He pensado en escribir algunas líneas sobre este tema desde hace varios meses. Tengo mucho que decir, conozco datos, evidencias y métodos para acercarnos a comprender la realidad de la educación sexual en la etapa adulta de la vida. Lo que terminó de convencerme fue el llamado de este espacio a contar con más letras femeninas. Por eso me decidí, pero no a compartir datos, en esta ocasión quiero compartir vivencias.
Me considero docente de vocación y como tal decidí dedicarme a la academia al titularme como médico. Por cinco años he sido profesora de anatomía lo que me ha permitido compartir con personas jóvenes que rondan entre los 17 y los 21 años. La anatomía es una asignatura que reciben todos los estudiantes del área de salud pues evidentemente comprender la morfología del cuerpo humano es esencial para atender oportunamente los problemas de salud de la población, así como educar a las personas en estos temas.
Adivinen, ¿cuál es la lección que más interés genera en los estudiantes? Pues sí, el sistema genital. He impartido cursos para todas las carreras del área salud, con actitudes diversas en el estudiantado, pero han coincidido en que el día en que estudiamos el sistema genital es cuando toman sus apuntes con dedicación, participan activamente con dudas y cuestionamientos e incluso, bromean sobre la materia.
No sé si me doy a entender, vamos, que los estudiantes por lo general prestan atención dependiendo de cómo se aborde el tema, pero es notable la curiosidad que genera comprender cómo funciona el sistema genital. Lo más interesante es que las preguntas trascienden lo anatómico y abarcan métodos anticonceptivos, embarazo, parto, aborto, placer... todo esto es desconocido por la mayoría y encuentran en estas clases una buena plataforma para resolver dudas que han llevado consigo por mucho tiempo.
En la práctica de laboratorio —donde se borra el morbo al estudiar pene, testículos, úteros y glándulas mamarias en modelos anatómicos y cadavéricos— las y los jóvenes no salen del asombro. Comprender cómo se da la eyaculación, por dónde pasa el semen, observar el canal de parto y contrastarlo con el tamaño de la cabeza de un bebé... ver dónde se encuentra el clítoris y cómo es... todo esto les permite tener una clara imagen de lo que tenemos todos y todas por debajo de la cintura.
He conocido personas de todas las edades que no tienen claridad en estos temas, he escuchado mitos sobre la sexualidad salir de la boca de personas de diversos orígenes, he visto madres adolescentes que a su tercer embarazo aún no saben como evitar otro, o peor aún, como empoderarse para negarse a las relaciones sexuales o denunciar situaciones de abuso. No necesitamos guías de educación sexual, requerimos un abordaje integral del tema, desde lo científico biológico y social. Dado que nos encontramos lejos de que esto sea una realidad, parece que la propuesta del MEP es un buen inicio.
¿Qué me preocupa? Pues que todos necesitamos educación en este tema, hablo sólo de lo biológico por poner un ejemplo pero estoy segura que muchos de los que leen esto ahora no saben dónde está el clítoris y cómo es o bien no entienden de dónde se toma la muestra para el papanicolau o por qué hay que hacer un tacto rectal para examinar la próstata. Mi conocimiento desde la anatomía me permite asegurarlo con conocimiento de causa, pues en más de una mesa de tragos he respondido dudas sobre estos temas a personas adultas y sexualmente activas.
Por eso creo que es un buen momento para pensar en esto, aprovechando la coyuntura y las ganas que tenemos de salir a la calle e intentar mejorar el país. Quizás puedan organizarse talleres en las comunidades en un futuro cercano, para que los adultos le entremos a estos temas, pues #amishijosloseducoyo no es del todo una falacia, nuestra formación en gran parte viene de nuestros hogares, así que los padres, madres, apoderados legales y público en general tiene derecho también a recibir formación de vez en cuando.
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