Si bien el populismo, en su definición más básica, es una herramienta necesaria para que el pueblo sea agente activo de la política de un país, existe una línea a partir de la cual este se transforma en un medio de manipulación a partir del malestar de distintas poblaciones, volviéndose una amenaza para la estabilidad democrática. En esta elección no encuentro un candidato que no esté cruzando esa línea. Ninguno. Sea izquierda o derecha, fundamentalista o progre, para mí ninguno escapa. Y es que un solo candidato que decida recurrir a esta vía (en esta campaña electoral hemos visto más de un caso alarmante de esto) fuerza a los demás a jugar el mismo juego.
Esto es un fenómeno que se ha manifestado en casi toda Latinoamérica. Costa Rica es un pueblo muy privilegiado gracias a decisiones muy acertadas de fundadores y próceres de nuestra patria. No sufrimos aquí el panorama de violencia y totalitarismo que sufren muchos de nuestros hermanos latinoamericanos, pero dejemos de pensar que somos tan diferentes.
Anuncios comerciales llenos de contenido vacío circulan en televisión y redes sociales apelando a un romanticismo idílico; de discursos que suenan muy bonito, llenos de promesas de cambio, pero que en realidad no están hablando de propuestas estudiadas y cómo realizarlas. En los debates, la herramienta predilecta de los candidatos es el ataque a las ideas del contrincante (porque al pueblo le encanta el circo romano), más que la exposición clara de propuestas concretas. ¡Y lo peor es que el circo romano se traslada a la Asamblea Legislativa! ¿Por qué no vemos candidatos y candidatas abogando seriamente a reducir los gastos de la cara y vacía campaña política que se ha vuelto norma en este país?
Y es que, ¿cómo podemos esperar algo diferente de la clase política si en este país el grueso de la población sólo se muerde a discutir seriamente sobre política cada 4 años? Y peor aún, nuestra política individual también está basada principalmente en atacar las ideas del que no me gusta, no en el sano intercambio de ideas e información.
Esto lo tenemos que desmantelar las ciudadanas y ciudadanos a través de los recursos que tenemos en nuestro poder. Acercarse al otro u otra, compartir ideas, combatir la terrible desinformación que existe respecto a los temas cruciales para este país en el momento crítico en el que estamos: déficit fiscal, derechos humanos y corrupción.
Y también entender que yo no estoy exenta o exento de esa misma desinformación porque hay realidades que no vivo y campos de conocimiento que no son mi fuerte, por lo tanto también a mí me pueden manipular desde mis intereses particulares; desde lo que desconozco, desde los temas que apelan a mis pasiones, a mis intereses económicos, a mis necesidades, a las heridas que esta sociedad desigual me ha hecho. Entendamos que la campaña política en este país lamentablemente es una campaña de marketing, hay candidatos para todos los gustos. Como me dijo mi madre un día de estos, hay que tener malicia indígena.
Tenemos que encender alertas pero también construir puentes porque nadie es dueña o dueño de la verdad, ni tampoco existen verdades absolutas. Por eso compartir con los demás siempre es ganancia. El fascismo tiene muchas formas de manifestarse pero siempre utiliza los mismos ingredientes para infiltrarse: el odio y el miedo. El odio no se combate con más odio, se combate con amor y resistencia pacífica. Grandes seres humanos como Ghandi y Nelson Mandela nos lo han enseñado. El miedo se combate con información.
Tenemos que exigirle a la clase política de este país que haga política más inteligente, que no manipule antojadiza y descaradamente a las masas. Pero esto empieza por entender, por más difícil que sea de aceptar, que el escenario nefasto de esta elección lo ha construido la ciudadanía misma con su somero e inconsistente interés por la política. Las personas tienden a sumirse en burbujas de “los que piensan parecido”, que las aíslan de las realidades ajenas. El populismo dañino en la campaña electoral ha sido propulsado por la indiferencia, que hoy está pasando una factura muy cara.
Por lo tanto, hay que empezar por promover entre nosotras y nosotros debates fundamentados en la razón y la lógica, no en atacarnos incansablemente ni en imponer nuestras verdades con publicaciones y comentarios incendiarios que lo único que logran es dividirnos más. El totalitarismo busca dividir a la gente, por eso tenemos que encontrar la valentía para acercarnos con tolerancia a compartir ideas... especialmente al que me ha ofendido y al que piensa radicalmente distinto a mí. Exponer mi punto de vista y esperar una contraparte.
Si crezco yo, crecemos todas y todos. Si crecemos todos y todas, crezco yo. Mis luchas personales siempre están atravesadas por luchas políticas, por ende son luchas del colectivo. Es que somos en colectivo.
Últimamente he estado estudiando las ideas de la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez, lo que me está permitiendo ampliar mi visión acerca de la problemática de fondo que nos aqueja no solo en Costa Rica, sino a todo el pueblo latinoamericano. Aún no sé por quien voy a votar, pero voy entendiendo cómo discernir cuál es la mejor opción de entre todas las que no me satisfacen para nada y otras que me asustan mucho (que son las que van liderando las encuestas).
Ah no mentira... ¿saben quién va realmente liderando las encuestas? Ninguno. Somos más las indecisas e indecisos... Eso es una buena señal, somos más los y las que no nos tragamos los cuentos fachos y fáciles, los que nos tomamos el tiempo y la reflexión necesarios para tomar una decisión. Seamos inteligentes y busquemos hacer algo al respecto. Este pequeñito y hermoso país abogó por abolir el ejército, abogó por la vía de la paz y la educación. Estrechemos lazos de hermandad y de paz entonces, eso nos podría salvar.
La principal lucha para que el sistema político de este país madure la tiene que dar el pueblo. No tenga miedo de compartir sus ideas, ponerlas a prueba en un debate y actualizarlas constantemente. Usted no es sus ideas y nada es permanente en el tiempo. No tenga miedo de difundir información que usted crea importante.
Y sobre todo, aprendamos que la política es un tema personal de todos los días, no un fenómeno mediático de cada 4 años.
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