Hola, soy Irene, psicóloga de profesión y comunicadora de oficio, mamá de Lu y Kiki y una feminista en constante construcción; pero antes de todo eso soy mujer y es desde ahí que escribo este texto.

Como primer punto me gusta aclarar que ser madre es lo mejor que me ha pasado, no hay día que no aprenda de mis hijas, que no me asombre de lo capaces que pueden ser y como desde que ellas nacieron veo el mundo diferente y que mi misión en el universo es dejarles un lugar donde puedan vivir sin miedo sabiendo que pueden ser lo que ellas quieran ser y es desde ahí, desde ese mundo que quiero para ellas que escribo mi posición de absoluta defensa del aborto.

¿Por qué? Sé que para muchas personas es difícil entender como alguien que habla así de ser madre defiende el derecho que todas las mujeres tienen sobre sus cuerpos y sus vidas, pero la respuesta es simple: porque yo tuve esa opción. Mis embarazos han sido planeados, dichosamente en equipo con mi pareja y han llegado en el momento que lo decidimos.

Tuve la posibilidad de decidir quedar embarazada y tener a mis hijas y defiendo que esa libertad debe actuar para cualquier lado y para cualquier mujer que quiera hacerlo o no. La maternidad debe ser vivida a plenitud y jamás ser vista como una imposición, debe ser signo de felicidad, de crecimiento, no de castigo o estigma, la maternidad debe ser grata.

Quienes se definen como provida y nos llaman asesinas a quienes defendemos el derecho a decidir (término que me gusta más que pro aborto) no han pensado que imponer un embarazo no deseado a una mujer es coartarle su vida, matar sus sueños, sus metas, su realización personal, imponiéndole un hijo que va a tener carencias (monetarias a veces y afectivas muchas) y que va a crecer con el estigma de no haber sido deseado.

Está claro entonces que soy una madre a favor del derecho a decidir, que no cree en el instinto materno o en ese llamado “natural” a las mujeres a sentirse completas a partir de engendrar (o criar). Creo que ese sentimiento mal definido como instintivo es una construcción psicosocial, hay quienes lo sentirán desde mucho antes de planear ser madres, otras después, algunas lo desarrollarán durante su embarazo y muchas más nunca lo van a sentir y eso no las hace menos o más, porque todas somos mujeres, seres únicos que tenemos el derecho a construirnos y realizarnos de formas diferentes. Y es a partir de ahí, desde ese concebir a cada mujer como un ser único y especial que creo fundamental el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas.

La posibilidad de abortar no debe, ni quiere ser impuesta, simplemente debe ser una opción más que se le de a la mujer, siempre desde un abordaje físico y psicológico. Seguir castigando el aborto, es negar que estos suceden en la clandestinidad y en detrimento de las mujeres.

Hay quienes pueden viajar a practicárselos donde son legales y nadie las ve, pero las más, las mujeres pobres, son castigadas con la mala praxis que las expone al riesgo de infecciones o sangrados que pueden llevarlas a la muerte. Y al final, ricas o pobres, las mujeres pagamos las secuelas de lo inmoral de haber abortado, las cicatrices psicológicas que nos quedan son la culpa, el estigma social, el sentirnos malas personas por no cumplir ese mandato que viene de afuera pero que nos han hecho creer que lo traemos cada una en nuestro ser.

Para no quedarse en la queja, es importante pensar como podemos evitar que esto pase y la respuesta es muy fácil: respetando que las mujeres somos dueñas de nuestros cuerpos, de nuestra sexualidad, educándose en el respeto desde niñas, como hago con mis hijas, enseñando que somos nosotras quienes decidimos que queremos y que no, haciéndonos amar nuestro cuerpo, nuestros sentimientos y sensaciones, dejando de hacer creer que el placer es malo cuando tenemos todo el derecho a una sexualidad plena, consciente y cuidada, empoderándonos, que sepamos que podemos decir no y se nos debe respetar eso siempre, cuidándonos entre nosotras y no haciéndonos sentir pena por cosas como la menstruación o por comprar anticonceptivos. Muchas de estas cosas aplican no sólo para las niñas, pero es desde ahí que conozco, hablo y que actúo; ojalá y se le enseñe a niños y niñas que sus cuerpos y sus placeres son suyos y no hay que sentir pena o vergüenza por las sensaciones que les generan, que el placer se vive feliz, pero responsablemente y que antes de cualquier cosa lo más importante es el respeto. Estoy segura que enseñando esto los embarazos no deseados bajan y por ende los abortos, ahora clandestinos y perjudiciales. Es necesario derribar los mitos sobre la sexualidad y la afectividad que nos afectan como sociedad y como individuos.

Ya aterrizando, creo que es fundamental ser más empáticos y menos juzgones, hay que dejar el camino fácil de opinar e imponer las propias creencias en el útero de la mujer y luchar porque se respeten todos nuestros derechos.

La legalización del aborto es la desmitificación del mismo y vienen unido al respeto y la validación de nuestra sexualidad, a la visibilización de la misma, es el derecho a la decisión y a la información, es que dejemos de ser juzgadas y sentir "vergüenza" por un embarazo no planeado o no deseado, es la apertura de oportunidades y la garantía de la salud física, psicológica y sexual que tanto se nos ha negado.

Apoyar el derecho a decidir es apoyar el derecho que todas tenemos sobre nuestros cuerpos, que va desde el no querer tener hijos hasta poder ejercer una maternidad tan hermosa y plena como la que yo he vivido. Es construir un mundo mejor para nosotras, para mis hijas y para las hijas e hijos de quienes estamos ahora en este mundo y tenemos la obligación de hacerlo un mejor lugar.

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