En el año 2005 se presentó en la Asamblea Legislativa un proyecto de ley peculiar, que buscaba declarar a Jesucristo “señor” de Costa Rica (expediente N. 15483). Fue presentado por el entonces diputado Carlos Avendaño. Este diputado y pastor de una iglesia neo-pentecostal se hizo famoso por escalar el Monumento Nacional a la Campaña Nacional de 1856-1857, como esfuerzo para que el Ministerio de Salud no ejecutara un reglamento sanitario que pretendía mejorar las condiciones de salud de las comunidades en las que se encontraban Iglesias neo-pentecostales (problemáticas debido a la contaminación sónica que ejercían en sus actos religiosos). Como nadie ignora, Avendaño ya se encuentra electo para ocupar una vez más un puesto en la Asamblea Legislativa 2018-2022.
Volvamos a nuestro proyecto N. 15483. Este fue analizado en la Comisión Plena Primera. Previamente, sin embargo, había pasado por una opinión consultiva de constitucionalidad. Extrañamente, para la Sala Constitucional una ley de esas características no sería incompatible con el ideal ilustrado de República Civil, que parecería ser el trasfondo teórico de buena parte de nuestra Constitución Política.
En efecto, la Sala Constitucional no consideró que esta ley estaría transfiriendo la soberanía de la República de la ciudadanía civil a la figura divina de una específica religión (a pesar de lo que el propio texto del proyecto señalaba). Sin embargo, podemos dejar para otra ocasión el análisis de las razones y consecuencias políticas de la poca importancia que la Sala Constitucional (y -por cierto- el Tribunal Supremo de Elecciones) han atribuido a la concepción política republicana y a los ideales y razones por los que la Ilustración separó tajantemente los ámbitos de las iglesias (y sus sacerdotes) y del Estado (y sus funcionarios y representantes).
Fue en la segunda votación de la Comisión cuando -¡al fin!- se rechazó el proyecto, con una votación de 11 a 3. Dentro de las varias voces que se le opusieron, destacó la del fallecido diputado del Frente Amplio, José Merino del Río. Adjuntamos el texto integro, recogido en actas, de esa intervención. Sobresalen algunas ideas que considero claves:
1. Una República laica y civil permite la convivencia de personas con multitud de creencias religiosas o sin ellas. Sin embargo, esto quiere decir que cada religión, sus ideales y normas, quedan circunscritos al ámbito privado de la vida de cada uno.
Aunque Merino no lo menciona, cabe recordar que esta idea (defendida por pensadores claves como Diderot, Spinoza y Locke) fue asumida en las estructuras de los Estado contemporáneos, luego de cruentas guerras que se sufrieron en Europa y América durante la Modernidad. Estas se daban cuando los gobernante intentaron aplicar los ideales de su religión personal a la dirección de la cosa pública o al violentar las creencias religiosas (o su ausencia) de sus súbditos.
Justamente, Merino reconoce que la separación entre -por un lado- el Estado civil y la cosa pública y -por el otro lado- los ideales y normas para la guía de la vida privada (sean religiosos o no), es uno de los grandes logros de la sociedad occidental (obtenido tras siglos de violencia y sangre).
2. Una curiosidad: el proyecto de ley discutido, si se hubiera aprobado, hubiera sido teológicamente herético para otra religión defendida en Costa Rica: la católica (según informó el propio clero católico). Claro ejemplo de que, precisamente, las creencias e ideales de cada religión no deben incluirse en el Estado y sus leyes, pues fácilmente conllevan la trasgresión de ideales fundamentales de otras personas de la República.
3. Por lo dicho, para Merino este proyecto ni siquiera debió entrar en la corriente legislativa, pues constituye una confusión en los ámbitos de la vida privada y de la cosa pública (i.e. el Estado) de una sociedad contemporánea, civil y pluralista.
Lo sucedido en este caso, es un ejemplo histórico del daño que se ha hecho en los últimos tiempos a nuestra República civil. Creo que los peligros que estos retrocesos conllevan aun no han sido adecuadamente sopesados, ni vividos. Esperemos que los legisladores de esta nueva Asamblea Legislativa sepan defender -tal y como lo hizo Merino hace ya más de una década- el sistema republicado establecido en nuestra Constitución ante los probables ataques de las tendencias teocráticas que han ingresado en su propio seno.
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Palabras de José Merino en el Plenario de la Asamblea Legislativa
Cuando vi que este proyecto estaba en esta Comisión, de la que yo formo parte, me interrogue de ¿cómo abordarlo? ¿En qué terreno ubicarse para poder opinar, en un Parlamento, sobre el tema de este proyecto? Y, bueno, no me voy a quedar callado por respeto al compañero diputado Guyón Massey, que es el que ha estado impulsado este proyecto y también porque el silencio podría ser interpretado, limitándonos a la votación, como desinterés o un irrespeto por el tema que se esta planteando, porque es un tema complejo, es un tema complejo.
Fíjense de que hemos regresado de nuevo, incluso en el mundo a las guerras de las religiones nos habla de Dios. ¿Qué Dios? ¿El de Osama Bin Laden? En el nombre del cual, según él, llevó a cabo los actos contra las torres gemelas. ¿O el Dios del Presidente Bush, que según él lo iluminó para llevar a cabo la acción liberadora, masacradora en Irak?
Y digo que nosotros tenemos suerte de vivir en un país o vivir en una zona de occidente donde la construcción del Estado laico, no solo ha permitido el diálogo y el respeto entre las diversas creencias religiosas, que ha permitido las libertades religiosas, también la libertad de no creer, ¿verdad? Y eso ha sido una gran conquista y muy difícil de la civilización, por lo menos en la parte del mundo civilizado en el que nos ha tocado vivir.
