En esta huelga organizada en contra del Plan Fiscal hay algo que realmente me molesta: la ausencia de mujeres en espacios de decisión y su silencio (convenido o no, impuesto o no). Las diferentes medidas tomadas por los sindicatos, grupos de presión y el gobierno, dan cuenta de una competencia para ver quién es más macho, quién es más viril.
Pero la virilidad tiene una historia y en Tiquicia tiene que ver con competencia, con cerrazón, con malacrianza y desde luego, con la prohibición de cuestionar a la jerarquía venga de donde venga. Un papa, un presidente, un cura, un ministro, un sindicalista, un pastor…todos son mansas palomas cuando de convencer se trata pero a la hora de dialogar, solo quieren mostrar su falo autoritario, su poder y su opinión sobre la de los demás.
En esta pugna contra el Plan Fiscal yo quiero escuchar mujeres: la primera, Rocío Aguilar, ministra de Hacienda. Ella ha demostrado tener coraje y además, es una dama, independientemente de su posición en el gobierno. Creo que ella, con su ética y su experiencia puede dirigirse al pueblo en una mesa redonda pública, en un debate público a la altura de las circunstancias.
¿Dónde está Claudia Dobles? Queremos escucharla a ella también. En una mesa de diálogo, en una cadena nacional, ella debe hablar porque ha demostrado ser una mujer ecuánime, alguien que, como ingeniera, ve varias aristas de un problema, y como ingeniera, está acostumbrada a resolver (eso es, a fin de cuentas, lo que debe hacer un ingeniero…usar su ingenio y resolver).
¿Dónde están las diputadas del PLUSC? ¿Dónde, ecologistas de renombre, profesoras universitarias? ¿Dónde está doña María Luisa Ávila, quien con mano firme suprimió en 2009 la Romería por la amenaza real de la H1N1? ¿Por qué no vemos a sindicalistas, profesoras de colegio, maestras, montando una mesa de diálogo, algo televisado, ojalá? Queremos ver diálogo, gente hablando, gente tomando nota de puntos impostergables. Hay que levantarse en contra de la jerarquía masculina, sobre todo si lo que está en juego es una lucha de poder, de “egos” enaltecidos por tener sus quince minutos de fama.
Yo no hablo de esencialismos femeninos porque está claro que una mujer puede ser peor que un hombre. Sí, una mujer puede ser tan despiadada como un hombre, tan cruel y tan patriarcal como uno de ellos…Sin embargo, la historia también ha señalado que, al menos estadísticamente, nuestros actos de violencia son menores, en comparación con los de los hombres.
Por eso insisto: quiero ver a mujeres negociando, hablando, dialogando. No es compitiendo como el país saldrá adelante, no es desde una izquierda o una derecha como saldremos de esta crisis…hay que discernir los tiempos y eso pasa por sentar a mujeres expertas, a mujeres de ética (no pureza, eso es otro tema) a discutir y trazar una ruta de salida a la crisis.
No digo ingenuamente que solo las mujeres pueden solucionar este “desmadre”; lo que digo es que llegó la oportunidad de protagonizar un diálogo de altura, dado que la virilidad del gobierno y los sindicatos es, a todas luces, incapaz de hacerlo.
Los tiempos han cambiado: es nuestro deber hablar claro, sin tapujos y sin miedo si queremos heredar un país solidario a las próximas generaciones. Por eso digo: ¡mujeres costarricenses, uníos!
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