Seguimos siendo la Boca del Monte. Vivimos en un gran valle, donde escuchamos aterrizar cada avión, lo que recuerda que seguimos siendo un pueblo pequeño, aunque los egos de algunos se codifiquen inmensos. Los domingos nos despiertan las avionetas con practicantes de vuelo y los recolectores de chatarra en el barrio; no tienen piedad… la necesidad avanza, igual que lo hace el mundo, con nosotros o no, es prudente ser consciente de que somos prescindibles. Todo el pensamiento mágico que me fue inculcado de niño se ha hecho un rompecabezas, del que solo subsisten algunas piezas que guardo por mera conveniencia.

La realidad más allá de los ideales. El gran poeta y autor ecuatoriano Mario Campaña escribió en el 2017 una obra monumental: Una sociedad de Señores (Editorial Jus), tiene tantas ideas rompedoras, que ha desvalijado el concepto institucional que tenía de la democracia. Digamos que la línea central de la obra es que la ley procura la igualdad entre los ciudadanos, pero el poder y el privilegio han permanecido básicamente intactos desde el origen de la civilización occidental en Grecia y Roma, por ello el nepotismo nunca es una excepción sino fruto natural de esa concepción. Los nobles griegos y los patricios romanos, se las ingeniaron para perpetuar su línea sucesoria hasta nuestros días posmodernos a través de la aristocracia, las monarquías e incluso la burguesía. Los potentados de hoy pueden o no corresponder a ese imaginario de personas que se sienten superiores al común de los mortales, o la plebe, (no es una broma); este pensamiento pervive y divide hasta el día de hoy. En algunos políticos actuales extranjeros y muy pocos nacionales, el llamado discurso de odio lo revela abiertamente, tratando de subhumanos a los migrantes, a las minorías y estratificando a la sociedad. No sea usted tan ingenuo de pensar que eso conflictúa a esta élite, simplemente corresponde a su manera natural de pensar. Los llamados padres fundadores de Estados Norteamérica eran esclavistas en su mayoría. En la democracia ateniense, las mujeres, los extranjeros y los esclavos no tenían lo que Aristóteles denominó timai o estatus político. Lo que Pierre Bourdieu denomina habitus, es la interacción de la mente subjetiva con las estructuras y las instituciones que rodean a la persona. Los individuos nacen en un grupo social particular, definido por un estilo de vida específico, al que Bourdieu llama “habitus de grupo”. El ascenso socioeconómico por la vía rápida es visto con sospecha, y no implica la aceptación de los grupos hegemónicos que detentan el poder, que, para serlo, siempre permanecen en la sombra; el dinero antiguo, al igual que las buenas maneras, no es ostentoso. Dicho coloquialmente, el sabio es callado, pero se nota su conocimiento, el rico no suele ser pretencioso, pero se advierte su riqueza, el nuevo rico quiere que se sepa que es próspero (independientemente de cómo obtuvo su fortuna), está dispuesto a morir por ello, y le importa demasiado la percepción de los otros.

Fortalezas costarricenses. Nos protege la institucionalidad y el efectivo balance de poderes del Estado, aquí los votos sustituyen a las balas, siempre hay que estar vigilantes que nadie coapte a otro, que no se politice la justicia, que no se judicialice la creación de las normas, que no se paralice al Ejecutivo, es un malabarismo extremo y delicado. Según creo, es imprescindible votar, un deber y un privilegio, en el entendido de que las elecciones legitiman solo el origen de la representación, no necesariamente su ejercicio, porque todo gobernante debe rendir cuentas con transparencia en una democracia plena como la nuestra. Hay que pensar en la democracia y decirla como una cultura, una organización de la vida común destinada a obtener el mayor bien común para todos, pese a las desigualdades, tanto en lo inmaterial como en las cosas cotidianas.

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