Desde inicios de este siglo, más que nunca, son evidentes los efectos en cadena que causan los países potencias mundiales al resto de naciones. Recesiones económicas, contaminación climática y guerras de cualquier índole acarrean consecuencias para todos. Nuestro planeta globalizado no permite enajenación alguna respecto a lo que sucede en fronteras vecinas.

De cara a la segunda ronda electoral del domingo pasado, por muchos meses estuvimos de cabeza metidos en la política costarricense, porque claro, la política nacional es lo que inmediatamente nos afecta, pero ¿saben qué más nos afectaría en un abrir y cerrar de ojos? Donald Trump y Vladimir Putin fuera de sí.

Estos dos individuos tienen en común que son los presidentes de los dos países con mayor cantidad de armas nucleares del mundo, y ¿qué tienen que ver ellos con Costa Rica? que fue una tica quien lideró la Conferencia Diplomáticas de las Naciones Unidas que dio paso al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, el año pasado en New York.

Elayne Whyte es, hasta el momento, la embajadora costarricense ante la ONU en Ginebra y fue escogida de manera unánime por más de 100 países miembros para presidir las negociaciones sobre este Tratado.

En junio del año anterior las conversaciones sobre la prohibición de armamento nuclear acapararon los titulares mediáticos más importantes del mundo, hoy en Delfino+ tenemos a una de las protagonistas de la desaceleración de la destrucción del mundo, porque sí, según Elayne, la sola exposición de un submarino nuclear tiene 11 veces más potencia que las bombas que se usaron en Hiroshima y Nagasaki, es decir, una sola explosión convertiría en polvo a un tercio de la población mundial.

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Bendita era digital. Yo en San José, Elayne en Ginebra. Whyte fue profesora universitaria, investigadora el Programa del Estado de la Nación y asesora legislativa; es también diplomática de carrera y ha sido, durante la administración Solís Rivera, la embajadora ante la ONU, sede Suiza.

Las sedes de la ONU, me explica ella, cumplen funciones distintas, la de Ginebra es el tras bambalinas de lo que se ve en New York.

“Yo ingresé en la carrera diplomática en el año 98 y en esta oportunidad fui nombrada para representar a Costa Rica en la sede de las Naciones Unidas de Ginebra. Esta sede es muy interesante, porque tradicionalmente las sedes de mayor peso de la ONU han sido New York, donde funciona la Asamblea General y la Secretaría, y la sede Europea de Ginebra, que es una sede técnica por así decirlo.

Aquí (Ginebra), además, está también la sede de otros organismos internacionales, por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial del trabajo, la Unión Internacional de Telecomunicaciones, la Unión Meteorológica Mundial; Ginebra es el Hub mundial de Derechos Humanos, desde acá funciona el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, etc.; y entonces, cómo es la sede de tantos organismos, aquí se trabaja el fundamento técnico de los temas que son sometidos a discusión en la Asamblea General en New York”.

Me decía Elayne que muchas otras veces simplemente se trabajan temas concretos sobre la cotidianidad de nuestra vida, cosas de las que ni nos damos cuenta, por ejemplo, los teléfonos celulares funcionan porque están conectados al espacio radioeléctrico y para que esto funcione cada 4 años se reúnen en Ginebra los representantes de todos los países del mundo y deciden cómo es que se asignan el espacio radioeléctrico, cosa que permite el funcionamiento de todas las empresas de telecomunicaciones, radio, celulares y televisión.

Contexto nuclear

“Junto a ese montón de temas, otro tema que se trabaja desde acá es el desarme en general, tanto lo que llamamos desarme humanitario, que tiene que ver con los aspectos de la guerra que impactan directamente a las personas, como los temas del derecho internacional humanitario, que regulan el comportamiento de los actores en guerra, porque el hecho de que haya países en guerra no quiere decir que se puedan comportar como se les ocurra, no. Es decir, desde hace muchos años, aunque haya naciones envueltas en conflictos armados, está prohibido bombardear centros urbanos, escuelas y hospitales, etc. En la buena teoría existen reglas de lo que sí se puede hacer y de lo que no se puede hacer en tiempo de guerra”.

¿Se cumplen esas reglas?

— Muchas veces sí. Sin embargo, recientemente observamos un deterioro fundamental en el cumplimiento de estos acuerdos porque hay varios conflictos internos, no tanto internacionales, y los mecanismos existentes para hacer valer dichas normas no necesariamente están presentes porque las reglas, se supone, las respetan las fuerzas beligerantes (fuerzas reconocidas por la comunidad internacional), pero ahora estas fuerzas o los actores en conflicto están bombardeando indiscriminadamente.

