¿Habrá algo más frágil que la masculinidad tradicional? Esa que es machista, misógina, violenta, y se impone desde temprana edad. Todos en algún momento hemos sido víctimas de ello, por nuestra forma de caminar, comer, hablar, o hasta por nuestro tono de voz (en mi caso desde los primeros años de la escuela, por tener “voz de chiquita”). Somos privados de un desarrollo integral, de nuestra libertad y además de aspectos fundamentales para el crecimiento en diferentes ámbitos (como el afectivo).

Hemos hablado acerca de la emancipación de la mujer, sus luchas por la igualdad, lo hemos discutido y estudiado (y debe seguir siendo así), pero en muchos casos olvidamos que hay un proceso que los hombres debemos emprender, el cual representa un gran apoyo a esta emancipación: el de repensarnos, y deconstruirnos, ser críticos con nosotros mismos y con nuestro entorno; justo donde empieza el mejor apoyo que podemos brindar a esta lucha.

Pero esta deconstrucción y replanteamiento conlleva también una liberación personal en el hombre. Alejarnos de estereotipos, imposiciones, costumbres nocivas para nosotros y nuestro entorno. Sin casi saberlo somos víctima y victimario, violentamos y nos violentamos, censuramos y nos censuramos. Dejamos de ser como queremos ser por encajar en un campo de lo “masculino”.

Desde el ámbito afectivo hemos sido censurados, nos da miedo y vergüenza abrazar o besar a otro hombre, o nos golpea la “masculinidad” de manera absurda algo tan simple como el tener que comernos un banano en público. Seguido nos surge la necesidad de posicionarnos como el más fuerte, el más duro, más heterosexual, y más macho, necesitamos una aprobación social (o en algunos casos incluso desaprobación social) para ser alguien.

No es equiparar la imposición de los estándares femeninos impuestos a la mujer con los estándares impuestos a los hombres, hay que tenerlo claro: nunca hemos sido, ni seremos sometidos a tal punto de violencia. Pero es importante abordar el hecho de que el machismo es algo contraproducente para el desarrollo integral del hombre, de la mujer y la sociedad en general.

Con todo lo referente a las “nuevas masculinidades” hemos visto como un sector conservador (ya conocido) de la sociedad se incendia, y no duda en gritar “nos quieren homosexualizar”. Cabe preguntar ¿tan frágil es la heterosexualidad? Pero sobre todo ¿existe realmente lo masculino y femenino? ¿hay algo más allá de lo que se nos ha planteado e impuesto como adecuado por su color para un niño o niña? Esta gente que se incendia con las “nuevas masculinidades” es la misma que grita a los cuatro vientos que el rosado es para niñas y el azul para niños, por “motivos biológicos” que ni ellos conocen, ni existen.

Estos parámetros machistas están presentes en todo, desde la música, la educación (sí, es absurdo que todavía se prohíba a los hombres usar pelo largo en las escuelas y colegios), el trabajo, y por supuesto la publicidad. Cada persona que se atreva a romperlos será sometida a un linchamiento social y mediático, y en muchos casos nosotros mismos somos parte de ese linchamiento, somos parte de ciclos de violencia que arruinan infancias, coartan libertades y hasta acaban con la vida de personas que quieren ser libres.

Cuando nos encontramos en la posición de la persona que necesita liberarse, y salir de esa “burbuja” (y no, no me refiero a “salir del closet”) toca enfrentarnos a muchos retos y violencia de todo tipo. Es lamentable que esa violencia se geste desde el seno de la familia, y donde debería de haber apoyo lo que hay es censura. Estos son procesos duros, pero a los que tendremos que enfrentarnos si queremos una sociedad más equitativa y libre, para nosotros, y para los que vienen, quienes ojalá no los tengan que vivir.

La masculinidad (al igual que la feminidad) es el efecto de un largo y complejo aprendizaje social, en todos los ámbitos de la vida cotidiana (ya lo escribía Simone de Beauvoir sobre la condición femenina). Seamos más masculinos; pintémonos las uñas, dejémonos el pelo largo, maquillémonos, depilémonos, pongámonos labial y rubor, delineémonos los ojos, pongámonos enagua y vestido, seamos más masculinos.

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