Si hipotéticamente el Partido Restauración Nacional (PRN) ganara las elecciones del 2018, el poder estaría en sus manos, es decir, la dominación. Así pues, el tema del matrimonio gay y de las guías sexuales del MEP es pura retórica de PRN para llegar al poder, pues se trata de traer a flote la mala costumbre de la homofobia subterránea de muchos costarricenses, lo cual es un acto muy poco valiente porque los seres humanos más frágiles han de ser cuidados por quienes tengan en sus manos más recursos (educativos, religiosos, culturales, económicos, etc.) en lugar de atacarlos.
Asimismo el discurso perfumado de que los grupos -incluido PRN- que discriminan a los gais son ‘pro familia’ es harto discutible: la familia como idea no corresponde a la familia en la que los seres humanos de carne y hueso viven a diario porque cambió hace muchos lustros y no puede ser rescatada si se persigue a un ‘hijo por gay’, a un ‘primo por ser gay’, a un ‘hermano por ser gay’, a un ‘amigo por ser gay’, etc., ya que después de la persecución no quedará ni familia ni nada. Al hablar de los gais se puede afirmar lo mismo que de las ‘mujeres de la calle’: ¡ellas no son de la calle, son nuestras mujeres!
No hay nada que negociar
Los integrantes del PRN, su cúpula, no están dispuestos a compartir con la jerarquía católica que los ha invisibilizado. Si los católicos quieren el poder, que hagan su partido, si los dejan. El partido de Fabricio representa solamente a los integrantes de su partido: abrir el mercado religioso y arrasar a la prostituta de Babilonia (la iglesia católica, el mal en este mundo). En este momento, el grupo religioso del PRN -que llegó a Costa Rica hace varias décadas- ya tiene presencia política a base de la retórica moralista sobre las minorías sexuales y no sobre verdades de fe, aunque la fe les sirve de pretexto para meterse en el ‘negocio’ de la política, no obstante, la ausencia de caudal demográfico, el cual podrían lograr para el 2022 y para el 2026 a fin de aplastar de manera contundente a sus rivales. Es cuestión de tiempo y ellos lo saben; si no se puede en estas elecciones, será en las siguientes.
El grupo religioso al que pertenece el PRN fue una población que incomodó al catolicismo durante décadas porque fracturaron la unidad de los católicos, en virtud de lo cual muchas familias católicas no perdonaron a aquellos -hermanos, hijos, sobrinos, nietos- que se alejaron del catolicismo. El catolicismo costarricense les enseñó que, si no son fuerza política, no existen, porque les han negado que sean una fuerza religiosa dentro del cristianismo costarricense.
La fuerza que posee este nuevo grupo religioso-político les viene de que ante todo son tribales: sus comunidades son autónomas religiosa y económicamente, pues se autoabastecen produciendo bienes y consumiéndolos: un hermano es jardinero y le brinda sus servicios a todos los de la ‘tribu’, el otro es albañil y hace lo mismo, el otro es ingeniero y hace lo mismo, el otro es taxista y hace lo mismo, etc., etc., es decir, los vínculos ‘espirituales’ devienen en vínculos económicos (prosperidad). Esta asociación entre los miembros de esta secta es una defensa frente a la Gran iglesia (católica) y ante la débil presencia política que les ha permitido el estado confesional católico, buscando en otra parte (lo político) la prosperidad que se les niega a diario. Estos fieles desean ser y vivir como el pastor y su familia, ¡ser exitosos económicamente!, pero no todos podrán ser pastores ni tener la familia ideal: ¡No hay campo pa’tanta gente!
Esto nos lleva a la imposibilidad de que el catolicismo y el PRN se entiendan porque las diferencias son insalvables. Un ejemplo: los no católicos no aceptan el primado de Pedro en Roma, no reconocen la autoridad del Papa Francisco I, en virtud de lo cual son insubordinados por naturaleza (¿le harían honor a esa insubordinación religiosa sacrificando al catolicismo costarricense si ganaran?). Y es que el grupo de don Fabricio desea ferozmente tener en sus manos el poder político. La estrategia usada ha sido convertir al Diablo en el protagonista de su campaña: ¡El Diablo es más poderoso que el mismo Dios!, pues el diagnóstico del PRN es que Costa Rica está endiablada (!), por ello se debe hacer un circo en el que se combata al Diablo ausente dándole un rostro humano presente: los gais, por ejemplo.
Puesto así, los gais como minoría sexual sirven -en el imaginario del PRN- para tirarles toda la basura propia y ajena: ¡son chivos expiatorios del PRN, seleccionados como presa y perseguidos hasta que mueran de cansancio tras los interminables tratamientos de restauración! Después de esto le resulta más fácil a la gente ‘sentirse buena’ a pesar de que violar los derechos humanos no es ni humano ni deseable ni mucho menos por lo que nos deberíamos sentir orgullosos, en lugar de prescindir de los intermediarios espirituales (PRN) que te piden un sí a cambio de un pescado (salvación propia y ajena). ¡No más guerras santas!
Ningún fundamentalismo -ni político ni religioso- ha negociado, ni negocia ni negociará espacios de poder. El protagonista en esta campaña política ha sido el Diablo, que más sabe por viejo que por sabio, y no Dios.
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