto, pero son cambios que pesan en una sociedad.

Esto genera que la sociedad se vaya abriendo un poco más y sea más tolerante, lo que sería ingenuo es pensar que no habrá resistencia a los cambios. Pero si uno mira los cambios que ha experimentado Costa Rica en los últimos 20 años son cambios realmente muy muy importantes.

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Mi última consulta Don Iván es más bien es una reflexión, a veces vivimos anhelando los cambios y las acciones que se dieron en el pasado, como cuando la Segunda República, cuando las universidades públicas; la Caja, el Código de Trabajo, etc., pero eso.. diay, es pasado. A nivel histórico, ¿cuánto para atrás es un período prudente de mirar y querer repetir? Porque 1940 Eso fue ya hace mucho...

—Aquí hay que diferenciar la historia y la memoria. La cuestión de la memoria es fundamental.

Se dice que por ejemplo los ticos no tenemos memoria histórica ni siquiera...

—Bueno pero para eso estamos los historiadores (ríe).

Pero esto en general, ¿es una cuestión de los ticos es una cuestión a nivel mundial? que no tengamos memoria...

—Se lo voy a contar una anécdota, no sé si usted recuerda a Mitterrand, él fue el primer presidente socialista francés en los ochentas [François Mitterrand]. Un día de la nada tomó un avión y se fue para un lugar en Austria, y todo el mundo se preguntaba qué estaba haciendo ahí, hasta que alguien recordó que ahí era donde había iniciado la Primera Guerra Mundial.

Me quedé un poco perdida con el ejemplo don Iván...

—Uno de los efectos del cambio a nivel demográfico y cultural en la sociedad, es que ha habido una ruptura muy fuerte entre el presente y el pasado, y esto ha sido a nivel mundial.

Esto tiene mucho que ver con que la dinámica de consumo está construida en torno a los jóvenes, y ahora la juventud llega hasta los 35 años, espero que ahorita llegué hasta los 60 (vacila). Esto lo que transmite es un mensaje de que lo importante es el presente inmediato se ve, incluso, en la misma forma en la que asumimos el consumo cultural.

Actualmente, si alguien termina de hacer una película o de escribir un libro o presentar un álbum de música, la pregunta inmediata es ¿y ahora qué sigue? Es decir, como si la persona hubiera pasado 10 años escribiendo un libro, un guión, o 9 canciones, y de repente dice ¡ya no importa voy a empezar a con lo otro!

Esto ha ocasionado que la relación de las personas con el pasado cambie, pero la relación con el pasado es fundamental. Porque, por ejemplo, si un presidente de Costa Rica asume actitudes muy autoritarias uno le podría recordar el caso de Bernardo Soto en 1889, cuando se le levantaron los campesinos defendiendo el resultado de una elección, y Soto en lugar de enfrentarlos con el ejército decidió no hacerlo.

Este es un caso que debería recordarse siempre, porque es la actitud más correcta frente a una sublevación popular de este tipo, cosa que Daniel Ortega no ha entendido, por ejemplo.

Entonces, volviendo a su pregunta y el ejemplo que pone de los años 40, esta fue una época que para nosotros, como sociedad, ha resultado fundamental hasta el día de hoy. Fue un momento en donde distintas fuerzas sociales lograron ponerse de acuerdo para llevar a cabo una reforma social que, en términos de impacto a nivel nacional, lo seguimos sintiendo y viviendo hasta hoy; además, hay pocos procesos a nivel de América Latina comparables.

Resaltando además que, fue un proceso que no se dio mediante una revolución, sino como resultado de una serie de procesos relacionados con la política electoral.

Por eso, creo que no existe un límite de tiempo para mirar al pasado y querer emularlo. Uno del pasado busca lo que necesita, y pienso que en el caso actual, en relación con esta coyuntura específica de la discusión fiscal, el pasado que hay que buscar es lo que hizo Alfredo González Flores, de ponerle impuestos a los ricos, o Ricardo Jiménez Oreamuno en los años 30 adoptó los salarios mínimos, o José Figueres Ferrer a fines de los 40 poniéndole impuesto de un 30% a las ganancias de la United fruit Company.

Ese es el pasado que nos interesaría ver ahora, y entonces decir: si la United fruit Company pudo pagar el 30% ¿por qué Dos Pinos no? Es decir, la memoria histórica permite hacer preguntas sobre el presente, que son pertinentes en términos del contexto.

Porque en este sentido el pasado siempre es un espejo, y es un espejo en donde vemos tanto lo que queremos ver como lo que no queremos ver.

***

Iván Molina es un señor de edad media, ojos oscuros y mirada paciente. Es profesor y catedrático universitario. Por lo que alguna gente comenta, a veces suele ser medio “arisco”, sin embargo, a mí me pareció de lo más ameno.

Más que una apertura a desmenuzar la historia, como yo creía, Molina prefirió caminar por la reflexión histórica.

De pronto, la reflexión se convierte en “obvia”, pero de veras que en ocasiones parece que no queda claro que vivir pensando en el paso nos impida construir el presente, y vivir demasiado en el presente hace que se nos olvide que los grandes logros en el pasado se construyeron porque, “distintas fuerzas sociales lograron ponerse de acuerdo para llevar a cabo una reforma social”.

No fue porque distintas fuerzas sociales se dieron a la tarea de defender sus puntos, ¡es que nadie tenía demasiado! Aún existía ese sentido común de “hay que hacer algo”.

El historiador parece no inmutarse demasiado por la apremiante situación actual. Cada momento social tiene su propio afán. Lo que corresponde mirar del pasado aquello que nos funciona y vernos en el espejo de la historia, porque si en algún momento tuvimos todo en contra, y aún así logramos sobresalir, no veo por qué ahora no se pueda.

Dice Iván que la historia nunca se repite, y me lo dice sonriendo. Como quien desea que siempre haya momentos nuevos para estudiar. Y sí, aunque siempre creí que a veces las sociedades repiten su historia, la verdad es que luego de conversar con él por más de 45 minutos ahora veo que, si bien la historia nunca se repite, tampoco se hace historia todos los días, esa es una decisión nuestra.