Leonardo Merino, coordinador del Informe Estado de la Nación, atiende a Delfino.CR en un momento clave para el país.

Comienzo por reconocer ante usted, estimado lector, que esta es la versión resumen de una entrevista que da para tres horas de conversación... pero no para 30 minutos de lectura. Además, la idea no es llover sobre mojado. Hablar sobre las falencias del Estado no es algo nuevo, pero eso no significa que se deban normalizar dichas carencias. Por esa razón es que esta semana conversamos con el coordinador general de investigación para el informe del Programa Estado Nación (PEN), Leonardo Merino.

A menudo, las flaquezas del aparato público las escuchamos de boca de los analistas, pero no bastan análisis grandilocuentes para tomar decisiones que desencadenen en acciones, hace falta observar y comprobar hechos.

Este trabajo es el que precisamente hace el PEN. Por eso, aunque no son el informe del Gobierno, ni el equipo de asesores de Casa Presidencial, según reconoce el propio Merino, el informe es un insumo institucional y ciudadano para lograr profundizar en temas específicos. En esta ocasión abordamos lo político-social, económico y educativo.

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Basados en los argumentos científicos del Programa del Estado Nación ¿cuál es el perfil político de Costa Rica en este momento?

—Primero ubiquémonos en que el país está viviendo un cambio político profundo. Todos lo hemos notado. No es cuestión de quiénes ocupan cargos públicos o cuáles partidos llegan al poder, sino de un cambio de todo el sistema de partidos políticos y de toda la composición de las principales instancias [políticas]: Asamblea Legislativa y Poder Ejecutivo. Vivimos un cambio que hemos logrado sobre la marcha, con el comportamiento ciudadano expresado en las urnas y también con el comportamiento de los actores sociales y políticos.

¿Cuál es este cambio político?

—Es un cambio multifactorial. Pero, no es un cambio impulsado o que vino de una reforma al sistema político. ¿Qué significa esto? Nosotros somos un país presidencialista, o sea, en teoría el presidente [de la República] es una persona que tiene cierta cantidad de poder, de iniciativa para hacer ciertas cosas, pero nuestro presidencialismo es un presidencialismo débil, incluso hay índices que se publican en América Latina sobre las potestades que tienen los presidentes en nuestros países y el de Costa Rica es muy débil.

[Nuestro presidencialismo] tiene montones de controladores horizontales como la Procuraduría, la Contraloría, la Sala Constitucional, y ni hablar del escenario que tiene en la Asamblea Legislativa.

¿Cuáles son las consecuencias de vivir en un presidencialismo débil?

—El problema está en que cuando se convive en el supuesto presidencialismo que todo lo puede, la gente espera muchísimo del presidente, piensa que realmente va a llegar con las tres grandes cosas que prometió en campaña y se las van a aprobar. Pero, actualmente lo que pasa por la Asamblea Legislativa no necesariamente tiene que ver con iniciativas del presidente [de la República] sino con lo que promueven los mismos diputados.  Lo que se aprueba en la presente legislatura son propuestas heredadas de la anterior legislatura; eso es nuevo”.

Específicamente ¿A partir de cuándo se empezó a dar esta situación?

—A partir de la legislatura de Óscar Arias. Y con las administraciones siguientes [Laura Chinchilla y Luis Guillermo Solís] ha quedado consolidado.

En la [administración] de Arias ya había aparecido un nuevo actor que pegó un susto [PAC] y que transformó un poco la conformación de la Asamblea Legislativa y el bipartidismo se empezó a romper, pero ¿qué indicador señala que las cosas cambiaron en la de Laura y en la de Luis Guillermo? Que por primera vez en casi en ocho administraciones estos dos mandatarios tuvieron que esperarse al tercer año [de gobierno] para que la mayoría de leyes aprobabas por la Asamblea fueran de cosecha propia. Eso es nuevo”.

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Con esta explicación de Merino, queda claro entonces que, la figura presidencial 1) no tiene capacidad de impulsar su agenda ya que la mayoría de propuestas aprobadas no vienen del Poder Ejecutivo, y 2) la lentitud de aprobar la agenda, por pequeña que esta sea.

Un ejemplo de ello lo tenemos en el indicador de la tasa de éxito de las convocatorias del ex presidente Luis Guillermo Solís. El Informe del PEN 2017 indica que, durante su primer año de mandato solamente logró la aprobación del, 2% de los proyectos que convocó en sesiones extraordinarias, que es cuando tiene margen para escoger la agenda y en el tercer año, que fue su mejor año, fue apenas del 14%.

“Estamos en una sociedad en el que el presidente no es todopoderoso”, recalca el investigador quien también recuerda que, aún con este indicador tan bajo, el problema que tenemos radica en la cultura política costarricense que encuentra en el acuerdo político la satanización.

Necesitamos diputados y diputadas con otra lógica que no sea la lógica obstruccionista. El principio en una sociedad multipartidista es que, si el gobierno o el grupo X logró mayoría de dos o tres partidos para X acuerdo, el cuarto partido que no estuviese de acuerdo con el bloque debería quedarse quedito. Esa es la lógica de los sistemas políticos multipartidistas.

La lógica de utilizar herramientas del reglamento para que una, dos o tres personas bloqueen la promulgación de leyes hace correr el riesgo de que no se apruebe nada en los cuatro años que dura un gobierno. La cultura de que el fracaso del otro es una victoria mía debe cambiar. Pero también la cultura ciudadana y de la prensa, que ven en el pacto y el acuerdo político algo sospechoso”.

¿Qué significa “reformular el sistema político”?

