Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar,
y el caballo en la montaña.
–Federico García Lorca
Me siento indignada, impotente y harta de que muchas voces llenas poder, y al mismo tiempo de absurdo y superfluo contenido, pretendan que Costa Rica es ese país arco iris en donde la súper sociedad unida costarricense “abraza" los mismos valores tan firmes; que defienden la familia, la vida, y todo ese discurso que ya conocemos al dedillo que, sinceramente, pensaba que era propio del discurso machista, patriarcal e ignorante del costarricense ideal, del modelo de los años 1940 y parecidos.
La política no es defensa de valores y principios de unos pocos, dejando de lado el nuevo y fresco conocimiento y las infinitas diferencias. Es impensable que en pleno siglo XXl tengamos una Costa Rica ignorante, intolerante y, lamentablemente, indiferente.
Todas las personas tienen libertad de pensamiento y libertad de expresión, claro que esto implica un gran grado de respeto y tacto al hablar. Pero se debería entender que hay una muy gruesa línea entre la opinión personal y lo que las leyes, la educación y la sociedad en general debería promover. No deberían promover opiniones. Los políticos de verdad no mezclan sus gustos y opiniones personales para forzarlas que esas sean las del pueblo. Los políticos de verdad reconocen que el pueblo es diverso en religión, costumbres, modo de vida y necesidades.
Vivimos en un país “libre”, pero lleno de censura. En una país “respetuoso” que está inundado de fanatismo desenfrenado y peligroso. Un país donde se juntan padres desesperados en la histeria y lo absurdo de pensar que la educación sexual va a convertir a Costa Rica y a sus “chiquitos” en gays, playos, trans, comunistas e hijos de satanás que caminan en una calle de arco iris y azúcar.
Lo que realmente quieren es seguirlos manipulando a su antojo, monopolizar la verdad absoluta y los valores para que solo asienten la cabeza y respeten a la autoridad. Vivimos en un país “democrático y activo” donde sus ciudadanos prefieren culpabilizar al gobierno y a las malas situaciones del país, para desentenderse y no aportar soluciones.
La política no es solo los altos rangos que saben académica y perfectamente de economía, empresas, administración y demás. La verdadera política debería constituirse de que cada ciudadano, en cuanto pueda, tenga la iniciativa de involucrarse por y para su país; informándose, cuestionando, revolucionando, independientemente de su credo, gustos, orientación, identidad sexual o costumbres.
Niños y niñas educados por internet, abandonados emocionalmente. Y esos mismos niños y niñas son utilizados como un proyecto adyacente y propio de los padres. Que, bajo el método de la censura, el desconocimiento y la opresión, privan a estos individuos del maravilloso mundo del saber, la diversidad y las oportunidades de brindarle al mundo un ambiente más armonioso y que sea coherente con la infinita capacidad humana de la inteligencia y la convivencia.
Los grupos de poder conservadores se han apoderado del concepto de lo “natural” y “normal”, así como que han tergiversado el mandato divino en pos de su aprovechamiento; categorizando así situaciones a su conveniencia y en pos de un control y manipulación de la sociedad. Usando, también, nuestra ignorancia y nuestra falta de iniciativa y humanismo para hacernos objetos de un sistema binario y autoritario, inmerso de discursos falaces y vacíos que solamente promueven la discriminación, el odio, la desinformación y la inconsciencia.
¿Ustedes realmente creen que el acoso callejero, los femicidios, los "homicidios pasionales”, la violencia sexual, interfamiliar, doméstica, psicológica, verbal y física, la discriminación y los estereotipos de género, no tienen nada que ver con la defensa de “nuestros valores y principios”? Deberían poner atención a lo que realmente defienden, lo que conlleva y lo que desata.
Costarricenses, sepamos ser libres y no siervos menguados. Porque la verdadera libertad es cuando se rompe la ignorancia. Así nos libramos de nosotros mismos, nuestros prejuicios y vacíos, abriéndole la puerta a la diversidad y el conocimiento. Porque si se ignora, se es intolerante a lo desconocido. Y si no se tolera, se es indiferente. Y la indiferencia es lo más peligroso del ser humano.
Estamos al borde de la quiebra y pérdida de la sensibilidad, el conocimiento y la capacidad de cuestionar y de revolucionar. Estamos tan ocupados con nuestro ego que no nos vemos en el espejo. Es muy fácil culpar los demás, evadiendo nuestra responsabilidad y la tarea de constantemente revisarnos y criticarnos como sociedad. Porque la culpa es de todos, no de unos pocos.
El camino realmente difícil es subvertir y cuestionar desde lo esencial; nosotros mismos.
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