En un sentido amplio, lo que entendemos por vida tiende a preservarse a sí misma, la conservación biológica inició cuando esta empezó, aproximadamente, hace 3.500 millones de años en este planeta, este mecanismo es innato, ya que todo organismo se conserva y “valora” su propia existencia. Pensar en la biología sin la conservación es la muerte, la extinción. De hecho, la bio tanatología debe integrarse en los programas de estudio, incluyendo al ser humano como parte de la naturaleza.

Estamos en una nueva era geológica: el Antropoceno (por la etimología podría entenderse como la era del hombre); el concepto, fue mencionado por primera vez por el holandés y premio Nobel de química Paul Crutzen en el año 2000. Colin Waters, del British Geological Survey y secretario del Grupo de Trabajo Antropoceno (AWG, por sus siglas en inglés) asegura que la impronta del quehacer humano viene cambiando las reglas naturales, algo inédito, pero real, lo que impactará en la transformación del clima y los ecosistemas del planeta, y que inexorablemente pondrá en jaque nuestra propia supervivencia. Este proceso inició a mediados del siglo XVIII con la revolución Industrial y el uso de la máquina de vapor, y continúa estresando un mundo que no tiene los recursos para la población, que, en el Holoceno, inició con el proceso de cultivo de granos, pero tiende a agotar bienes que sabemos que son finitos.

La población humana en 1800 era de 1.000 millones de personas, para el año 2000 ya había 6.000 millones de seres humanos, en solo 20 años se sumaron mil millones más y alcanzamos los 7.000 millones (cifras conservadoras), y se proyecta que, para el año 2040, habrá 10.000 millones de habitantes humanos en el planeta. Hecho que en términos de justicia distributiva no es sostenible para los límites planetarios, sostiene la doctora Lara Blanco Rothe, filósofa y experta internacional en desarrollo.

El Amazonas es una zona ecológicamente estratégica de importancia esencial, si bien la mayor parte de ese sitio se encuentra localizado en Brasil, no es dable pensar que le pertenece solo a esa nación, porque ya no hay tiempo para mirarnos como ciudadanos de un lugar, no se puede actuar como brasileños, sino como terrestres; la biodiversidad y el ecosistema que está contenido en la Amazonía constituyen valores intrínsecos de la tierra. La salud y la integridad del medio ambiente global no son valores que susciten la rivalidad de los pueblos o las naciones, porque no son recursos nacionales o privados. No se trata de un ataque a la soberanía, y que los estados no puedan controlar legítimamente el acceso a algunos de ellos, pero la ubicación territorial de los recursos no implica una patente para medrar sin medida los mismos.

Sostiene el profesor Holmes Rolston III de la Universidad Estatal de Colorado, filósofo de la ciencia (también es ministro presbiteriano), que, con una mirada global, las naciones son casi tan efímeras como las personas. Sólo es posible apropiarse del patrimonio cultural común de forma pasajera y temporal, como propiedad nacional, con la obligación de conservarlo para el bien de todo el planeta. Fundamentalmente, la Tierra y sus riquezas no pertenecen a nadie, porque nos pertenecen a todos. Agrego yo, que es evidente que desde un punto de vista antropocéntrico y de corto plazo, donde se procura el lucro por encima de casi todo, los intereses de las empresas (seamos francos) que gobiernan prácticamente los estados, el interés particular prima sobre el general. Dicho en sencillo: para el Amazonas, Bolsonaro es una amenaza mayor que Lula. En consecuencia, la segunda vuelta electoral en Brasil no es un balotaje de alcance local, sino que tiene una repercusión global.

La ética ambiental es la rama de la filosofía que considera especialmente las relaciones entre los hombres y el medio ambiente en el cual se desenvuelven, y que se preocupa y ocupa especialmente de regular que las acciones de los seres humanos no atenten contra el desarrollo y la evolución de los ambientes naturales. Si bien la ética tradicional tiene como objeto de estudio los deberes mutuos entre los seres humanos, la ética ambiental tiene un alcance mayor, pues no se limita a personas, sino también a los animales y a la naturaleza, la biosfera, tanto ahora, como en el futuro inmediato, incluyendo así a las generaciones venideras.

