Más allá del triunfo para la gran mayoría y la derrota electoral para algunos, algo mayúsculo aconteció el domingo primero de abril. En medio de una crisis social y global, finalmente ingresó en la política, una nueva generación de costarricenses. Y debutaron con lo mejor de las reservas culturales de nuestra conciencia colectiva, forjadas en nuestra historia patria.
Decía Antonio Gramsci, sobre las crisis: “La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, y en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos”.
Efectivamente fuimos testigos de uno de los pasajes mas mórbidos y oscuros de nuestra historia moderna. Dos elementos se pueden resaltar; la crisis y ese algo nuevo que empieza a nacer.
La crisis
Como tal, esta crisis nacional y global, no tiene una fecha de comienzo cronológica exacta, tiene entonces la particularidad de dejarnos con una sensación de: “en que momento nos sucedió esto…”. En realidad, solo percibimos, en el mejor de los casos, algunas de las manifestaciones más clamorosas.
No es que no haya responsabilidades personales o políticas de cómo se han enfrentado (o sencillamente no asumido) las crisis coyunturales en medio de una crisis global. Es que a menudo nos quedamos con lo anecdótico o en el juego del intercambio de la sociedad de las comunicaciones líquidas, o la depositamos o transferimos, con diversos fines (incluidos los psíquicos o de cálculo electoral) a personajes o gobiernos particulares. El rasgo nacional es el de echarle la culpa a algún partido, gobierno o personaje, que entre más visible mejor. Así la crisis global que involucra al conjunto de la vida social, queda reducida a sus aspectos particulares.
Hemos postergado, ocultado, transferido o incluso negado, la crisis global y sus manifestaciones nacionales. De fondo está la sociedad del consumo desmedido, de las explotación irracional del medio ambiente, regido por un capitalismo anónimo, que se nutre de la codicia sin limites.
La crisis que vivimos es nacional, pero también global. Obviar esto, es perder la perspectiva de la aldea global, y sostener mágicamente una imposible “soberanía nacional”.
Por ello los últimos acontecimientos políticos a nivel nacional sobrepasan toda comprensión. Y es que en medio de la crisis global no hemos formulado un nuevo proyecto político como nación. Hemos estado a la deriva, no sabemos hacia donde vamos. Se postergó lo mas importante, el rumbo y la ruta país.
Es en este contexto que ingresamos en una coyuntura nacional inédita. Pasando por uno de los momentos mas críticos de nuestro historia, de la que recién hemos solventado el primer paso con los resultados electorales.
Hace un par de meses -y esto es para no olvidar-, se nos recordó, que en lo humano y en lo costarricense, no solo hay amor y que en el “país mas feliz del mundo” también somos susceptibles de lo que Freud denomina la “desintrincación pulsional”, algo así como liberar el instinto de muerte (thanatos); con sus efectos salvajes en lo social, provocando los discursos del odio y la perdida de todo sentido del bien y la razón. Esto se expresó en dos síntomas colectivos: por un lado los discursos del odio hacia las “diversidades”, sobre todo de género y preferencia sexual. Pero sobre todo, en una alarmante tendencia en las preferencias políticas en ascenso, ligada al discurso antisistema, populismo líquido y barato, muy cercano al suicidio colectivo.
El thanatos está siempre al acecho en los imaginarios colectivos y aun cuando la “Historia está en nuestras manos”, nunca se puede descartar un nuevo desastre político sin precedentes.
Una nueva generación política
En esta segunda ronda electoral, frente a lo que parecía una caída al abismo, surge la alianza de una serie de fuerzas sociales y políticas fundamentales. Pero de ellas se destaca lo que se puede definir como el ingreso en la palestra de una nueva generación política, liderada por Carlos Alvarado, hoy presidente electo.
Hace 4 años, algunos de nosotros, creíamos que estábamos, a las puertas del cambio generacional. Y que asistíamos a una nueva era para Costa Rica. Sin embargo, la realidad y los hechos, con salvadas excepciones, nos desmintieron. La decepción y el desánimo general, ante las muy altas expectativas, fueron incluso parte del descalabro del que fuimos testigos, poniendo en peligro las mejores tradiciones democráticas.
Hoy se ha abierto una segunda oportunidad, en la que el panorama político ha quedado totalmente transformado y los mecanismos de encuentro político son absolutamente novedosos.
El tejido social se rompió hace rato. Está relacionado con la pobreza y la falta de oportunidades de los 300 mil jóvenes que no estudian ni trabajan; con las imposibilidades y el temor de criar hijos en condiciones donde asechan el pandillaje y las drogas; con la inseguridad humana, el transporte público y la corrupción.
La nueva oportunidad de una alianza nacional está sobre la mesa. Pero sobre todo la oportunidad de transcender con una propuesta país, con un nuevo ideario costarricense.
Nos unimos a ese gran esfuerzo colectivo, empezando por nosotros mismos, dispuestos a ofrecer, como lo hemos hecho en el pasado, lo mejor de nosotros para la construcción de un país mas justo y solidario.
Bienvenida la nueva generación política. Los que somos de generaciones anteriores, también decimos presente.
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