Uno de los conflictos internos a los que Elayne hace referencia es la guerra civil Siria, que ha dejado tras su desagradable paso a más de medio millón de personas muertas y que tiene todos los números comprados para ser, por excelencia, un ejemplo de violación de estas normas y de los Derechos Humanos.

El día, si es que llega, en que se juzgue a los responsables de la muerte de miles de civiles sirios, tendrá el agravante de que durante este conflicto se han usado armas químicas, prohibidas por la ONU desde 1997.

¿Es desde la sede en Ginebra que también se trató en su momento la prohibición de armas químicas?

— Sí, y es que vamos a ver, en el mundo hay foros para prácticamente todos los problemas de la humanidad. Las armas de destrucción masiva, en términos generales, las químicas las biológicas y las armas nucleares, han sido un tema que la comunidad internacional ha discutido por muchos años.

Por ejemplo, luego de la primera Guerra Mundial las armas biológicas fueron prohibidas, después vino la Convención para prohibir las armas químicas y, de una manera relativamente estancada, había quedado el trabajo sobre las armas nucleares. Con las armas nucleares lo que pasó fue que a principios de los 70 entró a regir el Tratado de la no Proliferación Nuclear, esto lo que generó fue un gran acuerdo mundial para que los países no consideremos el desarrollo de armas nucleares como algo normal de nuestro arsenal de seguridad y se prometió, en aquel momento, que los países con armamento nuclear, cinco en ese entonces, iban a ir a un proceso de negociaciones de buena fe para concluir su carrera armamentista y llegar a concretar por completo el desarme nuclear.

Pero actualmente vemos que la cantidad de países que tienen armamento nuclear en lugar de disminuir más bien aumentó, porque hoy día son 9. Entonces el Tratado de la no Proliferación de Armas Nucleares lo que ha permitido es convertir a las armas nucleares en una herramienta no legítima del Arsenal militar de los países.

Según Elayne, esto nos dice dos cosas: que hemos avanzado parte importante del camino pero que nos queda otra gran parte por recorrer. Este tratado abordó una parte del problema y es que en el contexto actual no tenemos —afortunadamente— 80 países con armamento nuclear, sino menos de 10. Aun así, el tratado dejó pendiente desarrollar las normas que darían pie a la prohibición y destrucción del arsenal nuclear de las naciones que lo poseen, cosa que sí se hizo con los tratados de armas químicas y biológicas.

Así las cosas desde los años setenta los países sin armas nucleares no se han quedado tranquilos pues han mantenido durante todas estas décadas la urgencia y la necesidad de que se concrete el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares.

“Antes del Tratado que prohíbe el uso de armas nucleares hubo dos fases, la primera, en los años 50, fue detener la carrera armamentista nuclear y la segunda, ya en los 70, la eliminación de los arsenales nucleares con el tratado de la no proliferación.

Esto fue muy importante porque los países nuclearmente armados, especialmente los más grandes, Estados Unidos y la antigua Unión Soviética, actual Federación Rusa, asumieron una responsabilidad legal y por escrito que los llevó de poseer 70 mil ojivas (arma nuclear o misil de destrucción masiva) a solo tener 15 mil, lo cual fue un logro extraordinario. No obstante, desde ese momento y hasta la fecha no se volvió a reducir la cantidad de ojivas, y más bien se paralizaron las negociaciones para detener la proliferación nuclear”.

Hiroshima y Nagasaki, 70 años de efectos secundarios

Este es el título de un artículo publicado en 2015 en el diario El País, donde detalladamente se describen los nefastos efectos de la radiación nuclear. Aunque siete décadas parecen demasiadas no han sido suficientes para que el mundo sane las consecuencias de las armas nucleares. Aberraciones cromosómicas, cáncer y tumores, sin mencionar los traumas psicológicos, son parte de los padecimientos actuales de miles de bombardeados.

Es por esto que en 2016 Naciones Unidas convocó a una Conferencia Diplomática para negociar el posible texto del Tratado Sobre la Prohibición de Armas Nucleares, convención que presidió Elayne y que concluyó en la aprobación formal del tratado, en junio pasado, en las oficinas generales de las Naciones Unidas en Nueva York.

¿Que se necesita para que aparte de ser un papel firmado, este tratado sea un compromiso real?

— Es fundamental que los ciudadanos del mundo sepamos el riesgo que supone la sola presencia de armas nucleares en el planeta, este riesgo es inclusive mayor al cambio climático.

Hoy día sabemos que, desde la Crisis de los Misiles durante la Guerra Fría, este es el momento cuando más riesgo hay de que se usen armas nucleares, ya sea intencionalmente o por error. Eso nos lo dicen los científicos todos los días. Usted sabe que fueron precisamente los científicos quienes aportaron el conocimiento para que se use la energía nuclear con fines bélicos, entonces ahora un amplio sector de la comunidad científica está en el movimiento por abolir las armas nucleares, pues una vez que ellos vieron las catastróficas y devastadoras consecuencias del uso de armas nucleares, no solo en la guerra, en las pruebas y en los ensayos, sino también en las personas y para el ambiente, se han vuelto en contra de estas armas.

