Este 4 de febrero Costa Rica estará a las puertas de una gran encrucijada, en esta oportunidad nos topamos de frente ante una gran posibilidad de variables electorales que optan tanto por la presidencia de la República como por puestos de representación ciudadana en nuestro Parlamento. Corrientes hay muchas, voces también; unas quieren expresar y otras quieren ser escuchadas, pero lo más importante es la forma en que emiten el mensaje y la responsabilidad aún más grande que esto acarrea para los diversos emisores.
¿Por qué digo esto? Fácil, en tiempos electorales las y los candidatos sacan su mejor labia y en medio de una fanfarria populista a veces prometen el cielo y las estrellas con tal de seducir al electorado. En esta bandeja de ofrecimientos (cual tienda josefina en viernes negro) pueden ofrecernos cuestiones que no necesariamente nos convienen como sociedad.
Ejemplos hay muchos, décadas y décadas de políticos que en campaña ofrecen bonos de vivienda, diarios y hasta limpiezas dentales. Esto no es nuevo, por ejemplo; en el Centro de Documentación del Museo Regional de San Ramón se encuentran datos de las botellas de ron y de guaro que eran repartidos en las comunidades de parte del Partido Republicano en tiempos electorales previos a la Guerra Civil de 1948. Pero muchas y muchos costarricenses estamos cansados de esas matráfulas y clientelismo.
A los políticos de hoy les exigimos respuestas concretas, contundentes y sobre todo coherencia. Queremos un gobierno que poco a poco lave la cara de las instituciones de las manchas de la corrupción que han carcomido lo más esencial de nuestra institucionalidad, y no quiero parecer una persona que sueña y fantasea con un gobierno idílico de maravillas, flores y muchos colores. No es eso, es entender que las presentes y futuras generaciones queremos un cambio de mentalidad, donde las cosas se hagan bien hechas no por quedarle bien a nadie, si no porque es hacer lo correcto.
Creo (Me corrigen si me equivoco) que nunca una elección presidencial tenía tantas opciones para elegir. Tenemos algunos rostros conocidos y algunos otros bastante nuevos en este ámbito y no quiero entrar en mucho detalle entre opciones y opciones porque la verdad es que ninguna tiene el triunfo ganado, ninguna tiene la mayoría de afinidad en el electorado total, pues siguen siendo el abstencionismo y la indecisión las variables con más popularidad, lo cual es de preocuparse.
Pero preocupa más que las opciones que le siguen han tomado ilegalmente el púlpito religioso como caballo de batalla del discurso, quebrantando una de las primeras normas de la política: NUNCA debe mezclarse con la religión. Y usan como su estandarte la defensa de la familia tradicional y se posicionan en contra de cualquier proyecto de reconocimiento de Derechos Humanos, maquillándolo con el nefasto término “Ideología de Género”. Esta cuestión se ha convertido en el debate más preponderante entre los candidatos, quienes lo usan como una muletilla para ganar adeptos con visión un poco más conservadora de lo que pretenden sea la Costa Roca del siglo XXI, aunque es justamente esta visión lo más parecido al S.XVII que este país experimentaría. ¿Exagero? Pues no.
Quien esto escribe, sabe con conocimiento de la historia patria que en la Costa Rica del siglo XVII existía la esclavitud, existía el comercio sexual, la supremacía racial, étnica, religiosa y el patriarcado machista y violento. En la Costa Rica del siglo XVII las mujeres no tenían voz y mucho menos voto, aún hoy sus voces intentan ser acalladas y descalificadas en medio de insultos. Todavía peor, aún hoy en la Costa Rica del siglo XXI las mujeres no pueden decidir sobre su propio cuerpo y algunas de ellas no tienen claro lo que significa el feminismo y por ende las implicaciones de no tener una sociedad feminista.
Es una verdadera pena que “rajemos” con ser la Suiza Centroamericana, pero seguimos teniendo un pensamiento reflejo del neolítico. Y aproximadamente el 80% de los candidatos a la presidencia de la República son afines a esta línea. Llama poderosamente la atención que inclusive uno de los candidatos usa argumentos tiránicos y que violarían la división de los supremos poderes, la libertad de prensa y de expresión. Yo soy ramonense, y me atrevo a decir que en San Ramón no nos gustan mucho las dictaduras, no por nada la ciudad en pleno se levantó en armas en contra de la dictadura de los hermanos Tinoco en 1917. No apelo porque empecemos a volar bala como babuinos violentos, en la historia está más que demostrado que la violencia nunca deja nada bueno…pero entonces ¿Qué podemos hacer? Informarnos lo más posible y combatir la violencia con el intelecto.
La tarea es muy dura y ciertamente los medios de comunicación de este país están posicionando a los candidatos más afines con sus intereses dentro de la palestra de duelo, descartando a aquellos que tienen una visión más progresista de Costa Rica y limitando por consecuencia el acceso libre a la información importante. Queda mucho que hacer en este sentido y es el deber ciudadano brindarle la información correcta a quienes tenemos a la par, ya sea en el bus, en el taxi, en el uber, a caballo, a pie, en la bici, en el ferry y en el tren. Hablemos con la gente, informemos a quienes no saben de dónde obtener información real y verdadera, porque entre tantas voces hay algunas que murmuran mentiras y endulzan falacias.
Yo sé que posiblemente usted esté leyendo eso y piense que tal vez mi objetivo es que vote por un candidato que sea Pro-Derechos Humanos (no caería mal) pero no, ese no es el objetivo de estas humildes líneas, en realidad lo que quiero plantearle es que se informe lo más que pueda, que argumente con sustento, que se empape de lo que está pasando en el país y que haga algo al respecto, porque todos necesitamos que así sea.
Hablemos bribri, inglés, patuá, español, mekatelyu, mandarín, seamos nacionales o extranjeros, morenos, blancos, negros, hombres, mujeres, niños, ancianos, ateos, creyentes, agnósticos, carnívoros, veganos, vegetarianos, heterosexuales, homosexuales, bisexuales, asexuales, transgénero, cisgénero, intersexuales estemos solteros, casados, juntados, seamos de Limón, Cartago, Alajuela, Guanacaste, Heredia, Puntarenas o San José; vivimos aquí en este país, y a todos nos debería interesar lo que se quiere hacer con él.
Informémonos, porque de lo contrario la Costa Rica del Siglo XVII va a estar más presente de lo que pensamos y quienes hoy somos considerados ciudadanos de 2da categoría podríamos llegar a ser como los intocables de la India de castas.
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