Pasada la segunda ronda electoral en la cual democráticamente el pueblo decidió y ambos candidatos aceptaron responsablemente sus respectivos destinos, debemos volver, como país y como ciudadanos, a avocarnos en trabajar en soluciones a los males que nos aquejan, que son muchos y algunos en exceso agobiantes, como el desempleo y la inseguridad o la crisis fiscal. Pero sobre todo, esa pobreza vergonzosa que convive con el 20% de nuestros ciudadanos.
Razones de orgullo y de éxito tenemos muchas como país y quizá una de las más brillantes es nuestro Tribunal Supremo de Elecciones, ejemplo mundial de transparencia y eficiencia. Un baluarte de la paz en nuestro país, el cual, una vez más, demostró su independencia, solidez y modernidad. Como dijo un observador internacional: “A Costa Rice se viene a aprender”. ¡Qué orgullo!
Así, como habitantes de esta República democrática, debemos iniciar la ruta del desarrollo desde lo que nos une, para encontrar soluciones e implementarlas. Sin embargo, el actual panorama político nacional, parece centrado en dividir. Los de izquierda y los de derecha. Los de una raza y los de otra. Los de una religión o los de otra. Los que votan y los que no votan. Los que son de un país y los del otro. Nos meten en cajas constantemente, en un ejercicio por destruir a partir de la división, en lugar de construir a partir de la empatía.
Lamentablemente, los ciudadanos también caemos en ese error. Ya sea por capricho o por instinto, intentamos etiquetar a los demás, tal vez como forma de buscar organizar y estructurar las relaciones que tenemos y la gente que conocemos; los que me caen bien, los que no. ‘Los que’ y ‘los que’. Y más cajas. Somos muy buenos para dividir, pero no tan buenos para poner en común.
¿Qué pasa con todo lo que nos une? ¿Qué pasa con las cosas que sí compartimos? Son más, y lo más importante: nos ayudan a crecer como personas y como sociedad. En las pasadas elecciones, nuestros pueblos costeros dieron un grito desesperado, recordando que son ciudadanos con plenos derechos y demandas, que han sido abandonados por los gobernantes de turno, pero así también por su desidia propia, y en muchos casos, por la corrupción.
Si queremos salir adelante, debemos trabajar hombro a hombro, y si algo nos llega a dividir, que sea por actos de corrupción, los cuales vamos a denunciar incesantemente, pero que no sea por pensar distinto. Qué pensar distinto nos enriquezca y no nos limite.
Son muchas las demandas que tenemos como ciudadanos, pero es mucho también lo que debemos y podemos hacer por nuestro país, por nuestro vecino o compañero de trabajo. Un país no lo salva un gobernante, lo salva y desarrolla su gente, nosotros, con empatía y trabajo.
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