Después de toda la emoción del pasado 4 de febrero y por supuesto la sorpresa de que Fabricio es el ganador de la Primera Ronda estuve comentando con unos amigos que conozco de toda la vida sobre las consecuencias y posibles situaciones que vamos a tener que afrontar por los próximos 4 años debido al resultado.

Ninguno de los miembros del grupo de WhatsApp es politólogo, abogado, economista y mucho menos pastor, pero la mayoría compartió su idea de por qué estaría bien que quedara Fabricio y por qué no. El que quiso, compartió por quien voto y alguno que otro se reservó el derecho de dejar su voto en secreto.

Al final de todo este proceso electoral triunfo la democracia, el pueblo ha elegido al que considera es mejor para gobernar desde su propio punto de vista, sea que se haya informado o no para tomar su decisión o que se haya basado en un mero impulso emocional de esos que se cosechan en las iglesias a punta de miedo y de aquellas consecuencias catastróficamente diabólicas y apocalípticas “nunca antes vistas”... todo por culpa de la "ideología de género".

Como pueden ya imaginar no voté por Fabricio Alvarado, no porque tenga algo en contra de él y sus ideologías fundamentadas en la religión usadas en campaña —aunque él lo niegue— sino porque me parece que sus propuestas no van a ayudarnos a resolver los verdaderos problemas que tiene el país en materia fiscal y seguridad por citar solo dos temas clave. Por supuesto esto no quiere decir que Fabricio lo vaya a hacer mal pero se ocupa algo más que un poco de fe y  digo esto a pesar de que creo en Dios, aunque puede que no lo parezca.

Mi propuesta a todo esto es que como país debemos trabajar todos y todas sin depender ni apostar todo a los gobernantes que nos van a representar en la asamblea y en Zapote. Si creemos que un Presidente o diputado va a resolver todos nuestros problema deberíamos reflexionar y empezar a ser conscientes de nuestra propia situación personal y de que somos los únicos que realmente podemos cambiarla si así lo deseamos.

Albert Einstein definió la locura como hacer lo mismo siempre y esperar obtener un resultado diferente, por eso considero que no debemos cruzarnos de brazos y esperar que alguien más nos ayude a salir de las situaciones en las que nosotros nos hemos metido (aunque sea por apatía e indiferencia).

La democracia es lindísima, la libertad de poder elegir de forma “libre” a nuestros gobernantes es algo que en estos días pocos países pueden llevar a cabo con tanta tranquilidad como el nuestro. Eso es digno de admirar y debemos sentirnos orgullosos de ser costarricenses, pero tenemos que actuar, no podemos desear un país mejor si nuestra propia casa aún debe ser ordenada.

Aprovechemos esa libertad que tenemos para analizar qué deberíamos cambiar y así salir de la situación en la que nos metimos. Si no nos sentimos a gusto con algo evaluemos qué hemos estado haciendo que nos tiene ahí, pensemos. Tomas Watson, en algún momento presidente de IBM, afirmó que todos los problemas de este mundo se resolverían si tan solo nos pusiéramos a pensar... Sentémonos unos 10 minutos diariamente a pensar dónde estamos hoy y dónde queremos estar mañana. ¿Qué nos gustaría que mejorara? ¿Cómo podemos alcanzar ese objetivo?

Costa Rica es hermosa, amo mi país y porque quiero que sea mejor, primero debo entender que yo mismo debo ser mejor.

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