Hace frío en el país, la gente se arremolina en los lugares de compra con frenética compulsión, si se escrutan los rostros, en la mayoría hay una mezcla de automatismo y ensimismamiento, nadie está donde residen sus cuerpos; con fingida indiferencia los humanos se entrecruzan evitando las miradas. Somos todos portadas de diseño, nadie muestra sus cartas, tenemos miedo, sabemos que los cierres de ciclo nos recuerdan que eventualmente moriremos y aceptar eso con paz es para mentes serenas.

El consumo tiene el poder del destello, es fugaz, pero otorga un cierto sentido de importancia, algunos cambian el modo de caminar si llevan bolsas en sus manos, mientras otros tienen hambre de afecto y jamás lo podrán expresar, lo tapiarán con objetos, con humos y espejos, alcohol o drogas. Un cuerpo humano está tirado en el camino, no está muerto, pero da igual, le pasan por encima como si no existiera, cada uno piensa en sobrevivir por sí y para sí mismo, la solidaridad es útil cuando se le puede sacar algún provecho, o para exhibir en las redes sociales.

Estamos ayunos de esperanza, hartos de que nos bombardeen de tanta positividad, la vida es otra cosa, aunque no sepamos bien de que se trate, al menos sabemos que no es un anuncio de una campaña publicitaria. Si las cosas tuvieran el don de hacernos felices no habría millonarios tristes, ni tampoco tanta desigualdad.

Este artículo está dedicado a aquellos que tendrán un espacio vacío en su mesa esta Navidad, a los que realmente están solos y carecen de privilegios, a los que nadie determina y son evitados por cualquier motivo; a quienes están enfermos con pronóstico reservado, a los que un día quisieron ser buenas personas, pero tomaron decisiones equivocadas que los condujeron al lugar donde están confinados. Especialmente a quienes han sido lastimados y eligen libremente no vengarse, a quienes han sido engañados, decepcionados, manipulados, defraudados, y solo pueden rezar de manera entrecortada porque han perdido la fe. Para todos los seres queridos que, aunque ya no están… permanecen.

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