—Hay que hacer varias reformas, por ejemplo, las relacionadas a cómo elegimos a los diputados. Es una discusión que estamos dando desde hace 30 años y que no logramos consolidar, la modificación del Reglamento Legislativo, para que algunos grupos no puedan bloquear el Congreso, porque nuestro sistema político no nos obliga al diálogo, cosa que sí sucede en las sociedades parlamentarias, y no digo que esa sea la aspiración [pasarnos a un sistema parlamentario], lo que digo es que esto es lo que sucede en las sociedades parlamentarias”.

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Señala el investigador que como sociedad debemos preguntarnos en dónde queremos poner el peso del poder político ¿en el Congreso o en el presidente de la República? Y que esto pasa por el análisis de si nos alcanzan 57 diputados para representar a todo el país, cabe cuestionarnos la continuidad a los legisladores o si el camino a seguir es cambiar la manera en cómo escogemos a los congresistas.

Por ejemplo, el año pasado el PEN hizo un análisis sobre las Comisiones Legislativas de nuestro país el cual señala que con el pasar de los años se han creado más comisiones en el Congreso, pero se mantiene el número de diputados, entonces “la atomización de Comisiones con el mismo número de legisladores (57 plazas), ha hecho que los esfuerzos sean dispersos, agotadores, recargados y, en ocasiones, ineficaces por falta de quórum o bien por superposiciones horarias”.

                                       Fuente & elaboración: Programa Estado Nación

“¿Eso qué te significa? —me dice Merino— que no hay especialización de nuestros diputados, que en una Comisión Legislativa el congresista es un ave pasajera que no se especializa en el tema, que atender cinco o seis comisiones se traduce en que nunca, o pocas veces, se trabaja con calidad.

Eso puede tener diferentes salidas, pueden ser menos Comisiones o más diputados, no sé cuál sea la fórmula que vayamos a escoger, pero ciertamente el hecho genera un problema. El tema es que, además, no es una discusión tan sencilla como a veces la gente piensa, porque existen problemas estructurales más complicados de lo que nosotros [la sociedad] pensamos”.

Dice el investigador que desde hace 30 años ha habido propuestas de posibles reformas al sistema político, “propuestas no han faltado”, lo que ha faltado es iniciar la discusión, recalca. Agregaría yo que, lo que ha faltado es voluntad.

Resume Merino que, en Costa Rica quienes cambiamos fuimos la sociedad, pero nunca se adaptaron paralelamente las reglas del sistema político. No hemos querido entrar en la discusión de cómo modernizarlo. Como cualquier sociedad que está constantemente evolucionando logramos quebrar la estructura legislativa y colocar en 2014 a nueve partidos políticos, pero lo hicimos sin entender que los problemas estructurales tienen consecuencias un poco más complejas de lo que pensamos.

Entretejido social: el gobierno de Carlos Alvarado se enfrenta a lo mismo, pero más grave

“Los temas más comunes, pero estructuralmente vitales, son generalmente más complicados de lo que la gente cree. Por ejemplo, la gente dice “tenemos 20 años de estar estancados en la pobreza, ¿cómo es que no salimos de ahí?”, y es cierto, tenemos 20 años de estar con alrededor de un 20% de la población costarricense sumida en la pobreza. Pero, el problema del estancamiento va más allá de otorgar un bono del IMAS porque el 80% del ingreso de los hogares proviene del trabajo, y el trabajo justifica únicamente el 17% de la reducción de la pobreza. Entonces, le estamos cargando al Estado una presión que ni aún todos los programas de ayuda social pueden resolver.

Únicamente el mercado de trabajo puede resolver la pobreza. Pero aquí va el otro tema, la población que hoy día no tiene trabajo es el resultado de la poca inversión que se hizo en educación en los años 80. Son personas que hoy por hoy no se pueden enganchar tan fácilmente al mercado laboral. Entonces, la explicación estructural del por qué de la pobreza, va más allá de los bonos o los malos políticos de turno. La pobreza responde a que la economía está desenganchada del empleo”.

IPM: índice de pobreza multidimensional
                 LP: línea de pobreza

Me explica Merino que los sectores que están creciendo más, (sector de seguros, informáticos, telecomunicaciones, etc.) no son intensivos en la creación de puestos de trabajo, por tanto, la gente no sale de la pobreza. La política social no va a dar los recursos que necesitan un millón 64 mil personas que viven en pobreza, lo que la gente necesita es conseguir trabajo y para tener un trabajo se necesita educación, esto lo explica el INEC mediante su medición de la pobreza con el índice de pobreza multidimensional, en el que precisamente toman en cuenta el nivel educativo, trabajo y acceso a servicios de salud, etc.

“Es que, si no se resuelve el rezago educativo, enganchar a la gente a los sectores productivos, que dicho sea de paso vienen-invierten-contratan-y-se-van, no se logra nada. Desde el 2009, los niveles de desempleo que presenta Costa Rica son comparables únicamente con los de la crisis de los 80s”.

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La conversación con Leonardo Merino sobre lo que enfrenta el presidente de la República Carlos Alvarado, su equipo de gobierno y la ciudadanía en general, puede que suene a camino trillado, pero por estar sonando a “camino trillado” ya por varios años, es que actualmente ese camino ha llegado al horizonte del abismo fiscal. Y no lo dice una periodista fatalista, lo dice el Ministerio de Hacienda, lo dice la Contraloría General de la República, lo dicen los diputados, lo dijo el ex presidente Solís. Lo dice todo el mundo. Y esto, recuerda el investigador, es un hecho, no un análisis.