1.
A modo de editorial: a mí —casi siempre— me gusta ser el abogado del diablo...
— En general, desprecio el chisme. En particular, también. A eso sumemos que soy alérgico a la mentalidad de rebaño. Ese enojo colectivo mal canalizado suele ser cómplice de todo tipo de injusticias y sandeces. Procuro entonces —sin estar por encima de equivocarme— llevar la procesión en paz. Ser prudente. Esperar. Corroborar. Sobre todo, no asumir. Y cuando puedo, cuestionar. Particularmente a quien acusa a alguien de algo sin probarlo.
— Es por estos motivos que, en condiciones normales, estaría hoy considerando defender a Celso Gamboa. No lo hago simple y sencillamente porque no puedo. Porque lo suyo me supera y me genera cualquier cosa menos empatía. Porque sé lo que sé y sé como debería saberlo él que de esta no va a salir bien parado. Que va a tener que decir la verdad. Que está tomándole el pelo al país. Que está agotado. Como nosotros. Que está angustiado. Como nosotros. Y sé que nunca vio venir esto así como sé que nada de todo lo que está pasando hoy (y seguirá pasando mañana) habría pasado si Guillermo Quesada no graba a Juan Carlos Bolaños.
— Y eso me fastidia...
— Me fastidia porque no puedo evitar pensar que de no existir esa "cinta" la enorme red de corrupción detrás de este caso (del cual hemos visto apenas la superficie) habría seguido operando con toda normalidad.
— Y Celso habría sido presidente en el 2022...
— Quesada poco sabía del tamaño de la torta y sin embargo será recordado por la historia como un héroe tan improbable como inesperado. Porque si esto llega hasta las últimas consecuencias podríamos terminar aprobando proyectos de ley que nos ayuden a cambiar el funcionamiento de nuestra democracia y nuestro Estado de Derecho, para así sanearlo de tanta mano peluda que lo tiene tomado por el cuello. Y de paso, hey: podríamos a tener un mucho mejor control de las finanzas públicas. Digamos... para evitar la repartición de platas de forma cuestionable vía licitaciones amañadas, seguros trucados y créditos truchos.
— Volvamos a Quesada. Yo me pregunto ¿qué contiene la versión completa de la grabación? ¿qué detiene a Quesada de decir lo que sabe o de filtrarla? Quizá nunca lo sepamos. El hombre, todavía, está a tiempo de ser un verdadero héroe. Bastaría con que contara todo lo que sabe. Bastaría con que la Junta Directiva del BCR lo hiciera también. Las aguas negras empezarían a brotar desde las alcantarillas.
— Pero me desvío.
— Mi punto es que no defiendo a Celso, entonces, porque más allá de lo serio de su diagnóstico —que puedo entender habría preferido no hacer público— tengo claro que no ha dejado de mentir y tengo claro todo lo que lo vincula a Bolaños. Y tengo claro que, más temprano que tarde, va a salir a la luz pública. Y que esta nueva narrativa de hoy, que es la del pobrecito (muy de moda en este caso) va a terminar por disiparse.
— Gamboa de verdad piensa que con la cortina de humo de la autodenuncia la cosa se calma y la prensa se calla. Pero dentro del Poder Judicial hay no decenas, sino cientos de empleados dignos que no pueden más con el malestar que los embarga. Porque saben. Y porque no están dispuestos a que la Corte quede desprestigiada frente a la opinión pública.
— Nadie está por encima de la institución. Ni siquiera Celso.
— Prueba de ello es que a la denuncia presentada por la Asociación Nacional de Investigadores en Criminalística y Afines contra Celso debe sumarse ahora la del Sindicato de la Judicatura y la del Frente Gremial Poder Judicial. A estas misivas se sumarán otras. "La gente está perdiendo el miedo", me dijo ayer un juez... que me pidió mantenerle en el anonimato.
— ¿Saben ustedes cuántas personas me han pedido lo mismo después de conversar conmigo sobre lo que han visto y lo que saben? "Por favor no diga nunca mi nombre, tengo miedo". Y yo no digo sus nombres. Ni lo que me cuentan. Pero me queda claro que Gamboa es un hombre que intimida y asusta. Y me preocupa y mucho que eso sea lo que un magistrado de la Corte Suprema de Justicia genere en tantas, pero tantas personas: temor.
— Tal sensación de poder puede llevar a una persona a creer que en efecto está por encima de la ley. ¿Cómo culparle? La red de cuido pareciera, hasta ahora, hermética. Pero las pequeñas llamas alrededor de Bolaños han seguido tomando fuerza. Y eso, lo saben todos, complica las cosas. Ahora mismo, en el campamento del PUSC, lo que hay es poco menos que un incendio. Y los vientos del fin de semana se anuncian fuertes.
— Si no es por ahí, será por allá. Hay nombres que empiezan a sentir más y más presión. Y que ya sacan la calculadora. Y la brújula moral. Y hacen la matemática. Exembajadores... Doctores... Choferes... Alguno, tarde o temprano, va a terminar por quebrarse. Y entonces será demasiado tarde. No se puede tapar el sol con un mameluco. Ni con un saco de cemento.
***
— Bonus track: ¿Notan un misterioso silencio en torno a El Cementazo en el campamento de los precandidatos? No es coincidencia.
— Hidden track: Hay un hombre clave en El Cementazo. Su nombre es Mario Barrenechea. Hasta ahora ha salido muy bien parado. Incluso, ha sido defendido por un medio donde tiene más que patas, manos. Pero dejemos eso de lado, y vayamos a lo que sí es público y notorio. Barrenechea ya fue una vez al Congreso a rendir cuentas... en audiencia privada. Tras lo publicado por SUGEF los diputados deberían revisar las actas de ese intercambio. ¿Se sostiene ahora lo que Barrenechea ha dicho antes sobre el crédito de Sinocem? ¿Por qué los diputados no han llamado a comparecer a quien fuera GERENTE GENERAL del BCR en el momento en que se aprobó el crédito de Sinocem? Digo, es, lejos, la ficha más importante del episodio. La única posible explicación es que tanto a él como a Juan Carlos Bolaños los van a llamar en los últimos días...