La ética ambiental es interdisciplinaria: existen muchas coincidencias entre las preocupaciones, metodologías, y las áreas de consenso de la ética, de la política, de la economía, de las ciencias y de los estudios sobre el medio ambiente. La ética ambiental es plural: desde el momento mismo en que fue concebida, ha sido una disciplina en la que compiten entre sí diferentes ideas y perspectivas. Por ejemplo, el antropocentrismo, como la teoría de la liberación y los derechos de los animales, el bio centrismo como el ecocentrismo, caben todas las posiciones que sean razonables para la protección del ambiente. Sus enfoques son diferentes, pero sus objetivos suelen ser los mismos y llegan al consenso de que se tiene que proteger al planeta.

Pero, sobre todo, la ética ambiental es global. La crisis ecológica es un problema planetario: la contaminación del entorno no respeta fronteras nacionales y ningún país puede abordar por sí sólo este problema. Para hacer frente a la crisis ambiental global los seres humanos debemos llegar a un consenso de valor y cooperar entre sí a nivel personal, nacional, regional, multinacional y mundial. La protección global del ambiente requiere una administración global y, por consiguiente, la ética ambiental es por esencia una ética global con una perspectiva global y también revolucionaria. En el plano de las ideas, se combate el antropocentrismo dominante y profundamente enraizado de la ética general moderna y hace extensivas nuestras obligaciones a las generaciones futuras y a seres no humanos. Se critica el materialismo, el hedonismo y el consumismo que caracterizan al capitalismo moderno, y se reclama, en cambio, un estilo de vida “verde”, en armonía con la naturaleza. El problema de lo green, es que es una estrategia de marketing de la que se han apoderado grandes conglomerados para maquillar sus prácticas antagónicas, lo que es una paradoja cruel. Incluso en algunos países existen partidos ecologistas o verdes que sacan tajadas políticas de postulados aparentemente benignos que en realidad no profesan, tal y como sucede con algunos de los movimientos políticos de corte cristiano en América Latina. De tal suerte, que “lo eco amigable” termina siendo parte del engranaje de lo que se quiere evitar y combatir.

La ética ambiental intenta encontrar un sistema económico que contemple los límites de la Tierra y las exigencias de la calidad de la vida. En el terreno político, propugna un orden económico y político internacional más equitativo, basado en los principios de la democracia, la justicia global y los derechos humanos universales. Es favorable al pacifismo y contraria a la carrera armamentista. En resumidas cuentas, como representación teórica de una idea moral y una orientación de valor de reciente aparición, la ética ambiental constituye la extensión máxima de la ética humana; nos exige que reflexionemos y actuemos tanto a nivel local como mundial. Exige una conciencia moral nueva y más profunda. Tongjin Yang es uno de sus principales representantes. Si les parece una utopía, no puedo refutarlos, pero se vale. Hay que ser muy valiente para entorpecer la caza de ballenas en una lanchita de hule mientras le disparan a esos activistas, eso es una acción de un agente moral que tomó partido e hizo algo al respecto, y para ello tuvo que abrazar un sueño primero.

Sólo los seres humanos somos agentes morales deliberantes, y sólo nosotros tenemos obligaciones con otros seres humanos. Únicamente las personas pueden responder de sus actos, y exclusivamente otras personas pueden exigirles esta responsabilidad. Por lo tanto, seremos y somos llamados a cuentas de lo que estamos haciendo con nuestro planeta. Ningún otro animal será sometido al juicio de la historia, ni las plantas. La naturaleza es amoral. Somos responsables de la búsqueda de un desarrollo sostenible acompañado de una biosfera sostenible. ¿nos extinguiremos? Ya hemos acabado con miles de especies, lo único que sé es que el planeta tierra podrá continuar sin nosotros.

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