No está solo. En los últimos días he recibido decenas de consultas de amigos y desconocidos, pidiéndome una guía para votar para Presidente. Y aunque yo mismo todavía no he decidido mi voto, intentaré explicar cuáles son los criterios que considero debe uno analizar al tomar su decisión.

Antes de entrarle al tema presidencial, es importante entender que las grandes transformaciones que debemos emprender en Costa Rica deberán necesariamente pasar por la Asamblea Legislativa. En ese sentido, el voto más importante que debe emitir todo ciudadano este 4 de febrero es en la papeleta para diputados.

A Costa Rica pueden llegar Winston Churchill, Abraham Lincoln y Nelson Mandela y ponerse de acuerdo para gobernar en triunvirato, que nada va a cambiar mientras mantengamos intactas las estructuras políticas y económicas que nos tienen sumidos en la ingobernabilidad y el estancamiento.

Corremos además el riesgo de que en Zapote se instale un bocón de tendencias autoritarias con partido prestado y una fracción legislativa de bajo nivel, un predicador sin plan de gobierno ni equipo que lo acompañe, o cualquiera de tres candidatos -más insípidos que una pizza sin queso- de los partidos que nos han gobernado en los últimos 35 años y no han sabido (o querido) acometer los cambios necesarios habiendo tenido la oportunidad.

Lamentablemente eso es lo que hay, y alguno de ellos será nuestro próximo Presidente. Y entonces se torna de vital importancia enviar a la Asamblea Legislativa a defensores de la libertad que le planten cara a aquellos que amenazan con cerrar medios de comunicación, convertir a Costa Rica en Costarristán, o aumentar los impuestos a cualquier precio para poder seguir aumentando el gasto y haciendo crecer así -con recursos de todos los ciudadanos- su clientela electoral.

Ese es el perfil de los candidatos a diputados del Partido Liberal Progresista. Defensores de la libertad, única e indivisible, de las personas. Defensores de la libertad de expresión, el Estado laico y un Estado pequeño pero eficiente. Diputados con ideas claras, que entienden que el problema del déficit fiscal es hoy por hoy la principal amenaza a nuestra estabilidad, y que para resolverlo no podemos pretender meter más la mano peluda del Estado en el bolsillo de los ciudadanos.

La Nación nos despertó hoy con la noticia de que el déficit fiscal fue el más alto de los últimos 37 años. De hecho, la última vez que tuvimos un déficit así fue en 1980. ¿Usted sabe qué pasó en 1980? Explotó la peor crisis económica en la historia de Costa Rica. ¿Alarmas, anyone?

¿Cómo llegamos a esta situación en 2017? ¿Por qué el déficit fue de 6,2% y no del 5,9% que se había proyectado (que de por sí ya era grave)?  Fíjese bien en el gráfico de la esquina derecha inferior de la imagen anterior, que para su beneficio la vuelvo a presentar:

Las dos barras en un tono de anaranjado más vivo, menos marrón, retratan la irresponsabilidad gubernamental del 2017: los ingresos del gobierno crecieron en 3,8% con respecto al año anterior, pero el gasto creció en un 9,1%. Los gastos crecen a un ritmo 2.4 veces más rápido que los ingresos. Así no hay cobija que cubra.

Pero resulta que la inmensa mayoría de los candidatos a diputados actuales ni siquiera se ha dado por enterada de la gravedad del problema, como lo informaba el Semanario Universidad apenas ayer.

¿Cuál es el único partido cuyos candidatos a diputados consistentemente mencionaron el problema fiscal como una prioridad, llevando soluciones concretas para el recorte del gasto? Según nos informa el propio Semanario, es el Partido Liberal Progresista.

¿Queda claro por qué hay que votar por el Liberal Progresista para diputados? Veamos entonces el panorama presidencial.

Dichosamente vivimos -todavía- en una democracia, donde la gente es libre de votar por quién desee y con los criterios que se le ocurran. Veo mucha gente en redes -la engañosa burbuja de las redes- decantándose por un candidato porque tiene una agenda progresista en derechos humanos, por otro candidato porque promete erradicar la corrupción paseándose en las garantías constitucionales que son base de la libertad de los ciudadanos, por otro que se compromete a defender la familia, por otro porque se presenta como un hombre de Dios, o por un “algo” difuso que realmente cuesta entender.

Si a usted lo mueve a votar el matrimonio igualitario, sepa que no es el Presidente quién se lo entregará, sino Asamblea Legislativa. Si usted desea por sobre todas las cosas que se ataque de manera frontal la corrupción, recuerde que eso fue lo que prometió el PAC durante 12 años antes de llegar al poder, y que si algo debemos aprender de este gobierno es que: 1. La promesa no es creíble, 2. No basta con cambiar a las personas porque la corrupción se ataca cambiando las reglas del juego, y 3. Las reglas del juego se cambian en la Asamblea Legislativa.

Si a usted lo mueve la defensa de la familia, sepa que ningún político, no importa el puesto que ostente, puede hacer nada por usted; la familia se defiende en la convivencia diaria, a base de respeto, de la construcción de un proyecto común, y no de los discursos vacíos de un político que no va a llegar a su casa a mediar entre usted y su pareja cuando tengan un conflicto o un problema. Y si usted cree que el título de “hombre de Dios” le garantiza la honestidad y probidad del candidato, le recuerdo los miles de casos de pederastia -abusos sexuales contra menores de edad- cometidos por curas de una Iglesia Católica que durante décadas más bien los encubrió, o los centenares de casos conocidos de pastores evangélicos que toman el diezmo para su enriquecimiento personal.

Señores, nada de eso alimenta un estómago hambriento en tiempos de crisis. Debemos votar por un candidato a presidente que tenga una propuesta sensata para atacar de frente la crisis fiscal antes de que reviente en una crisis sistémica de la que nos tomará 20 años recuperarnos, y que tenga un equipo fuerte, sobre todo en lo económico, para sacar la tarea. Para mí la definición de “una propuesta sensata” es una que reconozca la gravedad del asunto y la importancia de atacar el problema en su raíz, que es el aumento desmedido del gasto en los últimos 10 años, cuando pasó de ser menos del 15% del PIB a alrededor del 20% del PIB. Si el déficit ronda el 6% y el gasto subió 5 puntos, no hay que ser muy genio para entender de dónde viene el problema y cómo hay que resolverlo.

Para disminuir el déficit se requerirá de la colaboración entre Ejecutivo y Legislativo, pero hay mucho que el Presidente puede hacer sin depender de la Asamblea. La magnitud de los aumentos salariales no depende de los diputados. La decisión de congelar plazas y no contratar más personas depende del Ejecutivo. Obligar a aplicar evaluaciones en las que menos del 20% de los funcionarios sean calificados de excelentes (como sucedería en una curva de distribución normal), y no el 99.8% como sucede hoy, ayudaría a disminuir el monto de anualidades en varias decenas de miles de millones de colones, y no requiere de reforma legal.

Por lo anterior es tan importante tener el criterio adecuado para decidir por quién votar para Presidente. Si a usted, como a mí, le preocupan la agenda de derechos humanos y la situación económica, vote por el Liberal Progresista para diputados, el único partido que le defiende en ambos rubros. Pero para presidente guíese por el tema económico.

Ninguno de los candidatos con posibilidad de pasar a la segunda ronda llena por completo mis expectativas, pero por alguno tendré que votar. Lo haré con la claridad de que hoy el elefante en el salón es el déficit fiscal, y rebuscaré en los programas de gobierno hasta encontrar algo aunque sea medianamente rescatable.

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