Hoy no me dejaron dormir los resultados de la más reciente encuesta del CIEP. Toda acción produce una reacción, y no siempre esta se da como la esperamos. La opinión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, si bien fue un momento de alegría para muchos, generó una fuerte respuesta de rechazo. Esto sumado al desencanto con los políticos tradicionales, el cementazo, la crisis vial y la inseguridad que se vive todos los días ha hecho que nos encontremos por primera vez en un escenario de Segunda Ronda donde las opciones serían Fabricio Alvarado y Juan Diego Castro.

Me sobran las palabras y me falta el espacio para poner todas las razones por las que ese escenario me parece alarmante para el país. Pero no creo que haga falta, quienes leen esto probablemente comparten mi preocupación, y no es de eso que quiero escribir.

Me pregunto más bien si Costa Rica es tan diferente a como yo la veía. Y me doy cuenta de que he vivido en una burbuja que yo mismo construí, y era más pequeña de lo que pensaba. La mayoría de mis amistades y familiares no están pensando votar por ninguno de esos dos candidatos, no creen que la ideología de género exista, están a favor del estado laico y Juan Diego les parece un personaje repulsivo.

Entonces, ¿dónde esta toda esa gente que apoya a quienes hoy lideran las encuestas? Recuerdo entonces compañeros de colegio y universidad con los que nunca me relacioné porque eran demasiado diferentes a mí, viejas amistades con las que evito conversar de ciertos temas porque no comparto sus posiciones, o los grupos de WhatsApp familiares que ignoro porque tiene demasiados mensajes religiosos.

Y me doy cuenta de que soy parte del problema. Porque, en lugar de tener conversaciones incómodas y tratar de sensibilizar a todas esas personas en múltiples temas, simplemente me resguarde en una burbuja de quienes pensaban igual que yo.

Y en mi burbuja, Costa Rica avanzaba, el amor ganaba, y Juan Diego Castro no iba nunca a ser presidente, cualquier otro candidato más razonable le iba a ganar en segunda ronda. Pero la burbuja al final se reventó, y me encuentro con todo lo que hay ahí afuera.

Pero no veo odio, veo miedo.

Miedo por una visión de mundo que ellos ven amenazada, porque les han dicho que así es como se acaba el mundo. Y recuerdo que, cuando existe un sistema de pensamiento, las personas que están dentro de él no son las responsables, son las víctimas de ese sistema, que les ha enseñado una visión cerrada de la vida. Y quienes hemos salido de ahí no hemos logrado saber como atacar ese sistema sin atacar a los que siguen inmersos. Y ahí los dejamos, y nos dijimos que la sociedad avanzará con o sin ellos.

Tenemos que entender que a quienes han propagado el discurso de que existe una ideología de género, el fallo de la corte les cayó al dedo. Ellos siempre han dicho que “vendrán organismos internacionales a imponer la ideología de género”. Y si bien sabemos que esto no es así, y que la ideología de género no existe, y la opinión de la Corte es una oportunidad de avance en derechos humanos para el país. Para las personas que han estado oyendo este discurso, y que son manipuladas a través de su fe, esa amenaza latente se convirtió en una amenaza real y en una palanca política.

La verdad es que ese discurso ha sabido calar entre mucha gente. Y esto en parte porque muchos dentro de esta burbuja dejamos que pasara. Decidimos excluirlos, “quien se oponga a X que me borre del Facebook” se ve frecuentemente. O hemos caído en menospreciar y descalificar a quienes se han visto influenciados por esto, “cavernícolas”, “retrógrados”, “intolerantes”, “homofóbicos” también abundan en redes sociales, sin tratar de entenderlos.

Cuando se revienta la burbuja, como hoy, no nos queda más que reconocer que nos hemos estado mintiendo. Que la sociedad avanzará, solo si avanzamos todos, y mientras estemos dispuestos a dejar gente atrás, nunca lograremos avanzar.

Por eso escribo en este espacio. Creo que su público, en su mayoría compartía esa burbuja. Y al igual que yo, tiene gente a su alrededor que está seriamente valorando votar por Juan Diego Castro o en las últimas semanas por Fabricio Alvarado. Y si son como yo, han decidido ignorar esas posiciones o ni siquiera preguntarles a ciertas personas por quien van a votar, por temor a su respuesta, para no generar conflictos o por que simplemente no le tienen paciencia a tener esa discusión.

Pero en este momento, esa discusión es necesaria e inevitable. Por lo que quiero compartirles unos consejos, para que en los días que quedan, todos podamos ser más asertivos al tratar este tema.

Lo primero es evitemos hacer ataques personales a los candidatos. Si bien para ambos candidatos sobran calificativos que podrían colocárseles, estos han sabido posicionarse para repeler estos señalamientos. Juan Diego dice “me temen y me atacan porque voy a acabar con la corrupción”, mientras que Fabricio usa el “me atacan porque defiendo la familia tradicional y los valores costarricenses”. Así, cada vez que se les señala alguna falencia o falta de carácter, es visto como un ataque; y lo que se logrará es reforzar esa idea de que están bajo ataque por defender algo, y les validamos su discurso. No hace falta caer en esto, sus planes de gobierno y propuestas son suficientemente flojas para no tener que recurrir a estas estrategias de por sí ineficaces.

No utilicemos afirmaciones del tipo: “Vote por cualquiera menos por Juan Diego” o “Si va a votar por Fabricio no vote”. Esto hace que la persona sienta su libertad de elección amenazada, y genera una reacción de racionalizar y defender su opción inicial, lo que hace que, en lugar de estar abierto a otras opciones, más bien su posición se fortalezca (esto se llama reactancia psicológica). Hay que validarle a la persona el derecho a tener su opinión, aunque no nos guste, pero cuestiónele su opción, hágale preguntas sobre los otros temas claves (crisis fiscal, seguridad, infraestructura), señalemos las falencias en los planes de gobierno y propuestas, señale las mentiras que han utilizado para convencerlos, pero…

Tomemos en cuenta con quién estamos hablando. Señalar temas o cosas que son importantes para uno, pero no para nuestro interlocutor, no nos va a ayudar. Para poner un ejemplo reciente de esto, vean a varias personas del contexto académico, que se guindaron del argumento de “Juan Diego Castro plagió parte de su plan de gobierno del Incofer/el FA” para atacarlo. El plagio es un sacrilegio en la academia, pero para cualquier otra persona de otro contexto no tiene el mismo valor simbólico, no es relevante y no va a cambiar la opinión de esa persona, ya que es como comprar una película en un DVD quemado (algo muy común en nuestro país).

Por último, no tratemos de convencer a alguien de apoyar a otro candidato especifico. Esto se ve interesado y utilitario y no funciona. Cada uno puede tener su candidato y su preferencia en esos momentos, pero convencer a alguien de cambiar una opción por la nuestra es manipular, señalar otras opciones para que escoja libremente, es construir democracia.

Hoy se reventó la burbuja en la que estábamos. Quedan menos de dos semanas para que los que queremos algo diferente, podamos tener algún impacto en esta elección. Que el 4 de febrero, más allá del resultado, podamos estar tranquilos de que hicimos todo lo que podíamos por el bien del país. Pero no dejemos de aprender de esto, y después de las elecciones no nos volvamos a construir una nueva burbuja

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