En 2021, la Editorial Paidós publicó en español un libro de la economista inglesa Noreena Hertz, llamado “El siglo de la soledad”, pese a su título un tanto poético, es un sólido análisis pragmático económico y social de las repercusiones de este fenómeno que abarca tanto el dolor emocional que llamamos soledad como de la fragmentación de la comunidad.

Datos duros

Hertz considera que, como consecuencia del capitalismo tardío, o neoliberalismo, existe la tendencia a sentirse cada vez más solo, alejado del vecino, de la comunidad, y de las instituciones. Sin que por ello se deba asumir que no exista preocupación por los demás, ya que esa es una descripción errónea y reductiva. Pero lo cierto es que en las últimas décadas se han revalorizado el egoísmo y la competitividad, mientras que valores como la empatía, la bondad o el civismo han disminuido.

Hertz disecciona cómo la soledad altera la forma en que se ve el mundo que nos rodea, convirtiéndolo en un lugar más hostil e inseguro. El costarricense del Valle Central, en general, es menos abierto a la interacción con extraños que un habitante de la Ciudad de México promedio, no ofrezco causas, pero ello es empíricamente constatable y a manera de ejemplo.

La tecnología deshumanizante, la planificación urbana sin imaginación y orden, la austeridad de los afectos tiende a hacer infelices, insalubres y hostiles a los humanos. Los gobiernos también deben retomar el financiamiento de la infraestructura de la comunidad, que desde 2008 se ha agotado de forma masiva en todo el mundo: bibliotecas y parques públicos, clubes juveniles, centros comunitarios, guarderías. Santuarios de reunión donde las personas pueden interactuar como los animales sociales que son. El problema es que ello está reñido con las políticas macro económicas que se priorizan, y que en gran medida son la causa de lo que Hertz denomina: “La Pandemia silenciosa de la cual nadie está hablando”, es decir, de la soledad, y es que en la década de los 80 del siglo XX, Ronald Reagan y Margaret Thatcher pontificaron el individualismo como el “valor capital”. Incluso Thatcher es recordada por una entrevista en el Sunday Times en 1981. Según Thatcher, “las Ciencias Económicas son solo el método; el objeto es cambiar el corazón y el alma”. Traducción libre: se han hiper valorizado cualidades como la competitividad, el interés propio, el ajetreo, en detrimento de pensar en el interés colectivo, la preocupación por los demás, la colaboración y la amabilidad.

Soledad y populismo

Hertz encontró un vínculo causal entre quienes votan por los partidos populistas (especialmente de derecha), y quienes se sienten solos, en el sentido de que tienen menos amigos y conocidos, pero también que se sienten desconectados del Estado, del resto de ciudadanos, a menudo en sitios en los que la comunidad y la identidad se obtenía en el lugar de trabajo, pero ya no. Por ello esos votantes adquieren cierto sentido de pertenencia en mítines radicales donde se luce ropa idéntica y se les indica cómo pensar en un discurso que excluye a las minorías y a los inmigrantes. El odio vende, y si se adereza con una cierta sazón religiosa fuera de contexto, se logra una cuota de adhesión mayor. Ejemplo de ello, es el partido español Vox, Le Pen en Francia y de Trump en Estados Unidos de Norteamérica. La falta de amigos y el sentirse abandonado por los políticos provoca una visión del mundo como un lugar más hostil. Por eso funcionan tan bien los chivos expiatorios. Cuanto más tiempo pasa un ratón aislado, más posibilidades tiene de que ataque al ratón que pongan en su misma jaula.

Soledad y COVID-19

Se ha generado una paradoja con la pandemia, por una parte, la gente se ha acercado a sus comunidades locales, pero al mismo tiempo ha acelerado la tendencia hacia una "existencia sin contacto", en la que cualquier cosa, desde dar una clase, hasta comprar comida, se puede hacer sin salir de casa. También ha impulsado el teletrabajo, tendencia que ha salido fortalecida por el ahorro de recursos y la reducción de la huella de carbono. La pandemia no creó la soledad, la aceleró, durante la misma, algunas encuestas sugieren que hasta el 50 por ciento de la población se sintió sola.

Efectos perjudiciales concretos y medibles de la soledad

A nivel mundial, y contrario a lo que pudiera pensarse, Hertz concluye que la población más solitaria es la comprendida entre los 15 y los 26 años. Si bien los jóvenes están más conectados digitalmente a través de sus teléfonos inteligentes u otros dispositivos, esa es una forma diferente de conexión, una de menor calidad; solo cuando se está cara a cara, las neuronas espejo crean empatía con el otro. A nivel psicológico, ello explica la pobreza lingüística y expresiva de la generación Z, con un vocabulario limitado y sus correspondientes ídolos musicales, que no requieren cantar, sino impactar visualmente a estos consumidores con un lenguaje casi ininteligible, que es reflejo de su tiempo.