Siempre me ha parecido que, a pesar de que la mayoría de la población de Costa Rica es católica y que permanezca en el artículo 75 una definición confesional del Estado, hasta me ha parecido cierto anacronismo en el marco de una Constitución democrática, pero bueno, ha quedado ahí como... quedó ahí como tradición aceptada y que tampoco ha causado confrontaciones o irrespeto a la posibilidad de practicar o no practicar otras creencias y cultos religiosos.
Pero, fíjense que difícil plantear esto, ¿estamos aquí capacitados para llevar a cabo una discusión teológica? El mismo Arzobispo de San José nos mandaba una carta diciendo que este proyecto dice que hasta podría ser herético, o sea, la discusión teológica es imposible darla en un Parlamento, sería interminable y sería imposible.
¿Quién le va a decir a un judío que La Torá no es el texto sagrado o a un cristiano que es la Biblia o a un musulmán, por pocos que haya, que es El Corán? Lo que hay que acostumbrarse es a dialogar y que es lo que hoy no existe en el mundo, lamentablemente, y no habrá paz mientras no haya dialogo y respeto entre las religiones, lo que estamos viviendo hoy es escalofriante en muchas partes del mundo.
Desde el punto de vista histórico y profético de lo que la figura de Jesucristo puede representar para cada uno de nosotros o no representar, en cada uno tiene su propia historia de vida. Le tengo que decir, diputado Guyón Massey, que yo fui bautizado, hice la primera comunión, fui confirmado y hoy no soy creyente. Y creo que me hice no creyente por lo que, entre otras cosas, significó para mí Jesucristo.
Para mí es y fue siempre una figura de un revolucionario, un heterodoxo, un rebelde, un hombre antisistema, una persona que dijo bueno “¿qué tiene que ver?”, yo estaba en España y ¿qué tiene que ver esta iglesia oficial de España, que hasta llevaba a bajo palio a la ostia y al caudillo, a Franco? Y muy pronto, como adolescente, me preguntaba “¿esto qué es?
Por otro lado y leyendo hace muy poco, de nuevo releía a propósito de este proyecto, me invitó a volver a releer el evangelio según Jesucristo, de un escritor ateo, del premio Nobel José Saramago y es un libro bellísimo, no solo literariamente sino que hace más por reivindicar la figura de Jesucristo, que muchas declaraciones oficiales.
Entonces, también no es que el Parlamento, en el terreno político, que importante sería a veces poder discutir de religión, pero no de religión para ver cuáles son las creencias y la fe que tiene cada uno de nosotros, sino para poder determinar también, en el terreno de la política, qué importante es tomarse en serio el papel que la religión puede jugar en la paz, con el conflicto, en la tolerancia o en el antagonismo, en el fanatismo o en el reconocimiento del otro.
Creo, por ejemplo, que en las escuelas no se debía enseñar particularmente ninguna religión, sino historia de las religiones, para que más bien el niño comprendiera lo qué es parte de la historia, de la gente, de la sociedades, lo que está inscrito en la vida de cada país.
Quiero decir que no veo cómo francamente en un estado democrático se puede legislar para imponer, mediante la ley, porque una ley, la ley se le impone a todos los ciudadanos de la República, independientemente de que tengan o no tengan una fe religiosa. La creencia es una opción, la creencia es una opción que cada uno tiene, ¿verdad?
Bueno, espero que no sea un debate que nos esté enfrentando por cuestiones religiosas.
Pero lo que quiero decir, en resumen, es que no me parece francamente, con todo respeto, de recibo proyectos de esta naturaleza en el Congreso. No le corresponde al Congreso de la República dictaminar leyes que direccionen en una o en otra dirección las creencias o no creencias religiosas de los ciudadanos.
Me parece, hace poco había un debate en un ayuntamiento, en el Ayuntamiento de Córdoba, había un alcalde comunista, ateo, se llama Julio Anguita y un Obispo Católico, pero muy de derecha y tenían un enfrentamiento sobre algún tema, pero no era un tema religioso y el Alcalde le dijo “mire, señor Obispo, yo en todo caso su soy Alcalde, porque soy el Alcalde de todos los habitantes de este municipio, pero usted no es mi Obispo”.
Entonces, hay un terreno en el que nos podemos entender, que es en el terreno político, donde elaboramos leyes, que son después de cumplimiento obligatorio. Pero en el terreno de las creencias, yo creo que lo que podemos aquí abogar es porque haya mucho respeto, la mayor libertad para que cualquier habitante de nuestro país pueda profesar la fe, las creencias que tenga y que el Estado trabaje por respetarlo y ayuda a que se puedan, efectivamente, practicar creer o no creer y no entrometerse en ese aspecto de la vida de las personas y de las comunidades.
No puedo votar afirmativamente este proyecto, como ustedes comprenderán. Tampoco me hubiera gustado nunca... es también someternos a cierta violencia, porque si uno se pudiera abstener, yo me abstengo y que cada uno en conciencia diga lo que... pero como en el Parlamento es sí o no, no hay abstención; entonces yo me siento, con mucho respeto, me siento violentado de tener que votar no.
Yo no tengo por qué votar... no tendría por qué votar no, tampoco. Tengo que votar no, porque no me parece que esto pueda ser una ley de la República, pero yo creo que es un tipo de proyecto en el que nos someten a cierta violencia, en cuanto a tener que tomar una decisión, que a la gente le puede doler, porque pueden pensar que, incluso, desde el Parlamento, la estamos ofendiendo, porque no se está aprobando algo en lo que creen.
No me parece, en ese sentido, afortunado que este tipo de proyecto esté en la corriente legislativa, pero no le puedo, obviamente, dar mi voto favorable.
Gracias, señor Presidente.
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