La Junta de Científicos Atómicos todos los años revisa las estimaciones sobre qué tan cerca o qué tan lejos estamos del uso de estas armas, y este año, en enero, nos dijeron que estamos más cerca de lo que estuvimos cuando la Crisis de los Misiles.

Entonces qué es lo que se requiere para un compromiso real, yo personalmente creo, cómo lo dijo Albert Einstein, cuando luego de ser partícipe de la creación de la bomba de hidrógeno, se arrepintió y fundó la primera fundación antinuclear en Princeton, que en temas de armas nucleares lo que se requiere es una ciudadanía mundial absolutamente consciente del riesgo que estás armas implican, esto para mí esto es fundamental para adquirir un compromiso real.

Aunque el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares fue alabado por la comunidad internacional, la realidad es que de los nueve países nucleares, cero participaron de las negociaciones y obviamente no lo firmaron. Repasemos estas amables naciones: Rusia, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China, Pakistán, India, Corea del Norte e Israel.

La embajadora costarricense denunció en agosto del año pasado que los países con armamento nuclear boicotearon de manera notable las negociaciones para firmar el Tratado. Aun siendo un tema de seguridad y salud mundial, Estados Unidos, Reino Unido y Francia se atrevieron enviar un comunicado conjunto luego a la aprobación del acuerdo y señalaron que: “No tenemos la intención de firmar, ratificar o siquiera ser parte del tratado”.

¿Cree que la prohibición de la ONU corre el riesgo de volverse simbólica por la falta de apoyo de las naciones que sí tienen armas nucleares?

— Hay una percepción de que la fuerza genera seguridad. Sin embargo, actualmente sabemos que esa percepción es equivocada y lo logramos constatar desde el día en que unos aviones se estrellaron contra dos edificios en Estados Unidos. El uso de la fuerza que pudo haber significado tener el arsenal militar más grande del mundo no fue una garantía de seguridad, todo lo contrario, y en materia de armamento nuclear es igual porque no hay ninguna garantía de seguridad para los países que poseen armas nucleares, más bien la existencia misma de estas armas posibilita que se utilicen y esto se traduce en inseguridad.

Esta lógica es la que ha llevado a la comunidad científica y a los 120 países que aprobaron el tratado a decirle a los países nucleares que la única garantía de que no se usen estas armas es si se eliminan por completo. No consideramos legítimo ningún uso de armas nucleares ni siquiera para fines defensivos. Simple y sencillamente no se pueden usar las armas nucleares, está prohibido usarlas y está prohibido amenazar con usarlas.

Entonces yo creo que aunque haya personas que digan que “uy de por sí no estaban los nucleares, esto de qué sirve” es precisamente ahí donde radica la importancia del tratado. La magnitud la simple acción de que la Asamblea General de las Naciones Unidas haya dicho “vamos adelante a prohibir las armas nucleares aunque ellos no participen y se opongan” legitima e impulsa la lucha. Por primera vez en 70 años la vasta mayoría de la comunidad internacional decidió decir con mucha claridad que las armas nucleares no son legítimas, por lo tanto no aceptamos y condenamos cualquier actividad relacionada a ellas.

Aunque los países nucleares se opongan, lo que estamos haciendo es renovar la obligación que tienen las naciones del mundo a no adquirir este tipo de armas y reafirmando la responsabilidad que tienen los países dueños de armas nucleares a dar una respuestas afirmativas a la eliminación de sus arsenales.

Alguna vez alguien me dijo que el máximo galardón de paz mundial, o sea el Nobel, es otorgado siempre de manera estratégica. Por ejemplo, respecto a conflictos políticamente relevantes donde se requiere la atención internacional para, como quien dice, no dejar morir la causa, es ahí donde se otorga el premio y se re-legitima o se realza la causa.

Justo fue el caso del Nobel de la Paz 2017. Este premio por primera vez en la historia fue otorgado no a una persona, sino a un grupo de ciudadanos activistas que apoyó precisamente el tratado para prohibir las armas nucleares.

El grupo ICAN, por sus siglas en inglés que significan Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares, tiene su sede en Ginebra y su acérrima enemistad respecto a cualquier sinónimo de armas nucleares, le valió el Nobel. Elayne dijo al New York Times que cada año debería haber, por lo menos, un acontecimiento positivo para darnos esperanza en cuanto al avance por el desarme nuclear, y esto (el Nobel a ICAN) fue el del año pasado. A nosotros nos dijo que el valor simbólico del Nobel a estos activistas es sinónimo de empoderamiento a los ciudadanos del mundo.