Hasta las canciones se han vuelto más individualistas en los últimos cuarenta años: pronombres como “nosotros” se han sustituido por “yo” o “mí”. En 1977, Queen nos dijo que: “éramos los campeones”, Bowie que: “podíamos ser héroes”. En 2013, Kanye West nos pregonó que: “Yo soy un dios”, mientras que Ariadna Grande en 2018 lanzó: “Thank u, next”, una canción de agradecimiento a ella misma. De alguna manera hemos vuelto a creer que el Sol gira en torno a la Tierra, y que el astro rey somos nosotros mismos.

El cuerpo humano brinda señales de alarma al sentirse solo. Sube la presión arterial, el ritmo cardíaco, y los niveles de cortisol, se debilita el sistema inmunológico, aumenta el riesgo de enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular y la demencia, y se incrementa en casi un 30 % el riesgo a morir prematuramente. Esto le da una señal al cuerpo de que algo no está bien. Lo que pasa en la vida contemporánea es que esta situación se extiende demasiado tiempo. La soledad tiene un impacto para la salud peor que fumar 15 cigarrillos al día. En el Reino Unido, ello se traduce en dos mil millones de euros anuales aproximadamente. El impacto económico se centra en la carga que supone la soledad para el sector sanitario porque la soledad hace que el riesgo de sufrir un infarto o un ictus aumente un 30 por ciento. Además, los trabajadores que se sienten solos están menos motivados, son menos productivos y es más probable que dejen la empresa para la que laboran.

En el Reino Unido, uno de cada ocho adultos declara no tener ningún amigo íntimo. En Estados Unidos, tres de cada cinco adultos dicen sentirse solos. En España, cuatro de cada cinco jóvenes entre 18 y 25 años declaran estar solos, con lo cual es posible concluir que la soledad es un problema de salud pública global. En las últimas décadas, el neoliberalismo ha creado una mentalidad en la que se deja de lado la amabilidad, el cuidarse los unos de los otros, y se da más valor a la competitividad y a la agresividad. En 2018, la entonces primera ministra, Theresa May, creó una Secretaría de Estado para la Soledad.

Los negocios y la soledad

Existe una empresa llamada Rent-a-Friend con sede en New Jersey (Estados Unidos de Norteamérica), que opera en una docena de países y ofrece en su página web 620.000 amigos platónicos para alquilar. El concepto nació en Japón y permite reunirse con una persona por algo más de 30 euros por hora. Es un signo de nuestro tiempo que se pueda comprar compañía tan fácilmente como una hamburguesa con queso, es un sucedáneo de la amistad para gente sin tiempo. En realidad, la idea no es tan novedosa, se parece al servicio de acompañantes (pero sin sexo).

Las interacciones en redes sociales son el equivalente a la comida rápida de las conversaciones: se puede consumir mucho, pero no por ello hacer sentir bien. La calidad de las interacciones en redes inevitablemente será menos significativa que la de aquellas cara a cara. Los algoritmos dan la sensación de que los proveedores de contenidos nos conocen, al punto de olvidar que se trata de un negocio a la medida por el uso de la inteligencia artificial.

Pero no todo es pacífico, las redes son también el hogar de una cantidad de bullying y acoso, especialmente entre los jóvenes: un tercio de las mujeres británicas de entre 18 y 24 años han experimentad abuso en Facebook, por ejemplo. Y el 65% de los estudiantes británicos han sufrido ciberbullying. Por tanto, se trata de un mundo hostil, ya sea porque se sufra el acoso o se sea testigo de él, pero también en un lugar muy solitario que produce empacho.

En Japón, el grupo demográfico en prisión que más rápidamente está creciendo son las mujeres de más de 65 años. La razón detrás de este fenómeno es que se sienten tan solas que han empezado a cometer crímenes, como robar en tiendas, para acabar en la cárcel y así poder tener compañía. Lo curioso es que este comportamiento ha revitalizado la industria carcelaria, que venía en franco declive.

El tema es muy amplio y queda mucho por decir, pero se sabe que no es lo mismo estar solo que sentirse solo. Se puede estar rodeados de mucha gente y sentirse profundamente solos. Sin embargo, los seres humanos son seres sociales que necesitan de las relaciones afectivas, el encontrarse con otros seres humanos en comunidad para enfrentar la soledad. No se está diseñado para el aislamiento.

En términos evolutivos, si se piensa en los cazadores-recolectores que operaban en tribus, estar juntos era realmente una cuestión de seguridad. Los cuerpos han evolucionado de modo que cuando se sienten solos, entran en un estado de máxima alerta, explica Hertz.

También existe una soledad procurada, que debe dosificarse, y que se aprende a disfrutar, porque el exceso de socialización también puede ser dañino dependiendo del carácter de cada quien; en lo personal, mi parámetro suele ser la autenticidad de quienes me rodean, por eso, pocos, pero benditos.

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