A más de 120 días de haber iniciado la pandemia por SARS-CoV-2 en Costa Rica nos encontramos en el lugar donde nadie quería estar. Existe un crecimiento exponencial de casos, el sistema de salud está al borde del colapso, tenemos transmisión comunitaria, sumamos muertes por COVID-19 a un ritmo alarmante y tenemos un tejido social y económico que se nos está desboronando.

Los números no mienten. Es claro que el martillo no ha sido suficientemente fuerte, ni el baile lo suficientemente bueno. Con el Centro Especializado de Atención de Pacientes con COVID-19 (Ceaco) lleno, hoy se siguen anunciando medidas para sacar agua del bote (tales como reconversiones de pisos hospitalarios enteros para pacientes con COVID-19), sin embargo, todo apunta que solo serán medidas para comprar unos días de tiempo. El ritmo de hospitalizaciones es avasallador, y a mi criterio, solo medidas similares a las de semana santa podrán llevar el barco a puerto de nuevo. Si cuidar la salud y la vida de las personas ha sido la insignia hasta ahora, tan impopular como sean estas medidas, este nuevo mazazo no debe de retrasarse un minuto más. Sin trazabilidad de casos y con tantos casos sin diagnosticar, medidas de contención “quirúrgicas” serán insuficientes.

Les recuerdo a las y los lectores que los casos que vemos hoy se contagiaron días atrás, y ellos ya contagiaron a personas que veremos reflejados en los números en estos días por venir. De la misma manera, pasarán unos días más para ver nuestros hospitales llenos, desbordados, y se contagiarán más personas. Y así exponencialmente. Serán días de incertidumbre, y peor aún volando a ciegas. Repito, sin tener la capacidad de trazabilidad, y con tantos casos sin diagnosticar, medidas de contención a medias es una apuesta muy peligrosa. Ya lo dijo hoy mismo el ministro Salas en conferencia de prensa: “con el caos de estos días, no hemos sido capaces de hacer un análisis oportuno de la información”, haciendo referencia a la poca información que tienen de cada caso confirmado. Señales mixtas de nuevo en la conferencia de prensa, y el tono del ministro nos lo dice todo.

Algunos preguntarán, ¿qué va a cambiar esta vez? Acabada la cuarentena estricta, ¿no volvemos a caer en el mismo camino? En realidad, tenemos la posibilidad de que no sea así. Controlada la pandemia a niveles bajos de transmisión y con la capacidad de tener de nuevo la trazabilidad de casos, además de tener la experiencia ya de conocer los puntos débiles del sistema, podríamos pensar una vez más en la reapertura por fases con especial cuidado en los eslabones más débiles. Además, tenemos ya a nuestro favor una ciudadanía que tiene voluntad y acceso a las mascarillas, y el tiempo en cuarentena estricto le daría oportunidad al sistema de salud de reaprovisionarse. ¡Sí se puede! Sino vean a la mayoría de países en Europa y las estrategias que aplicaron después de que sus sistemas de salud colapsaran. Este mazazo, un estilo de reset, podría significar salvaguardar la vida de muchas personas, especialmente aquellas que están en este momento sufriendo lo peor de esta pandemia.

¿El precio? Ralentizar aún más nuestra economía. Medida inviable dirán algunos. Pero desde mi perspectiva, ese declive no tiene por qué ser definitorio ni permanente. Existen maneras de que sea únicamente un pago transitorio para evitar una catástrofe en salud.  Y en este respecto, mucho se ha dicho en el país.  Por un lado, se habla de venta de activos, recorte del gasto, y mejores condiciones para la “reactivar la economía”. Por otro lado, se habla de un incremento de la inversión social, fortalecer el fisco, y proteger los salarios y a las poblaciones más vulnerables. Nada de esta discusión es nuevo, solo que ahora está sazonada por la pandemia. Sin embargo, seguimos atrincherados en una batalla ideológica y nadie quiere ceder el primer paso. Estamos atrapados en una conversación donde se nos ha hecho creer que solo existen dos opciones: “esta” o “aquella”, y por mientras la crisis sanitaria y económica se agrava. Desde nuestras trincheras se nos es imposible ver una tercera opción: “ambas combinadas” ¿De verdad no pueden coexistir políticas socioeconómicas que rescaten lo mejor de estas dos posiciones simultáneamente en el contexto de la pandemia?

A mi criterio no existe un mejor momento en la voluntad de la corriente legislativa para hacer reacomodo de activos y recortes solidarios al gasto —a cambio de vidas— para poder inyectarlos donde son más necesarios (por ejemplo, para mejorar las condiciones crediticias para las empresas y bonos proteger para las personas).  Así también, no existe tampoco mejor momento en el pensar del costarricense y nuestros políticos que es imperativo invertir en los que más han sido afectados por la pandemia.  Si nuestros gobernantes de verdad tienen el interés sincero de salir de esta pandemia bien posicionados, deben de tomar decisiones en el ámbito económico a la altura de esta crisis. No tenía que llegar a esto, pero aquí estamos, y hay que actuar antes de que la factura se amontone en nuestros hospitales y nuestras morgues.

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