La posición oficial de las universidades públicas respecto al plan fiscal no es menos que vergonzosa. Alegar una violación de la autonomía universitaria para estar en contra del plan fiscal es corromper un principio fundamental de una sociedad libre como Costa Rica que ha existido desde el siglo X. Como costarricense y graduado del sistema universitario estatal he sido traicionado por las cúpulas académicas a quienes les hemos encomendado el deber de resguardar la autonomía universitaria.

En los últimos meses ha resultado evidente que estas cúpulas siempre han abusado del sistema en detrimento de sus subalternos. Muchos de ustedes que leen estas palabras lo saben, lo viven y/o lo han vivido. Muchos amigos y colegas en el sector académico usan sus propios ingresos para mantener laboratorios, pagar por sus publicaciones, apoyar estudiantes y gracias a profesionales comprometidos como ellos pude recibir educación de calidad. De quienes más aprendí fue de aquellos que me enseñaron con convicción, a menudo ganando 8-9 veces menos que sus colegas "catedráticos" o que miembros del consejo universitario. Muchos de quienes no reciben incentivos, no ganan horas extra ni “sobre-cargas” y son los que día a día aconsejan estudiantes, les buscan trabajo, coordinan conferencias y participan de comisiones ad-honorem mientras otros pocos intocables se sientan en un olimpo académico abusivo.

Es injusto que metan a todos en la misma bolsa cuando la opinión pública se vuelca en contra de las universidades estatales. Es un abuso que estas cúpulas enquistadas en el sistema universitario se ganen hoy los vítores por las mejoras en el posicionamiento internacional de las instituciones, cuando ustedes son ellos la fuerza detrás de ese progreso. Será aún más injusto cuando la guillotina caiga y los recortes impuestos a las universidades los impacten primero a ellos y sus estudiantes. Quienes perderán sus ingresos son los interinos, los que tienen un cuarto de tiempo o a los recién graduados esperando una beca para irse a estudiar fuera del país. Quienes verán una reducción en la calidad de los servicios y educación serán los estudiantes y profesores que tienen poco tiempo para maniobrar la política universitaria. Es una realidad escandalosa, pero lo cierto es que ustedes saben adonde encontrar a los responsables directos.

Es embarazoso que aquellos en quienes hemos confiado para que resguarden este principio de autonomía causen semejante daño reputacional a las instituciones por alegar la violación a un principio que ni siquiera honran. Para Henning Jensen y Alberto Salom es muy fácil vociferar por la autonomía universitaria porque no tienen el pellejo en juego. Cuando el estado quiebre y no pueda transferir el FEES ellos tienen garantizado su salario y su pensión, para ellos esos son "derechos adquiridos". Aunque uno pueda cuestionar la definición de derecho adquirido para una pensión cuyo monto no es consecuente con las cotizaciones realizadas, ellos y sus pares en los consejos universitarios no tienen de que preocuparse por el resto de la vida que les queda. Pueden tomar el principio de autonomía y explotarlo a conveniencia porque su estabilidad no está en juego. En el fondo ellos saben que no existe la autonomía universitaria sin estabilidad económica para financiarla, pero a quién le importan los principios cuando ya se ha abusado suficiente del sistema para garantizar su sostenibilidad personal al largo plazo. Para muestra un botón, son los privilegiados universitarios los que engrosan las listas de pensionados de lujo.

Cuando el sueño se acabe y la realidad financiera reviente, me gustaría ver cuantos miembros de los consejos universitarios están dispuestos a renunciar a sus pluses para que no haya afectación a las becas o compra de materiales para estudiantes. ¿Será que veremos un acuerdo del Consejo Universitario recortando sus beneficios en pro de mantener empleados a los profesores interinos? Si hubiera consecuencia con las hermosas palabras esgrimidas para describir el derecho constitucional a la educación, veríamos apoyo económico para estudiantes financiado con esas pensiones no-merecidas que tienen las cúpulas académicas.

Pero ninguna de esas cosas va a suceder, los filisteos universitarios que están poniendo en juego la autonomía universitaria no están dispuestos a poner sus ingresos para apoyar principio que tanto reverencian. Así las cosas, la exultación de la autonomía universitaria por parte de los rectores y consejos vale menos que nada, es una bofetada a aquellos que trabajan con pasión para brindar educación y cuya seguridad es la que está en juego. Es una irresponsabilidad para con los estudiantes que dependen de la educación universitaria para tener un futuro económico sólido y que ustedes ponen en riesgo.

Amigos académicos, si van a enojarse por los recortes, si se sienten bajo ataque por la opinión pública y si van a marchar, hacer un post en las redes sociales o tener una conversación en una mesa tragos, direccionen esa energía hacia quienes han abusados de ustedes directamente y quienes están poniendo en riesgo su trabajo.

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