Pero, aún con la presión mediática que esto supone, la economía política nuclear aplasta cualquier intento por darle mayor importancia al desarme que al rearme. Se estima que en 20 años, solo el proceso de modernización del arsenal nuclear estadounidense cueste un trillón de dólares. Solo para que hagan números, según estimaciones de Oxfam, basta un billón de dólares para sacar de la extrema pobreza a todas las personas del mundo.

Las armas nucleares lamentablemente también suponen, según Whyte, cierto “prestigio” entre la comunidad internacional, pues si nos fijamos en la conformación del mismo Consejo de Seguridad de la ONU, quienes que tienen derecho a veto son cinco de las nueve naciones con armamento nuclear. Sin embargo, la misma embajadora recalca, no hay que caer en la desesperanza, porque el Tratado de la no Proliferación tardó cinco años en tener como firmantes a los cinco países nucleares de entonces.

A un minuto del Apocalipsis

Recién empezábamos este año cuando Donald Trump y Kim Jong-un, coquetearon con la idea de activar sus botones nucleares para probar cuál mandatario era “más poderoso”.

Ambas declaraciones pusieron en vilo a la comunidad internacional y otra vez los titulares mediáticos se vieron infestados de manifestaciones miedosas respecto al posible uso de armas nucleares por parte de los dos líderes menos idóneos que haya visto el planeta tierra en muchos años.

Dejando de lado las estimaciones de la Junta de Científicos Atómicos, ¿qué tan cerca cree usted que estamos de que los países nucleares usen sus armas?

— Mire yo lo que le puedo decir es lo siguiente: con sólo que existan las armas nucleares estamos cerca de que se usen, ya sea de manera intencional, por accidente o por uso de actores no estatales.

Si bien es cierto, existen 15 mil ojivas nucleares, lo cierto es que prácticamente unas 4 mil están en estado de alerta, es decir, pueden ser detonadas en cuestión de cinco o siete minutos. Esa es la realidad.

¿Dónde están estas ojivas?

— Bueno prácticamente están en todo el mundo, en territorios terrestres de varias partes del mundo y andan cruzando los mares en submarinos nucleares.

¡Qué horror!

“Sí, y se dice… se dice, que esos submarinos nucleares andan cerca, que cruzan el Canal de Panamá, porque precisamente de eso se trata, de que nadie sepa dónde están y de que sean tecnologías que pasen indetectadas de manera que se pueda mantener el carácter sorpresa del ataque.

Pero en última instancia Tril, quisiera mencionar un tema adicional y es que, como decimos en ciencia política, actualmente vivimos una toma de agencia por parte de los países no nucleares. ¿Qué quiere decir esto? Que todos tenemos una responsabilidad, por supuesto que en este momento la bola está en la cancha de los países nucleares, pero eso no quiere decir que los países no nucleares tenemos que sentarnos a esperar. Nosotros tenemos que ser responsables con nosotros mismos y con las futuras generaciones, no les podemos decir que como nosotros no teníamos armas nucleares nos quedamos callados y sin hacer nada”.

Luego de esta última reflexión por parte de la embajadora Whyte, que dicho sea de paso durante toda la entrevista habló vehemente totalmente convencida de sus posiciones anti-nucleares, naturalmente me surgió la duda de cómo ha cambiado su percepción del mundo, de la vida, de la sociedad y de cómo ha cambiado su vida misma al estar expuesta a la realidad de la guerra armamentista nuclear que vivimos actualmente.

“Considero yo, que al igual que la mayoría de costarricenses, tengo un compromiso respecto a los temas de desarme, pues evidentemente las guerras restan recursos al desarrollo humano, pero para responder honestamente a su pregunta lo que a mí me cambió fue cuando yo fui a Hiroshima y Nagasaki y vi con mis propios ojos los vestigios de la devastación nuclear y lo que realmente significa para la vida humana el uso de las armas nucleares. Cuando fui testigo de eso, puedo decir que se incorporó a todo mi ser y entonces las consecuencias del uso de armas nucleares para mi dejaron de ser un conocimiento intelectual y se convirtieron en una realidad.

Los ciudadanos del mundo deberíamos ser conscientes de que el ser humano es capaz de lo más sublime, por decir la creación del David o cualquier otra obra de arte maravillosa, pero también el ser humano es capaz de generar y usar algo tan monstruoso como un arma nuclear. ¿Soy otra persona? por supuesto que lo soy, porque ahora entiendo que la principal influencia de poder no es la fuerza sino la inteligencia humana”.

Ya nos lo cantaba Mal País en la canción Efecto Mariposa. La bomba te va a matar aunque caiga en otra parte.