¿Cuánto nos ha separado este año?
Si nuestra sociedad empezó a mostrar sus fisuras en enero con el tema del matrimonio igualitario el resto del año no ha hecho más que terminar de separarnos.
La cantidad de temas que nos segmentan y la constante necedad de asumirnos como “nosotros” contra “los otros” hace que ya no veamos fisuras, sino grietas que nos están pasando la factura. Pareciera ser que en todos los temas que van emergiendo demostramos cómo hemos perdido la posibilidad de no tomar posiciones dicotómicas. Vemos el mundo en blanco y negro, incapaces de respetar la disidencia.
“O estás de mi lado o estás en mi contra” podría fácilmente convertirse en nuestro nuevo lema nacional, ya que el “Pura Vida” nunca nos había quedado tan grande. Hoy, para cada discusión, es todo o nada y así se vuelve imposible la convivencia. Partimos de verdades inmutables y hegemónicas, privándonos así de cualquier posibilidad de diálogo o crecimiento.
Estamos olvidando que si no entramos a una conversación dispuestos a ceder en nuestros puntos de vista y respetando las distintas posiciones no aspiramos a una conversación, lo que realmente queremos es que el “otro” oiga nuestro monólogo para imponer nuestro criterio.
“¡Cómo se le ocurre pensar diferente a mí!” nos decimos, mientras le ponemos la etiqueta más ofensiva que se nos ocurra o asumimos posiciones condescendientes, seguros de que el tiempo sacará “al otro” de la estupidez, o que llegará el día en que la sociedad se limpie de quienes piensan así, ¡que bello será el futuro sin gente así!
Y así vamos, de monólogo en monólogo, cargando nuestras cajitas de resonancia virtual que nos recuerdan cuánta razón tenemos. Y mientras tanto, sin darnos cuenta, la cosa se nos está yendo de las manos y justo en el peor momento posible. Porque si en algo podemos estar de acuerdo, es que la situación financiera del país esta en un punto crítico, que requiere que tomemos decisiones prontas.
Pero pareciera que la única decisión que estamos dispuestos a tomar es que paguen todos menos yo. Y cualquiera que diga lo contrario, es porque “algún interés debe tener” o “está vendido a alguien más”. Nadie más piensa en el bien común, “solo nosotros”, por eso que paguen todos los demás…
Quienes trabajamos en Delfino.cr procuramos ser críticos con las ideas, no con las personas y por eso recibimos insultos y elogios de todos los bandos, dependiendo de cuál tema abordemos y si coincide o no con la posición de cada lector. Por cada texto que sacamos hay un sector que se alegra de que por fin “alguien dice las cosas como son” mientras del otro lado hipotetizan quién nos estará pagando, para escribir tales cosas. Esto lo aceptamos porque sabemos que es parte de nuestro trabajo y que siempre podemos hacer las cosas mejor, pero ante todo lo que está sucediendo no podemos dejar de hacer un llamado a la mesura en las discusiones…
¿Por donde empezar? Bajémosles el tono a los comentarios —especialmente en redes sociales—, dejemos de andar a la defensiva buscando enemigos donde solo hay diferencias, intercambiemos ideas y no ataquemos a las personas que piensan diferente, dejemos de ponerle etiquetas a los que tienen otros puntos de vista, pero sobre todo, recuperemos la humildad de reconocer que en cualquier tema podríamos estar equivocados y que, en alguno de esos grises que hemos olvidado, tal vez nos podamos encontrar de nuevo.
Este editorial es parte del Reporte: Miércoles complicado, aturdido y doloroso del 13 de setiembre del 2018