Estas elecciones nos dejaron una serie de eventos dignos de futuros libros de historia.

El pasado primero de abril nos lego una participación más alta en segunda ronda. Nada más y nada menos que un domingo de Semana Santa. Contra todo pronóstico, los ticos salieron a votar y dieron un mensaje contundente al darle un 60% de votos de confianza al candidato oficialista.

Un candidato que, cuál ave fénix, resurgió de las cenizas, cuando algunos medios de comunicación no lo querían tomar en cuenta en debates de primera ronda. Un candidato de un partido que gobernó durante uno de los escándalos de corrupción más grandes de nuestra historia.

Pero bueno, más allá de lo que Carlos Alvarado representaba inicialmente. En los últimos dos meses, Carlos personificó un posible gobierno de unidad. A diferencia de su adversario, el Alvarado del PAC tuvo que tocar puertas, firmar acuerdos y dar su palabra. Mientras que a Fabricio se le acercaron, súbitamente, reconocidas figuras políticas del país sin mucho esfuerzo. Quizá porque pensaron muy equivocadamente que sería un fantoche y velaron por sus propios intereses.

¿Dónde estuvo el equipo de lujo en el discurso de derrota de Fabricio? Tal vez en sus casas, viendo a través de un televisor el resultado del TSE, como si la cosa no fuera con ellos. Prometieron sacar adelante al país, pero cuando su “líder” más los necesitaba no estuvieron ahí.

Hay que reconocerle a Fabricio su crecimiento en las pasadas semanas, pasó de no tener idea del significado correcto de Estado Laico a poder sostener un debate. Siempre flojo a la hora de discutir temas de fondo, al menos pudo tener un discurso de ataque al gobierno actual que era el talón de Aquiles de Carlos. Aunado a esto su discurso de derrota estuvo a la altura, pidiendo a sus seguidores aceptación, respeto y diálogo.

Ahora sí, el evento más importante, la creación de Coalición Costa Rica. Un movimiento liderado por jóvenes que no quisieron ser observadores, que se situaron en la historia y tomaron acción. En cuestión de días se sumaron al grupo más de 200.000 personas, número que hasta ese momento no había alcanzado ninguno de los candidatos. Coalición se encargó de visitar lugares recónditos que los partidos no habían visitado, compararon planes de gobierno, informaron a gente de todos los estratos socioeconómicos e incluso organizaron transporte para el día E., todo con recursos donados por las mismas personas que formaban el grupo.

La Coalición involucró al país, nos hizo darnos cuenta de que sí, cada voto cuenta y el voto es una responsabilidad. Fue un despertar nacional, algo nunca visto. Si una persona tenía una pregunta, la hizo con toda libertad y se le respondió con respeto. Cada miembro se dio a la tarea de convencer personas, primero para que votaran y segundo para que lo hicieran informados. Tanto fue el impacto que vimos gente tomar aviones, buses, y hasta un joven que llegó a su mesa de votación pidiendo ride.

Vimos una nueva bandera que no tiene color político, tiene los colores de la bandera nacional. Se dejo de lado el concepto de partido tradicional y quedó demostrado cuando Carlos dio su discurso de victoria. Algo sin precedentes ocurrió, al estar en su tarima estaban no solo dirigentes del PAC, sino que también Rodolfo Piza, María Luisa Ávila, Leonardo Garnier, Patricia Mora y muchos otros líderes con todos los tintes políticos que nuestra pequeña nación ofrece. Ellos dejaron de lado cualquier diferencia ideológica y posibles asperezas políticas con el objetivo de ver ganar al progreso.

Hoy por hoy, ya no vale confiarle ciegamente el voto a un partido. Se hizo por más de 50 años y en parte por eso el país está en el lío en el que se encuentra. Por eso celebro este gane y celebro la Coalición.

Como dijo Benedetti “con gente como esa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido”.

Estoy segura de que la Coalición estará muy activa durante los próximos años, siguiendo de cerca las acciones de los tres poderes de la República y exigiendo transparencia a nuestros gobernantes.

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